Eugenio González

Eugenio González

El próximo Congreso del PS ha tomado por nombre Eugenio González, probablemente el intelectual más importante del socialismo chileno en el siglo XX. En su juventud presidente de la Fech y en su madurez rector de la Universidad de Chile. A los 28 años Ministro de Educación de la efímera Republica Socialista de los 12 días. Su fundamentación teórica del Programa del PS de 1947 constituye un texto esencial para entender la personalidad política del socialismo chileno. A continuación un texto de Berlamino Elgueta, autor de un libro que recoge la vida de Eugenio González.

Por Belarmino Elgueta*

Una de las mayores enseñanzas en la historia de cualquier sociedad es que solo el tiempo ajusta la verdadera significación de los personajes que dominan una época. Al mirar con perspectiva el mérito de los dirigentes se reordena: algunos que parecían grandes pero que basaron su fuerza en el manejo de pequeños asuntos de la coyuntura y en la búsqueda de la figuración a cualquier precio pierden significado. Otros, en cambio, cuyo accionar fue más discreto, pero que apuntaron a una mirada prospectiva, vinculando sus propuestas con las perspectivas estratégicas del país, crecen en significación y se proyectan a través de las nuevas generaciones.

Al entrar a la primera década de este nuevo siglo, estamos llegando al tiempo en que tenemos esa perspectiva acerca de lo que ocurrió en el anterior, porque ya disponemos del acceso a todos los archivos y además contamos con una mirada global para realizar balances más completos acerca de nuestro quehacer, al menos respecto, de los primeros dos tercios del siglo XX.

En esta recapitulación cobra sentido revisitar el pensamiento y la obra de Eugenio González Rojas, el destacado educador y pensador político que reuniera la inusual condición de haber sido presidente de la Federación de Estudiantes de Chile en su juventud y rector de la Universidad de Chile en su madurez.

Conocí al Rector Eugenio González cuando él ejercía la dirección de nuestra universidad y yo era un dirigente estudiantil; llegué a tener un estrecho contacto con él que devino en amistad pese a las diferencias generacionales que nos separaban. Además de testigo de su trabajo, luego me hice un estudioso de su pensamiento. Ahí me convencí que se trata de una figura perdurable en cualquier registro de las claves de la historia política y cultural chilena del siglo pasado.

En el prólogo de la biografía del Rector González que hiciera, el destacado científico social Enzo Faleto anota:

‘Si puede hablarse de un ciclo histórico de la vida chilena, seguramente muchos coincidirían en señalar que el periodo que va entre 1920 y 1973 presenta características bastante acusadas para considerarlo como tal. La obra y la acción de Eugenio González cubren casi la totalidad de este
tiempo…’

Eugenio González Rojas es así uno de los protagonistas del Chile Republicano, ese país fascinante que nació en 1920 con la incorporación de nuevos actores sociales a la vida nacional, que irrumpieron junto a la llegada de Arturo Alessandri al gobierno y que murió con el bombardeo e
incendio del Palacio de La Moneda en septiembre de 1973. Hoy podemos agregar con certeza que es una de sus figuras mayores por la huella profunda que dejóen los dos campos que lo apasionaron: el pensamiento político y la educación.

Eugenio González cubre con su quehacer mas de 50 años de nuestra vida pública. Emerge con sólo 16, en 1920, como Presidente de la Fderación de Estudiantes Secundarios de Chile y se afianza como un importante dirigente
juvenil en 1922 al ser elegido Presidente de la FECH.

El primer gobierno del Presidente Alessadri clausuró una etapa prolongada e improductiva de nuestra existencia histórica, el denominado Régimen Parlamentario, errónea denominación puesto que en Chile nunca hubo Primer Ministro ni gobiernos designados por el Congreso: sólo existió un inestable régimen de asamblea que hizo débiles a los gobernantes y fugaces a los gabinetes sin dar continuidad a las perspectivas que se habían abierto al término de la Guerra del Pacífico. Con el León de Tarapacá se reabren los temas sustantivos de la agenda: la actualización del marco institucional en una nueva constitución más moderna; el establecimiento de la primera
legislación social que reconociera derechos a las organizaciones de obreros y empleados; la creación de los hitos básicos de un sistema financiero a través de la creación del Banco Central. Todo esto se hizo en medio de conflictos, ruidos y disputas y allí, como ocurre cada cierto tiempo, emergió una nueva generación de jóvenes. El viejo Chile oligárquico estaba dolorosamente agotado pero al país republicano que lo reemplazó le tomo un enorme trabajo emerger, por lo que en ese ajuste histórico mayor desempeñaron un papel de primer orden los nuevos dirigentes juveniles.

‘Generación del 20’ han llamado nuestros historiadores culturales al notable grupo de personalidades que nacieron a comienzos del siglo y apenas saliendo de la adolescencia se ocuparon de los asuntos de Chile en esa década. Allí sobresalió Eugenio González junto a José Domingo Gómez Rojas, Pablo Neruda, Amanda Labarca y Roberto Meza Fuentes entre otros. Esa fue la generación que ayudó al tránsito del país rural todavía dominado en el Parlamento y el gobierno por los grandes agricultores a una sociedad más moderna, urbana y con mayor movilidad social, en donde las actividades productivas de la industria y los servicios fueron abriendo puertas a una cadena de transformaciones políticas y sociales bastante profundas.

Las caracterizaciones que con mas frecuencia se usan para definir el impacto de esos cambios en el país son mesocrático y sociocéntrico. Se habla de mesocrático porque asistimos a un ascenso constante de los sectores medios y porque una clase media ilustrada adquiere crecientes espacios de poder, con un fuerte sentido del mundo y pasión por la equidad social. De allí saldrán algunos de los dirigentes mas conocidos e influyentes del tiempo posterior, desde Carlos Ibáñez hasta Pedro Aguirre Cerda, de Eduardo Frei Montalva a Salvador Allende. Pero, además, como un rasgo complementario de lo anterior, Chile será también un país con sectores sociales cada vez mas organizados, donde prosperarán las organizaciones de trabajadores y una fuerte unidad sindical, las federaciones de estudiantes universitarios y los líderes campesinos y poblacionales; un tiempo de protagonismo central de los maestros y de otras agrupaciones profesionales como médicos y arquitectos que van pensando y tratando de construir un país más ancho en sus basamentos y más denso en su proyección.

Al dejar la FECH, Eugenio González inició con prontitud una precoz carrera como docente universitario convirtiéndose en uno de los profesores mas jóvenes del Instituto Pedagógico. Su pensamiento teórico germinal se reflejó en numerosos artículos, publicados en la Revista ‘Claridad’, de la FECH, en ‘Atenea’ y en los Anales de la Universidad de Chile. Una constante en ellos es la preocupación por el fortalecimiento de la educación nacional, algo que el veía como una clave de cualquier buena estrategia de desarrollo.

Como un complemento de esas inquietudes y en una faceta muy poco conocida, incursiona en el campo de la literatura con su novela ‘Más Afuera’ publicada en 1930 a la que seguirían ‘Hombres’ [1935] y ‘Noche’ [1942] más el libro de cuentos ‘Destinos’ [1940]. Esto es una prueba de la variedad de su curiosidad intelectual más que de una vocación profunda y duradera, como lo confirma su temprano retiro de la creación literaria.

El prestigio que en la esfera educativa alcanzó rápidamente el profesor Eugenio González se reflejó bien en su designación en julio de 1932 como Ministro de Educación, con sólo 28 años, en la fugaz República Socialista del Coronel Marmaduque Grove que duró apenas 12 días. Luego de esta experiencia volvió a ejercer la docencia en las cátedras de ‘Introducción a la Sociología’, ‘Filosofía Antigua’ y ‘Filosofía de la Educación’, las que combinaba – en lo que varias veces en sus conversaciones me definió como ‘un compromiso cívico frente a los jóvenes’ – con la enseñanza del castellano y la literatura en el Internado Nacional Barros Arana y en otros establecimientos públicos.

Este esfuerzo se amplió en 1945 a una nueva dimensión: un proyecto de cooperación internacional. Eugenio González formó parte de un pequeño y brillante destacamento de educadores chilenos que aceptaron la invitación del gobierno de Venezuela, en uno de los paréntesis democráticos de ese país encabezado por el Presidente Rómulo Gallegos, dando forma a un programa para la formación y adiestramiento de maestros. He visitado Caracas hace algunas semanas y me ha impresionado el vivo recuerdo que todavía hoy se guarda de ‘los chilenos del Pedagógico’ y en particular de Eugenio González la figura emblemática del grupo.

La labor universitaria de Eugenio González no tuvo interrupciones en las décadas siguientes porque hacía parte de una vocación sustancial. Por ello no extraña el que, a contar de 1957, recibiera en su etapa madura las responsabilidades de ser Director del Instituto Pedagógico, primero, Decano de la Facultad de Filosofía y Educación después, para ser democráticamente elegido como Rector de la Universidad de Chile en 1962.

En lo que hace a su segunda y complementaria vocación, la del compromiso político, Eugenio González presenta también una larga trayectoria que se intercala sin contradicciones con los deberes de la cátedra y la enseñanza. Fue fundador, en 1925, de la Unión Social Republicana de Asalariados de Chile, singular organización política que combinó visiones del socialismo, el anarquismo y el nacionalismo llegando a proponer la creación de un Consejo Económico Nacional, para hacer más democrática la gestión de la economía chilena, con el protagonismo de los diversos sectores sociales. En ese esfuerzo conoció a Oscar Schnake, con quien luego articulará una de las cinco vertientes que llevan a la creación del Partido Socialista en 1933.

Eugenio González nunca abandonó el compromiso que asumiera con el partido que ayudara a fundar. Rara apis en la política latinoamericana ha sido el Partido Socialista de Chile. Mientras en la mayoría de los países de la región los partidos comunistas nacieron como escisiones de movimientos socialistas surgidos a inicios del siglo, en Chile la entidad creada por Luis Emilio Recabarren para ser ‘la sección chilena de la Tercera Internacional’ fue establecida mucho antes, en enero de 1922.

Solo 11 años después, un grupo variado de luchadores sociales y dirigentes políticos provenientes de vertientes muy diversas – como el nacionalismo militar, las corrientes avanzadas de la Masonería, el troskismo y una juventud universitaria deseosa de cambios sociales – dio forma a una segunda fuerza en la izquierda chilena, de orientación marxista que se definió por su vocación latinoamericana. Esto, en rechazo a la idea de ‘un centro unificado de decisiones de la revolución mundial’ situado en Moscú bajo el perfil autoritario de José Stalin que había triunfado en la lucha interna del partido de los bolcheviques. Tal definición coincidió con la aparición de otras organizaciones políticas similares, todas hijas del impacto de la gran crisis capitalista de 1929, tales como el APRA peruano de Víctor Raúl Haya de la Torre y el Partido de la Revolución Mexicana articulado por el General Lázaro Cárdenas, en torno a las luchas por la expropiación petrolera y la intensificación del reparto agrario.

En su prolongado compromiso militante, Eugenio González se distinguió, sobre todo, como un gran pensador político que utilizó su sólida y amplia formación teórica para interpretar la realidad chilena y proponer en ella cambios profundos. El producto mas trascendente de esta reflexión es la Declaración sobre las Bases Teóricas del PS, elaborada en 1947. Allí defendió la necesidad de ‘un compromiso inequívoco entre el socialismo y la democracia’, concepción en esos años muy controvertida porque el grueso de las izquierdas en la región hacían una lectura limitada del valor de la democracia, fundada en la centralidad de la guerra fría en donde se asignaba a la Unión Soviética, con su proyecto de partido único y dictadura del proletariado, un papel dirigente que no cabía debilitar.

Eugenio González, como Secretario General de su partido entre 1948 y 1950, argumentará fuertemente en contra de la idea de que la democracia representativa es solo ‘una democracia formal’ y una mera antesala para la democracia sustancial que vendría cuando los trabajadores manuales e intelectuales ejercieran un poder autoritario sobre los antiguos propietarios de los medios de producción. Para él, esto no tenía ningún sentido: cada país debía hacer su propio camino de liberación y veía a la democracia como una conquista gradual de las sociedades mas avanzadas. Allí había hitos claros: se comenzaba por el establecimiento de poderes públicos independientes, el sufragio universal y las elecciones limpias, el reconocimiento de derechos políticos básicos a todas las personas y la existencia de normas jurídicas aplicables sin distinción a cualquier ciudadano, conforme al principio de legalidad. Luego – a través de la lucha y la organización del pueblo – debía venir el afianzamiento de una democracia económica y social que asegurara un empleo digno y bien remunerado para todos y la satisfacción, ojalá universal, de las necesidades básicas de las personas en el campo de la salud, la educación, la vivienda y los bienes culturales.

Era exactamente aquí donde Eugenio González asignaba un papel sustancial a la educación pública que el veía como el gran mecanismo que garantizaba la movilidad social para los chilenos, sobre la base de destinarle recursos económicos crecientes, dentro de un clima de respeto y estímulo a la dignidad de los maestros que los llevara a convertirse en dirigentes naturales en los pueblos pequeños y las comunidades intermedias. El esperaba que todo esto hiciera del ciclo educativo abierto a los mejores, la palanca clave para el funcionamiento de una democracia integral en donde se realizaran los valores del socialismo tal como los concebía.

La fuerza y prestigio de su pensamiento llevó en 1949 a un fenómeno político inusual. El educador Eugenio González fue elegido Senador por Santiago para un mandato de ocho años hasta 1957. Durante ese tiempo acotado, llegó a ser lo que hasta entonces no había aceptado: un dirigente político de tiempo completo.

En la etapa parlamentaria en que él participó, se encontró con algunas de las figuras más altas y emblemáticas de la política chilena de mediados del siglo XX: Eduardo Frei Montalva, Raúl Ampuero, Salvador Allende, Raúl Rettig, Raúl Marín Balmaceda, Eduardo Cruz Coke y Radomiro Tomic, entre otros. Leer las Actas de Sesiones del Senado en ese periodo resulta a ratos asombroso, pues allí se discutían, a un riguroso nivel, los temas más avanzados del progreso científico, los cambios del sistema internacional o las nuevas corrientes culturales de la pos guerra, además de debatir apasionadamente las cuestiones cruciales de la agenda publica chilena: el afianzamiento del desarrollo industrial, la política del cobre, la construcción de una red de plantas hidroeléctricas o las modalidades para
neutralizar la inflación, por esos años el mayor flagelo de la economía nacional.

El Senador González participó activamente de esa gran conversación estratégica sobre el porvenir de Chile y lo hizo con su particular estilo de tratamiento profundo de las ideas, sacando ventajas de su amplia formación teórica y con una postura de cordialidad y respeto hacia sus interlocutores. Polemizó con civilizada pasión con los mas destacados senadores liberales y conservadores, en largos debates en los que trató de confrontar las virtudes del capitalismo y el socialismo humanista como paradigmas de organización política y productiva pero, especialmente, como alamedas para ofrecer mejores condiciones de vida al ser humano. Esos debates, reiterados en varios años, dieron lugar a un momento insólito en la vida parlamentaria: el día en que el Senador González asistía en mayo de 1957 por ultima vez a una sesión en el Hemiciclo del Senado, su mayor antagonista en las discusiones filosóficas, Raúl Marín, que fallecería trágicamente solo unos meses después, durante una Convención del Partido Liberal, pidió la palabra y dijo:

… ‘en esta lucha ideológica me cupo la suerte y la honra de tener por contendor a un hombre talentoso y culto, ponderado y sereno, que hoy asiste por ultima vez al Senado y respecto de quien cumplo el deber de rendirle homenaje de estimación y respeto: don Eugenio González Rojas. Casi no conozco al señor González, rarísima vez he dialogado con él, como no fuera en el debate de esta tribuna publica. No es pues un sentimiento de amistad el que me mueve a rendirle este homenaje de despedida sino el reconocimiento a su cultura, a su caballerosidad y su alta apostura moral en el desempeño de la representación popular’.

Luego de 1957, Eugenio González no volvería a asumir responsabilidades políticas, aunque mantuvo hasta el ultimo día de su vida sus fuertes ideales y un vivo interés por los asuntos públicos. Pero a partir de ese momento resultó claro que había triunfado en él la vocación del maestro y que volcaría todas sus energías al ejercicio pedagógico y la vida universitaria en la que alcanzo también las mayores dignidades.

Debemos recordar al Rector Eugenio González como uno de los grandes conductores de la Universidad de Chile. Esto cobra su verdadera significación si tenemos en cuenta que en la mayor parte de sus 170 años de vida, la primera Universidad del país ha sido dirigida por algunos de los científicos e intelectuales más brillantes que este país ha producido.

Eugenio González llegó a la dirección de la Universidad de Chile en tiempos agitados. Era una época de proyectos vivos pero fragmentados que dificultaban su realización, en un momento que el país demandaba que sus universidades nacionales y regionales – que por aquel entonces eran solamente nueve – asumieran un fuerte compromiso con una docencia más moderna – apta para ‘formar profesionales capaces de derrotar la miseria en Chile’, como diría nuestro Rector – y con capacidad para impulsar los variados proyectos de investigación científico-tecnológica que hacían de la Universidad de Chile, en esos años, el principal basamento del progreso de la ciencia en el país. A ello agregaba el rector González su pasión por impulsar las actividades artísticas y culturales que tanto respaldó: desde el teatro experimental al ballet universitario, de la orquesta sinfónica a la creación cinematográfica. ‘Chile, no tiene como los viejos países europeos un Ministerio de la Cultura’, me dijo alguna vez. ‘Por eso la Universidad de Chile debe llenar ese vacío y está obligada a ofrecerle un espacio a los grandes creadores de este país y también a los que recién inician su camino’.

Fue una experiencia notable trabajar con el Rector González en el Consejo Superior de la Universidad de Chile, lo que para mí era una responsabilidad anexa a la de Presidente de la Federación de Estudiantes de Chile, que asumiera en octubre de 1963. A esas alturas, don Eugenio, con un tiempo de gestión, estaba ya solidamente afianzado en su cargo y conducía en forma certera la marcha de la Universidad, a pesar de la notoria carencia de recursos financieros que ella enfrentaba. Durante su trabajo cotidiano, el rector dialogaba y estructuraba acuerdos con los decanos de las diversas facultades buscando los apoyos internacionales y privados que dieran viabilidad a los proyectos que les interesaban. Tenía como su brazo derecho a otro académico de notable sabiduría, el Secretario General Álvaro Bunster.

Guardo un vivo recuerdo de los encuentros semanales del Consejo Universitario en el solemne entorno de la Sala que dejara estructurada don Andrés Bello. Allí tenían lugar notables discusiones que servían para aprobar una tras otra, las diversas iniciativas que afianzaban el protagonismo de la Universidad de Chile en la vida cultural del país. Visto con una mirada retrospectiva, era como si estos maestros buscaran adelantarse a los riesgos de una crisis política nacional ya muy avanzada, que llevaría a la desaparición pocos años después, del país republicano y democrático donde vivíamos.

En el difícil contexto de ese tiempo, el Rector Eugenio González trató de concretar los cambios que la docencia, la investigación y la difusión de la Universidad de Chile requerían y que acabaron por estallar, desordenadamente, en el proceso de reforma universitaria que Chile inició en 1966. La propuesta abierta e intuitiva del rector no fue capaz de ganar las voluntades suficientes para que nuestra Universidad de Chile pudiera anticiparse a ese proceso. Pero sus previsores impulsos posibilitaron que el cauce de esta empresa fuera, en el caso de la, Universidad de Chile, más racional y consistente, lo que evito daños y perjuicios que pudieron ser mayores en el momento de la eclosión.

Mientras Eugenio González estuvo en la conducción del Consejo Superior fue capaz de orientar la reflexión constructiva de los grandes decanos de esos años – muchos con enorme vuelo profesional aunque de distintas inspiraciones ideológicas – en la tarea común de hacer de la Universidad de Chile una entidad abierta y comprometida con el mejor desarrollo del país, el cultivo de la excelencia en las ciencias exactas, naturales y sociales y el impulso cotidiano a las artes.

Cuando los avatares de la rebelión universitaria provocaron en 1968 la ocupación de la Universidad de Chile y se fragmentó la convivencia en la que él había trabajado, el Rector Eugenio González se retiró con dignidad y discreción de la rectoría de la ‘U’. Volvió una vez más con entusiasmo a su cátedra universitaria, a las tareas de la formación de los jóvenes. A partir de ese momento, la vieja y apacible casona que ocupaba en Nuñoa se convirtió en el centro de una animada tertulia que él sostenía con sus muchos amigos en torno a los temas que desde siempre le apasionaban, todos vinculados al progreso universitario y al compromiso político por un país mejor.

Luego, cuando su antiguo compañero del Senado, Salvador Allende, se convirtió en Presidente en 1970, Eugenio González declinó las ofertas que se le hicieran para volver a desempeñar responsabilidades protagónicas en el Estado. Pese a ello, trató de aportar a ese gobierno con su consejo y buscó introducir la prudencia y el diálogo que evitaran la violenta fragmentación del sistema político que tan bien había conocido. Como muchos otros que intentaron lo mismo, desgraciadamente no tuvo éxito.

En los años finales de su existencia, hasta su muerte en 1976, vivió con una tristeza nunca exenta de esperanza el derrumbamiento del orden republicano y democrático que había ayudado a afianzar. Quienes conversaron con él en ese tiempo, privilegio que yo no tuve pues me ví forzado a salir al exilio, recuerdan que percibió con rapidez que el ciclo autoritario no seria corto y también que dejaría enormes cicatrices en la convivencia social de los chilenos. En cuanto a sus sueños, no los abandonó. Y tuvo razón. El impulso del esfuerzo educativo como uno de los grandes caminos para derribar las desigualdades que prevalecen entre los chilenos y la búsqueda de una democracia cada vez más amplia que busque la ampliación de las libertades públicas, el desarrollo pleno de las capacidades productivas de Chile, la superación del atraso y la pobreza y la construcción de un país moderno y más justo para todos siguen siendo nociones frescas y poderosas. Ellas están consistentemente planteadas en la reflexión filosófico-política de Eugenio González, y con seguridad nos van a ayudar, cuando llegue la hora, a afianzar ese Chile mejor en que él creyó.

El Rector Eugenio González Rojas no se quedó enredado en las minucias de la historia ni es una figura del pasado. Fue el sembrador de ideas fuertes y justas que no cesan de crecer y que hoy sabemos bien que serán parte del mejor destino de nuestra patria.

* Autor de El Sueño y la Vida en Eugenio González Rojas.
Santiago, Eds. Tierra Mía 2004:5

Fuente: Debate Socialista

Foto: Eugenio González Rojas

3/05/07

Nota Biográfica de Belarmino Elgueta, por José Balaguer

Nació en Chiloé, el 20 de Febrero de 1921. Hijo de Baldomero Elgueta y de Clotilde Becker. Casado con Yolanda Pinto Miranda, matrimonio del cual nacen 2 hijos: Raimundo y Martín.

Estudió en los liceos de Osorno y de Ancud. Luego ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile.

En 1942 inició su vida laboral, trabajando en el Archivo del Registro Civil. Desde 1943 a 1946 desempeñó actividades relacionadas con sus estudios; desde 1946 a 1953 fue profesor e inspector de la Escuela Industrial de Hoteleros.

En sus inicios de la vida política, en 1937, militó en la Juventud Socialista. En 1938 fue secretario seccional en Ancud; en 1940 delegado ante el Congreso General realizado en Talca; en 1943 jefe de la brigada universitaria de Partido Socialista, y en 1944 miembro del Comité Central de la Juventud Socialista. En 1946 integró el Comité Central del Partido, al XII Congreso, celebrado en Concepción; en 1948 designado en el Comité Central del XIII Congreso, celebrado en Valparaíso; en 1952 designado en el Comité Central al XIV Congreso realizado en Chillán. Dentro del Partido estuvo a cargo de la educación política y propaganda, siendo fundador y Director de la Revista ‘Espartaco’ de 1946 a 1947; director del Semanario ‘Consigna’ de 1947 a 1948; director del semanario ‘La Calle’ en 1953.

Fue elegido diputado por la 25ª Agrupación Departamental de Ancud, Castro y Quinchao, en representación del Partido Socialista Popular, en el periodo de 1953 a 1957. Desde 1925 que un nacido en Chiloé no era elegido diputado por la misma localidad. Integró la comisión de Agricultura y Colonización.

Falleció el 3 de mayo de 2007.

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Comments

  1. Se debe destacar también la veta de escritor de Eugenio Gonzalez, publicó por lo menos 4 novelas. Su obra literaria corre desde 1930 hasta 1942. Eugenio González es autor de Más afuera (1930), que apareció catalogada como una novela que contiene escenas autobiográficas. Poco después publica Hombres (1935), novela en la que ofrece personajes vivos ligeramente disfrazados para la exposición novelesca. Luego, en 1940 publicó Destinos, conjunto de seis cuentos o novelas cortas que muestra imágenes de gente de clase media.
    En 1942 cierra su producción literaria con la novela Noche.

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