Una interpretación minoritaria pero sugerente sostiene que Maquiavelo no escribió “El Príncipe” teniendo como destinatario a Lorenzo de Médici – o sea, el príncipe- sino al pueblo. La razón para pensar así es que los gobernantes, de todos los tiempos, para llegar hasta donde lo han hecho no pueden sino saber muy bien cómo funciona la política, incluyendo sus mecanismos y lógicas más íntimas y descarnadas. Por el contrario, los que no saben muy bien cómo funciona la política –en toda época y circunstancia- son los gobernados.
Si bien Maquiavelo en la introducción ofrenda su célebre obra al príncipe, tampoco tenía muchas más opciones –por circunstancias personales e históricas- que desplegar alguna oblicua forma de escritura para llegar a otros posibles destinatarios: por ejemplo, los aspirantes al poder y a los gobernados de todas las épocas.
Mirado con ojos actuales esta lectura cobra mayor plausibilidad, pues equivale a que un intelectual o filósofo pretendiera ilustrar sobre la ambigüedad moral de la política o las características y consecuencias que tiene la lucha por el poder a personajes tan entrenados y consolidados en los entramados de éste como Putin, Berlusconi, Bush, Hu Jintao o el propio Obama. Alguien que hoy se propusiera alertar y enseñar sobre las inclemencias y complejidades de la política a estos modernos príncipes, sería considerado en el más benevolente de los casos como un ingenuo o un pobre diablo.
Lo que no es una tarea absurda ni agotada históricamente es mostrar la “política real” a aquellos que no la conocen, a los que no saben a ciencia cierta cómo funciona. Exponerla y develarla públicamente podría contribuir, en algún grado, a moderar sus formas, disminuir su violencia, a colocarle ciertos límites. Se sabe que la política es antes que todo una lucha por definirla: quienes la hacen, con qué medios, en que escenarios, con que formas y rituales, quienes serán sus actores principales y quienes sus extras.
En una escala doméstica hace unos años el talentoso y ya desaparecido intelectual Antonio Cortés Terzi publicó un libro denominado “El circuito extra institucional del poder”, en el cual aportaba no solo teoría sino algunos desperdigados datos sobre el amplio campo de decisiones políticas relevantes que en Chile quedaban fuera de las instituciones democráticas representativas. Una investigación sobre el secretismo y la opacidad de la política chilena. Como todo libro importante pasó desapercibido y es hoy inubicable.
Tal vez el mayor aporte que podría dejar wikileads y su creador Julian Assange (cuyo cuerpo, alma y reputación pareciera que han entrado en cuenta regresiva) no sean esos 250 mil cables sobre la política exterior americana hechos públicos, por lo demás, difíciles de procesar, asimilar y plagados de detalles banales (¿quién dijo que los políticos eran sofisticados?) sino la imagen y la teorización que de allí se pueda extraer acerca de cómo es y como ha sido la “política real” en este tiempo. Una información, por cierto, de muy poco interés para los que ya lo “saben” pero muy iluminador y didáctico para los ciudadanos de a pie y para esos aprendices de políticos y de periodistas que tengan por motivación expresarlos y representarlos. Si así fuera, el legado de wikileads no habrá sido menor.
Los gobiernos deberán olvidarse de los secretos de Estado si quieren utilizar métodos modernos de comunicación o de archivo. Cualquiera traza que se deje en internet o en discos duros puede hacerse pública por piratas informáticos, computomanÃacos o funcionarios indignados por la hipocresÃa del gobierno o de la empresa en que trabajan.
La otra alternativa es cerrar internet, pero como lo descubrió Beijing en su conflicto con Google, es una fascinante arma de doble filo, incontrolable, pero también lo es para los terceros. Por lo demás, una vez que se desarrolla una tecnologÃa es imposible volverla a encerrar en la lámpara mágica que es el ingenio humano, como ocurrió con la nuclear.
Lo mismo ocurrirá con las grandes empresas multinacionales, se rumorea que la próxima filtración que difundirá wikileak.org es sobre transacciones financieras.
La filtración en comento es, a la vez, una confirmación y la aparición de un nuevo actor en la marcha hacia un mundo post imperial o, si se prefiere, multipolar. Cierto es que del debilitamiento de EE.UU. se habla desde la implosión de Wall Street. Ahora todos somos socialistas, fue una de las portadas de Newsweek el año recién pasado. La irrupción como potencia polÃtica de ONGs informáticas, con su propio proyecto de modernos Robin Hood, es la gran novedad de este incidente.
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Cambio, sÃ, pero con periodismo
Como el cambio nunca viene solo, esta vez le acompañó el periodismo. Y también Wikileaks. Cambio y periodismo fueron las dos palabras más expresadas en el debate organizado en el CaixaForum de Madrid sobre la revelación de los más de 250.000 papeles del Departamento de Estado estadounidense por cinco medios de comunicación, entre ellos, EL PAÃS. Cambio en el periodismo, en la forma de recibirlo, hacerlo y también en los sujetos fuentes de la información. El periodista Javier Bauluz, Premio Pulitzer y responsable en la actualidad del diario digital Periodismo Humano sintetizó en una frase el cruce de caminos al que llegaron los seis invitados a la charla: «Estamos en nuevo ecosistema de la información en el que Wikileaks es la bomba que lo cambia todo». Un artefacto que ha hecho estallar el periodismo y que, en palabras del director de EL PAÃS, Javier Moreno, llega para quedarse: «Wikileaks no es algo anecdótico, ha cambiado el panorama de una forma radical».
El periodismo, sus fuentes y algo más
La FiscalÃa sueca frena la puesta en libertad de Assange bajo fianza
La mayor filtración de la historia deja al descubierto los secretos de la polÃtica exterior de EE UU
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Junto a Moreno y Bauluz, y frente a un recinto abarrotado -alrededor de 750 personas llenaron cuatro salas del centro cultural- se sentaron la directora de Informe Semanal, Alicia G. Montano, el subdirector de Abc, Borja Bergareche y el corresponsal en Madrid de The Guardian, Gilles Tremlett. En el centro y de moderador, el bloguero y columnista del periódico Público, Ignacio Escolar, quien al inicio recordó una de las conclusiones a las que llegó Julian Assange tras percibir el impacto de sus filtraciones: «Esto demuestra el estado lamentable de los medios de comunicación».
«Assange -retomó para matizar Javier Moreno a través de la experiencia del contacto que EL PAÃS ha tenido con el australiano previo a la última revelación masiva- valora el papel de los periódicos bastante más. Y ha elegido entregar el material a cinco diarios por evitar las presiones para no publicar el material». Presiones que, en opinión de Moreno, «serÃan brutales si Wikileaks hubiera sido su único depositario».
Ahà es precisamente donde Alicia G. Montano situó el punto de inicio del periodismo que ha acompañado a los documentos filtrados por Wikileaks. «De este modo», manifestó en relación con la cesión que la web ha hecho hacia cinco cabeceras «evitamos el peligro de convertirnos los periodistas en correveidiles». Pero el cambio no solo llega al periodismo a través del cómo, sino también del quién. Gilles Tremlet, cuyo diario, The Guardian, también ha contado con los cables diplomáticos, quiso escapar de cualquier triunfalismo y aportó la otra cara de la moneda: «Somos cinco grandes medios que dependemos de poca gente» alertó en referencia al equipo que forma Wikileaks. «Ellos son los que proporcionan los datos y los medios y eso implica que tienen cierto poder sobre nosotros».
En esa misma lÃnea, Borja Bergareche, de Abc, destacó que los medios de comunicación tradicionales «ya no son los únicos actores» en la difusión de la información. La llegada de Wikileaks, continuó, «no supone un salto cualitativo, sino una aceleración. El volumen de material es brutal y, por tanto, el cambio es cuantitativo». Y ante la cantidad, ante «papeles, papelillos y papelotes», que siempre ha habido, como aclaró Alicia G. Montano a un auditorio lleno de periodistas y no periodistas, jóvenes y mayores, internautas y amantes de la información sin más, lo que hace falta es periodismo. «No hay que ser codiciosos y tener prisa por publicar, hay que seguir comprobando». Montano, muy crÃtica con algunas formas actuales de periodismo enlatado, dejó una advertencia: «Tenemos que estar alerta y saber que no hemos encontrado el manantial de la juventud». Esa fuente de vida eterna la tiene más bien la práctica del periodismo. Javier Moreno, director de EL PAÃS, ante las preguntas llegadas de la Red a través de Twitter, dio una pincelada de cómo fue el trabajo con los cables de la diplomacia estadounidense: «Lo que he visto es hacer periodismo al modo de siempre. Hace 20 años, la gente llegaba a la redacción con el sumario debajo del brazo, ahora también llega, pero con un disco. El trabajo es el mismo, sentarse para desbrozar la información relevante».
Otro debate, aunque su magnetismo también pudo con la sala del CaixaForum, es el que gira en torno a Julian Assange y la causa abierta contra él en Suecia. El reportero de The Guardian Gilles Tremlett quiso rebajar la intensidad del ruido que ocasiona esta intromisión: «No hay que mezclar temas, él [Julian Assange] tiene un problema en Suecia que no tiene nada que ver con los papeles». En una vuelta más de tuerca, Javier Bauluz insistió en su sorpresa ante el caso abierto contra el ex hacker australiano y la repercusión de sus revelaciones. «Hay una ola de indignación ante la impunidad» declaró el reportero gráfico. «No está pasando nada con los lÃderes mencionados en los cables». A esos polÃticos, al menos a los de España, Bergareche les recomendó que «se emancipen de los periódicos, de los que son adictos».
Cambio y periodismo. ¿Dejarán que siga funcionando Wikileaks? Ese es el reto marcado por los seis asistentes al debate. «Va a haber intentos de restringir la información», reconoció Javier Moreno. «No es nuevo, ha pasado siempre y ahà está la capacidad de la ciudadanÃa para resistir los intentos».
Es cierto que las filtraciones de WikiLeaks no tienen sólo importancia en relación con el mundo de la diplomacia y del poder. Revolucionan el universo del periodismo y lo ponen frente a una de las obligaciones más graves del oficio: interpretar los datos. Ya me he referido aquà a la naturaleza del trabajo que han hecho los profesionales de este periódico para situar en perspectiva los materiales secretos o confidenciales con los que han venido trabajando. Ahora he vuelto a situarme ante algunos de esos trabajos, en los que se renueva el oficio y alcanza el clima que siempre tuvo el buen periodismo: el contraste de datos sobrevenidos con la realidad de lo que ocurrÃa cuando se producÃan esas comunicaciones; el nivel narrativo que han alcanzado estos periodistas consolida una manera de hacer que se ajusta a los más rigurosos libros de Estilo. La lectura de estas historias es, con los altibajos propios del interés que cada una tenga, un ejercicio imprescindible ahora para entender qué ha sucedido en una amplia zona del occidente democrático obsesionado por rendir pleitesÃa al poder más importante de este trozo ahora tan convulso del mundo. La sucesión de cables no serÃa nada, un material simplemente, sin el trabajo de estos colegas. Llevo muchos años en el oficio, y sigo envidiando los buenos leads, las buenas historias, los titulares acertados; esa envidia es la que, por otra parte, alimenta la vocación. Y debo decir que todo lo que se ha hecho a partir de este impresionante aluvión de materiales forma parte de una lección periodÃstica que sólo la mezquindad que sucede en los arroyos turbios del oficio puede ignorar. Me gustó que en el debate sobre el asunto, oficiado el martes en CaixaForum, hubiera periodistas de distintos medios, discutiendo sin freno sobre uno de los acontecimientos más graves que el oficio ha vivido en el último siglo. Discusiones como esa avalan la vitalidad de este trabajo que es, puramente, el de decirle a la gente lo que pasa o lo que pasó. Y aquà hay bastante explicación de lo que está pasando a partir de lo que pasó, cómo la democracia abrió sus agujeros para que por ellos penetraran miserias, mezquindades y otras pleitesÃas.
La Fuerza Aérea de Estados Unidos bloqueó a su personal la visita a 25 sitios web que publican los cables diplomáticos secretos de Estados Unidos filtrados por WikiLeaks, incluyendo el del New York Times, dijo un portavoz del Pentágono este miércoles a la AFP.
La decisión implica que las computadoras de los empleados de la Fuerza Aérea no tienen acceso a portales de noticias, incluyendo The New York Times, el británico The Guardian y el alemán Der Spiegel, que han publicado los cables filtrados por WikiLeaks, dijo el coronel Dave Lapan, portavoz del Pentágono, a la AFP.
La decisión -tomada por el área de la Fuerza Aérea responsable de la seguridad y la guerra cibernética- obedece a que esos sitios publicaron información clasificada, señaló Lapan.
La Fuerza Aérea fue la única rama militar en tomar esta decisión, señaló el vocero, agregando que no habÃa emanado del Departamento de Defensa y que el Ejército, la Armada y la InfanterÃa de Marina eran libres de hacer lo mismo.
Algunos analistas calificaron la decisión de reacción “torpeâ€, y The New York Times dijo que “es desafortunado que la Fuerza Aérea de EEUU haya escogido no permitir a su personal acceder a información a la que virtualmente todo el resto del mundo puede accederâ€.