Artículo de Sergio Arancibia publicado en las páginas digitales de EL MOSTRADOR el día 19 de Junio 2023.
Hay varios países – sobre todo del ámbito latinoamericano – que analizan la idea de realizar su comercio con China en yuanes, y ya algunos incluso han dado pasos en esa dirección. Chile hasta ahora ha guardado un respetuoso silencio respecto a estas iniciativas que se llevan adelante por parte de países amigos de la región. Para entender los pro y contra de esas iniciativas veamos en concreto cual es la situación que enfrenta Chile en esta materia.
Según los datos relativos al año recién pasado, Chile exportó a China una serie de bienes que suman un valor total de 25.260 millones de dólares.
En ese mismo período Chile importó desde China la suma de 15.783 millones de dólares.
La suma de las ventas chilenas a China es, por lo tanto, sustantivamente superior a las compras que Chile realiza en ese país.
Si China paga sus compras a Chile en dólares, y Chile, a su vez, hace lo mismo con sus compras a China, entonces al final del año queda en poder de Chile una cantidad de 9.477 millones de dólares, con los cuales Chile puede hacer lo que buenamente estime conveniente. Puede, por ejemplo, comprar bienes y servicios en Estados Unidos, o en América Latina, o en una cantidad grande de otros países de todo el mundo, que compran y venden en dólares. Esa es la situación que impera hoy en día para Chile.
Si Chile recibiera yuanes por sus ventas a China y utiliza una parte de esos yuanes para realizar compras en ese país, igual se quedaría al final del año con una cantidad equivalente a los 9.477 millones de dólares que ya hemos mencionado. Pero ahora ese valor quedaría concretado en la forma de yuanes, con los cuales no tendría los mismos grados de libertad que cuando tenía dólares. No todos sus actuales socios comerciales están dispuestos a recibir yuanes por las ventas que hagan a Chile. Si eso es así, el mercado internacional se reduciría para Chile para efectos de sus compras.
Hay, indudablemente, algunos países que recibirían sin problemas yuanes por sus ventas a Chile, pues con esos yuanes podrían, a su vez, comprar bienes a China. Pero no siempre le compramos muchos bienes a esos países – ni en dólares ni lo haremos en yuanes – a menos que los productos que ellos vendan sean lo suficientemente competitivos en el mercado internacional, en calidad o en precio. No le convendría a Chile tener que cambiar de proveedores en el mercado internacional, y pasar a descansar en proveedores de menor competitividad, solo para poder pagarle a estos últimos en yuanes.
Distinto podría ser el caso si Chile no solo estuviese interesado en vender y comprar bienes a China, sino que, además, con el saldo de esas operaciones comerciales, realizar inversiones directas en China, pero para ello hay que tener la tecnología y el tamaño de operaciones compatibles con las características y las dimensiones actuales de la economía china.
Si Chile tuviera un saldo negativo en su comercio con China – si comprara más que lo que vendiera a dicho país – como les sucede a muchos países latinoamericanos que hoy en día analizan la posibilidad de yuanizar su comercio exterior, el saldo negativo generaría una deuda, en yuanes o en dólares. Los chinos pueden dejar generosamente que esa deuda crezca y se acumule, hasta que vengan tiempos mejores. También podrían exigir que Chile pague esa deuda con los dólares que reciba del saldo comercial positivo que genere su comercio con el resto de sus socios comerciales.
La otra situación posible sería que la deuda que Chile acumule con China se pueda saldar con inversiones de China en territorio chileno, lo cual tiene las ventajas propias de toda inversión extranjera, pero tendría el inconveniente de que un país altamente endeudado tiene poca capacidad de negociación con el país acreedor.
Sin duda, hay países de la región que se encuentran en este segundo escenario, y tomarán las decisiones que estimen convenientes de acuerdo a como les apriete el zapato. Pero Chile no parece estar en esa situación, y puede seguir con atención, pero sin preocupación, la yuanización de sus vecinos. Lo más probable es que todos ellos, en su comercio con Chile – e incluso en su comercio entre ellos mismos – seguirán vendiendo y comprando en dólares.