Rubens Francois I., economista, Instituto Igualdad
Las construcciones teóricas, la narrativa o el relato de lo que representa el socialismo en la actualidad ha dado lugar a respuestas de corto plazo en relación con el desempeño de los sistemas sociopolíticos existentes en el mundo, siendo, asimismo, poco lo que se aclara hacia el futuro de lo que sería o se espera de una sociedad con urdimbre socialista. Con mayor dramatismo aún el capitalismo no tiene respuesta para lo que será la civilización futura como sistema económico social.
Uno de los temas más complejos a resolver es qué fuerzas o impulsos de fenómenos actuales darán forma al futuro. Las tecnologías, la ciencia aplicada, la digitalización y la inteligencia artificial, así como los datos y su procesamiento instantáneo en cualquiera de las actividades de las sociedades contemporáneas, están dándole una nueva configuración a la vida de los habitantes del planeta. No es todo lo que afecta a la sociedad, pero, su importancia crece.
La información está cada vez más cerca para ser usada en el desarrollo del conocimiento, es decir, los datos capturados masivamente por sistemas digitales cada día están más disponibles para cualquier actividad humana que los requiera; no obstante, por otro lado, vemos un pobre desarrollo en las ciencias sociales que transformen esos datos en información relevante que permita conocer más profundamente lo que puede ocurrir en el mundo y lo que se puede hacer para revertir, imbricar, transformar o reorientar procesos societales que impidan destruir la civilización actual. Ciertamente, las actividades industrial, comercial y financiera han sabido cómo captar, crear y recrear información a través de plataformas informático-digitales capaces de procesar todo tipo de datos para lograr sus objetivos. Incluso, es cada vez más relevante la inversión en ciencia y tecnología de empresas privadas, lo que ha tenido como consecuencia, no obstante, atomizar y dispersar el desarrollo del conocimiento no facilitando con ello su integración para intentar pesquisar los patrones que están reconfigurando la arquitectura del planeta y la vida de sus habitantes.
Capitalismo de la vigilancia
El poder que han adquirido las empresas tecnológicas del área informático-digital ha puesto en alerta a políticos, académicos y gobiernos para advertir del vertiginoso desarrollo de una nueva era se está iniciando con el liderazgo y penetración de empresas que tienen acceso a múltiples datos de miles de millones de personas, empresas, universidades, gobiernos, capturados a través de internet y otras redes. Se trata según Shoshana Zuboff de la “era del capitalismo de la vigilancia”, quién denuncia una nueva forma de poder y dominación a través de mega organizaciones tecnológicas que han conseguido acceder a cualquier tipo de dato y por consecuencia a información que revela comportamientos, pensamiento, emociones, planes, actividades, descubrimientos, invenciones, en fin, de todos los que puedan estar interactuando en contacto directo o indirecto con las redes digitales.
Esta forma sofisticada del poder hace posible que empresas conozcan a cada individuo hasta en los detalles más privados y puedan usar esa información para influir en sus ideas y conductas. Rescata desde múltiples bases de datos información clave que permite construir patrones de conductas reproducibles y clonar e incluso superar capacidades humanas a través de la Inteligencia Artificial. La inversión en datos, información y conocimiento conduce al desarrollo de sistemas y artefactos con inteligencia y autonomía cuyos algoritmos de funcionamiento están en muchos casos, por sobre las reglas que el mundo se ha dado – a duras penas – para mantener la actual civilización. Esas megaempresas hoy funcionan como cualquier entidad privada y contratan mano de obra super calificada con los más altos salarios. Desde que son estudiantes destacados son observados y estimulados para llegar a integrar el staff de expertos en esas megaempresas.
Esta nueva oligarquía, la de la nueva era, está por sobre la democracia, la soberanía de países y del propio mercado. Y está en ese lugar de dominación por el carácter global de su penetración y extensión en el mundo, dado el uso y difusión de las nuevas tecnologías, como por la desregulación que existe en esa industria lo que se facilita por la pobre situación legal en el plano regulatorio y normativo. El reto no es solo para el socialismo en sus distintos matices, también lo es para los movimientos políticos que privilegian el individualismo y el mercado como las fuerzas motrices del mundo. La transformación de la actual sociedad pone en riesgo la supervivencia y podría acelerar la destrucción de la actual civilización.
Una cuestión insoslayable y de lo cual hay que estar atentos es a qué civilización quiere llegar esta nueva oligarquía y sus empleados motivados por clonar al ser humano. Con qué valores, ética y moral se podrán justificar las nuevas formas de comportamiento y estructuras sociales que se logre configurar con esta nueva forma de dominación.
Las ideas socialistas deben ser actualizadas y evolucionar para que respondan a una realidad distinta de lo que fue la revolución industrial que derivó en una lucha de clases donde los protagonistas eran los trabajadores y obreros de la industria manufacturera. Nuevas revoluciones tecnológicas han surgido después de un par de siglos de desarrollo del capitalismo a las que este sistema ha dado cabida y uso, hasta llegar a un modelo concentrador del poder económico y de riqueza a nivel global como nunca, donde una oligarquía tecnológica puede operar en cualquier país sin transferir el núcleo de su tecnología, salvo comercializar servicios, sus aplicaciones o el software bajo licencias que protegen sus derechos comerciales.
Esta oligarquía tecnológica libra una batalla creciente y permanente con los poderes geopolíticos y con gobiernos nacionales y supranacionales que intentan proteger su seguridad y soberanía como a la población de sus países por el uso de información estratégica o crítica, información que puede dirigirse a cualquier propósito, incluso, a la desestabilización y quiebre institucional de un país.
La globalización dejó a un mundo interconectado en todos los puntos geográficos imaginables. Esto se logró con tecnología y así Internet condujo a penetrar cada uno de esos puntos hasta llegar a cada individuo y familia con la posibilidad de comunicarse entre ellos en tiempo real y construir nuevas relaciones virtuales en una nueva dimensión para la humanidad.
El poder militar
Lo que en la primera revolución industrial fue posible con la experiencia presencial de los individuos en su trabajo, dejándose constancia en los textos de libros, revistas y diarios de lo que ellos pensaban, producían, acordaban, creaban, organizaban e informaban; en esta nueva era de la revolución digital todo se registra y puede llegar a todos, instantáneamente, ampliándose sin límites la capacidad de almacenar, procesar y difundir datos, información y conocimiento. Lo que llega a un usuario cualquiera es finalmente información cuya validación queda sujeta al nivel de su procesamiento que tenga ese usuario final. La experiencia indica que la información falsa tiene el mismo poder que la que no lo es, en consecuencia, esto conlleva nuevos escenarios, donde los fake news pueden llegar a dominar el contenido de las comunicaciones en grandes poblaciones humanas.
Ligada a la industria de las tecnologías digitales está la industria militar la que ha permitido el desarrollo de un poder militar altamente destructivo, en gran medida, gracias a la disponibilidad y uso de dispositivos y armamentos con tecnología digital, teledirigidos, que usan el ciberespacio como medio para dar con y destruir objetivos que ocupan pocos metros cuadrados y pueden estar a cientos de quilómetros o destruir drones y misiles que provengan del enemigo usando las mismas tecnologías.
Sin embargo, no todo es un potencial riesgo para la humanidad con la irrupción de las tecnologías digitales. Los beneficios del desarrollo de la ciencia y de las tecnologías digitales puede abrir un nuevo escenario, un nuevo mundo. Así es como la computación cuántica podrá ser un significativo paso adelante para la ciencia y la investigación en todas las áreas del conocimiento, especialmente, para la búsqueda de nuevo conocimiento, lo que hace más urgente impulsar un cambio fundamental en la relación de la sociedad con el sistema socioeconómico tal que permita humanizar y prolongar la vida del planeta y la de sus habitantes.
La reflexión precedente nos obliga a explicar qué significa, entonces, en estos tiempos el socialismo. Sin lugar a duda, es una ideología, tan legítima como otras, que se enriquece constantemente apoyada en el conocimiento científico, el espíritu humanista interviniendo en la política y en la lucha por el poder para superar la civilización actual con más igualdad, más inclusión, más justicia, impulsando el consenso en esos principios para revertir el riesgo de destruir la vida de la humanidad y del planeta en todas sus formas. Es la respuesta a la destrucción que se lleva a cabo con el sistema capitalista que ha conducido con su modelo productivo y su ideología a desastres como el cambio climático, migraciones y a crecientes conflictos bélicos con grandes ganancias de las industrias que profitan de ello.
El sistema capitalista irá migrando gradualmente conforme se vaya agotando la capacidad de sobrevivir en medio de la destrucción que generan las guerras, los fundamentalismos y el propio ADN del sistema capitalista que conduce, sin la intervención de las fuerzas del socialismo, a la destrucción de su propia base material y social al privilegiar el egoísmo, la codicia, la ambición y el poder. Hoy el capitalismo se asocia a una cultura occidental y cristiana que genera una ideología basada en el individualismo, la libertad de elegir y en la propiedad privada, pero, que está involucrada en la destrucción del medio ambiente, en la destrucción de la democracia, en la intervención en gobiernos y en el genocidio de pueblos y países enteros, toda vez que están en juego los intereses económicos de las oligarquías dominantes.
El socialismo debería ser una respuesta a la ideología capitalista, su papel es superarla en tanto fuente de valores, principios y en entregarle un mejor destino a la humanidad. El capitalismo ha permitido un innegable progreso material y tecnológico, asimismo, el mercado ha sido una pieza clave como una forma de organización social para lograrlo. Sin embargo, su desarrollo se ha fundado en favorecer el individualismo, dejando atrás a miles de millones de seres humanos sin las mismas oportunidades. La desigualdad producto de la concentración de la riqueza en el sistema capitalista está ligada a que el acceso al conocimiento, en especial el conocimiento científico y las tecnologías derivadas de aquel, sigue siendo un activo individual y no colectivo.
Conocimiento colectivo
Como lo afirma economista Ha-Joon Chang, el conocimiento individual no conduce al desarrollo, sí lo hace, el conocimiento colectivo. Pero, este conocimiento colectivo no es posible lograrlo sin la activa intervención del estado. Crear las condiciones para ampliar la base y el contenido del conocimiento es una inversión que debe impulsarla el estado y en gran medida esto implica comprometer a las empresas a trasferir conocimiento y tecnología a empresas más pequeñas que integran las cadenas de valor para estimular la innovación y el emprendimiento. No se lograr mayor productividad sin conocimiento colectivo. Se trata de un proyecto que integra al estado con privados, pero, si el sector privado no se interesa en ese propósito, será el estado que tome la iniciativa de emprender un proyecto industrial de largo aliento, incluso, sin tener necesariamente desde el inicio ventajas competitivas.
La afirmación de Friedrich List, citado por Chang, «patear la escalera» por donde subir es lo que ocurre según estos autores con los TLC las normas de la OMC. Los actuales países más desarrollados lograron ese estatus con el apoyo fuerte del estado. Sin embargo, en los TLC y TTP se induce a respetar la libre competencia, lo que inhibe al estado y a proyectos que estarían en una posición monopólica y/o con predominio de la participación o control del estado en países emergentes.
En el socialismo – en tanto proyecto político – debería confluir lo mejor de las ideas, conocimiento, valores y principios provenientes de la ciencia, la religión, la filosofía y el arte, como también lo que se pueda rescatar tanto de la propia experiencia de los desastres y destrucción que ha vivido la humanidad y el planeta al igual como el rescate de las grandes creaciones humanas que le han dado belleza, bienestar, calidad de vida y sostenibilidad a la actual civilización. El socialismo debe ser la respuesta a la anomia en la que se encuentra la sociedad, prisionera de la ideología que ha sido capaz de crear el sistema capitalista con su penetración en el mundo político.
Las formas oligárquicas que ha creado el capitalismo han surgido mediante la concentración de la riqueza que este sistema ha generado en su desarrollo, produciendo un tipo específico de renta del capital en cada etapa. Hoy, la tecnología digital, basada en el conocimiento científico de muchas disciplinas, es la base material de la oligarquía económica más poderosa en el planeta, asociada a gobiernos que comparten la ideología que recrea el sistema capitalista, ideología exenta de valores humanistas, que estimula el individualismo sin reconocer los efectos de la concentración de la riqueza ni de la exclusión social que produce.
La ideología del neocapitalismo se ha hecho camino y espacio en el estudio de la economía y se le ha ido dando el carácter de teoría inamovible y única a un modelo que vende su lógica como si fuera conocimiento científico inobjetable o su relato tuviera el máximo rigor técnico. Las reglas que establece este modelo han ido reduciendo las variables explicativas, de modo que como consecuencia lo que necesita explicar lo hace con una deficiente capacidad predictiva al dejar fuera variables que no se consideran relevantes, por considerarlas variables no técnicas, o sea, aquellas del ámbito de lo social y lo político.
Un ejemplo clarísimo es lo que intentan los Bancos Centrales al tratar de controlar la inflación, como foco de lo macroeconómico, al fijar una tasa de interés referencial (PPM) que se establece para el sistema financiero nacional para conseguir acelerar o frenar la actividad económica, a través del costo del crédito. Lo mismo ocurre con el valor de la divisa de referencia como el dólar cuyo valor los Bancos Centrales intentan regular comprando o vendiendo dólares.
Mientras menos intervención del Estado, mientras menos regulaciones tenga el mercado, mientras menos impuestos aplique la autoridad económica, el mencionado modelo dará sus mejores frutos, dicen sus defensores. El punto crítico es que toda acción que se salga de ese marco se considera una intromisión política, una incursión ideológica, vale decir, una intervención que sólo perturba o desvía el comportamiento normal de las leyes naturales, invisibles e inequívocas del mercado – que por lo demás no tienen referentes empíricos – y que estarían por sobre los derechos sociales. La negación de la intervención del estado es la respuesta del neoliberalismo cuando se quiere fijar un salario mínimo u otorgar capacidad de negociación de los sindicatos. Lo mismo, para darle una buena educación gratis a los niños y jóvenes y mejores pensiones a la población más vieja, sin distinción de clase social.
El socialismo se debe consolidar en una fuerza que estimule y aproveche el desarrollo de las fuerzas productivas al incorporar en la economía un nuevo modelo que amplifica y potencia la capacidad de los recursos, su productividad y su compromiso social al vincular la economía con las personas y sus organizaciones, haciéndolas protagonistas de la innovación y del emprendimiento, así como del logro del objetivo común de mejorar la calidad de vida y el bienestar de toda la población en armonía con el medio ambiente y los ecosistemas sociales, naturales y culturales.
El socialismo en sus más diversas vertientes deberá ir desarrollándose y adentrándose en el sistema económico capitalista para construir un nuevo modelo de desarrollo basado en la combinación de la economía con lo social, lo cultural y lo ambiental. Será la nueva política del socialismo, como instrumento de lo anterior, que logre construir al tiempo y ritmo del desarrollo de la ciencia y la tecnología, junto a los valores y principios democráticos y humanistas, lo que permitirá una mejor convivencia humana, basada en la tolerancia y el diálogo que finalmente conduzca a una nueva era civilizatoria de paz, justicia, igualdad y prosperidad. RFI17042024