Taller de Coyuntura
Informe especial: resultados primera vuelta
19 de noviembre de 2013
Los resultados de primera vuelta
Michelle Bachelet obtuvo un triunfo claro, categórico y contundente, en las pasadas elecciones. Con un 46.68% de las preferencias se impuso cómodamente a la candidata oficialista por más de 20 puntos. Por su parte, la coalición opositora alcanzó mayoría parlamentaria en ambas cámaras, con dos doblajes senatoriales y 11 doblajes en diputados (Servel entregó nuevo resultado en distrito 56). Una victoria, sin embargo, opacada en parte por las expectativas que se generaron ante un eventual triunfo en primera vuelta. Un objetivo que, pese a ser avalado por las encuestas, desafiaba la aritmética electoral, con nueve candidatos en liza, en donde, claramente, Franco Parisi y Marco Enríquez amenazaban con sumar un 20% del electorado, protagonizando una aguda disputa por el tercer y cuarto lugar, aspirando a desplazar a Evelyn Matthei de la segunda posición. Bastaba que el resto de los postulantes (Marcel Claude, Roxana Miranda, Ricardo Israel, Alfredo Sfeir y Tomas Jocelyn Holt) sumaran un 8% de los sufragios (como efectivamente ocurrió) para forzar la segunda vuelta.
La propia “euforia” desatada en el comando oficialista para celebrar uno de sus resultados más modestos de los últimos 25 años que, sin embargo, les permitía pasar a segunda vuelta, muestra las bajas expectativas de la derecha frente al resultado de la elección.
Pese a lo anterior, este resultado es objetivamente malo para Evelyn Matthei, que no tiene condiciones para enfrentar una segunda vuelta verdaderamente competitiva y sólo puede aspirarar a alcanzar el piso histórico de su sector (en torno al 40%, similar a los niveles de apoyo que exhibe el gobierno) o, al menos, un porcentaje cercano al alcanzado por sus candidatos a parlamentarios. Tal como lo ha reconocido la propia candidata oficialista, sus esperanzas de crecer, más que entre quienes optaran por los candidatos alternativos (que muy mayoritariamente se ubican en el campo progresista), están cifradas en atraer a
quienes optaron por abstenerse en primera vuelta., que mayoritariamente se ubican en sectores populares. Al cierre de este informe, se agregan nuevas complicaciones para Matthei: la sorpresiva reunión del senador Horward, jefe programático de Parisi, con la candidata Michelle Bachelet y la “salida a vacaciones” de los senadores electos de RN, Andrés Allamand y José Manuel Ossandón.
El resultado es igualmente malo para el gobierno, que no logra traspasar su nivel de apoyo en las encuestas a la candidata del continuismo y se transforma en un paréntesis entre dos administraciones de signo progresista, hipotecando, en parte importante, las posibilidades de Sebastián Piñera de postularse a la reelección en cuatro años más.
Finalmente, el resultado es obviamente muy malo para la Alianza por Chile, que queda en minoría en ambas cámaras. En especial este resultado es desastroso para la UDI, que pierde sus dos senadores por Santiago (dos circunscripciones emblemáticas para ese partido) a manos de sus aliados de Renovación Nacional, así como 10 de sus 38 diputados (pendiente distrito 56)
La nueva composición del congreso y el mapa político en el país
Con los resultados de la pasada elección la composición del parlamento cambió significativamente. No sólo porque varió la correlación de fuerzas entre los bloques mayoritarios, generando un mayor equilibrio, tanto al interior de la Alianza por Chile como en la Nueva Mayoría. También por la incorporación de jóvenes dirigentes estudiantiles y sociales. La derrota de algunas figuras emblemáticas en circunscripciones y distritos igualmente emblemáticos (Soledad Alvear, Camilo Escalona, Pablo Zalaquette, Laurence Golborne).
Tras la segunda vuelta en la derecha se avizora un verdadero “ajuste de cuentas” para identificar a los responsables de la derrota, que incluirá a las directivas partidarias, al gobierno y al propio Presidente de la República.
Y si bien la UDI continúa siendo el partido más votado y con mayor representación parlamentaria, la “resurrección de Allamand”, luego de su derrota en las primarias y su victoria como senador por la zona Poniente de Santiago (la circunscripción de Jaime Guzmán), así como la sorpresiva victoria de José Manuel Ossandón en la zona Oriente, abre una dura disputa por el liderazgo futuro del sector, así como las “señas de identidad” de la derecha a futuro y su política de alianzas.
En la oposición debe destacarse el fortalecimiento de la representación parlamentaria del Partido Comunista, que sube de tres a seis diputados, el buen desempeño electoral del Partido Socialista, que incrementa su bancada de diputados (de 11 a 17) y mantiene su representación en la cámara alta, con cuatro senadores electos, el PPD, pese a haber perdido cuatro diputados incrementa su representación senatorial y la DC, pese a haber perdido tres senadores (Alvear, Sabag y Frei) aumenta sustantivamente su bancada de diputados y retiene la condición de partido mayoritario de su coalición, pese a lo cual parece anidar una cierta frustración e incomodidad por el modesto desempeño electoral de sus candidatos a senadores (tanto de Soledad Alvear como de Jorge Pizarro, que estuvieron muy por debajo de las expectativas, a diferencia de sus compañeros de lista) lo cual podría evidenciar un vacío en el liderazgo partidario.
Finalmente, aún la Nueva Mayoría debe recorrer el complejo camino de transformarse desde una alianza electoral a una coalición de gobierno, sin que esté asegurado un núcleo básico de dirección, que actué coordinadamente con el futuro gobierno para asegurar la conducción, cohesión y gobernabilidad del país.
En primer lugar, no es claro que la abstención supere el 50% del padrón electoral, que muchos fijan en cerca de 13.500.000 de ciudadanos habilitados para votar, sin la necesaria depuración de personas fallecidas o que residen en el exterior. Siendo inferior la participación electoral a otras elecciones en las que participaron más de siete millones de electores, no es tanto más baja y no puede ser explicada por un único factor (el descrédito de la política o el rechazo del sistema). Sin duda que la voluntariedad del voto contribuye a una menor participación, pero incluso cuando el voto era obligatorio, los niveles de participación no eran significativamente mayores (en la práctica nunca existió sanción por el incumplimiento de ese deber cívico).
La percepción de una elección con resultado conocido y la evidencia de la derrota de la candidata del continuismo, traducida en una campaña presidencial con escasa épica, bien puede haber desalentado la participación de un significativo número de electores.
Estos y otros factores pueden ayudar a explicar la relativamente baja participación. Sin embargo, analizando la participación en comunas del barrio ato de Santiago o de sectores acomodados, tanto en la región metropolitana como en el país, subsisten marcadas diferencias en los niveles de abstención que van desde un 35% en sectores altos a un 65 % en sectores populares.
Mención especial la constituye el comportamiento electoral de las zonas extremas del país (Arica, Tarapacá, Antofagasta, Punta Arenas) que no siguen los patrones de comportamiento electoral del resto del país.
Finalmente, es preciso analizar una cierta disociación entre clases sociales y su representación política que es posible apreciar en el comportamiento electoral. El centro político ya no representa mecánicamente los llamados sectores medios, muy diversos y heterogéneos entre si, como tampoco es totalmente efectivo que los sectores populares se representen exclusivamente en opciones progresistas y de izquierda.
Los desafíos de la segunda vuelta
Pese a declaraciones rimbombantes y plagadas de deseos de la candidatura oficialista frente a la segunda vuelta, nadie duda que Michelle Bachelet se convertirá en la próxima Presidenta de Chile. La primera mandataria en alcanzar su reelección en los últimos 100 años. La candidata opositora parte de un piso al menos de un 46.68% obtenido en primera vuelta, al que debe sumarse una franja del electorado que en primera vuelta optó por “votar con el corazón” a favor de algunos de los candidatos alternativos, pero que tiene decidido de antemano “votar con la razón” para apoyar a la candidata que encarna el cambio frente al continuismo, lo cual debiera bastar para alcanzar la mayoría absoluta. Lo cual no significa asumir la segunda vuelta como un trámite o una mera pérdida de tiempo y dinero, como piensan algunos empresarios. Las elecciones se ganan en las urnas y es evidente que no da lo mismo ganar por márgenes estrechos (51 o 52%) que con márgenes amplios (superiores al 60% del electorado) Y tampoco da lo mismo si votan cinco, seis o siete millones de electores en esta segunda vuelta.
La segunda vuelta debe estar marcada por una verdadera épica ciudadana, que permita ampliar las fronteras de la Nueva Mayoría, no tan sólo con quienes comparten ideas progresistas o aspiraciones de cambios sino con un amplio movimiento social (jóvenes, mujeres, pueblos originarios, trabajadores, etc.), que permita dar un sólido sustento social y político al nuevo ciclo que se inaugurará cuando Michelle Bachelet asuma el próximo 11 de marzo.
Más que eventuales ajustes al comando de campaña, se requiere abrir cauces de participación a miles de militantes y adherentes que están disponibles para aportar trabajo, esfuerzos y recursos para asegurar una amplia victoria en segunda vuelta. Por cierto es fundamental la participación de los parlamentarios electos y derrotados, los consejeros regionales, los dirigentes partidarios y sociales, del mundo de la cultura, en una activa movilización ciudadana que asegure una masiva victoria el próximo 15 de diciembre.
FUNDACIÓN FELIPE HERRERA FUNDACIÓN INSTITUTO IGUALDAD
(Este informe es elaborado por el equipo del Taller de Coyuntura, pero no necesariamente representa la opinión institucional de las dos Fundaciones)