Consecuencias políticas y económicas de la sequía

Por Sergio Arancibia 


La superficie sembrada con cultivos anuales –estadísticas que dejan fuera a los cultivos permanentes– ha presentado una tendencia a la baja en el transcurso de los últimos años. De 684.552 hectáreas que se sembraron en la temporada agrícola 2016-2017, se pasó, en la temporada agrícola 2021/2022, a la cifra de 536.474 hectáreas, es decir, casi 150 mil hectáreas menos, lo cual es una cantidad muy grande para una agricultura como la chilena.

Entre esos cultivos anuales cuya siembra ha disminuido se ubica, en forma destacada, el trigo, que ha pasado de 450.084 hectáreas en el período agrícola 2016/2017 a 375.756 hectáreas en el período agrícola 2021/22. Aproximadamente 75 mil hectáreas menos. Pero todos los cultivos anuales –el maíz, las papas, el arroz– han presentado caídas similares.

Es dable pensar que esta caída en la superficie sembrada tiene que ir aparejada con las correspondientes caídas en la producción nacional. Esto último, a su vez, genera un impacto sobre las importaciones, las cuales, en lo que a trigo respecta, pasaron de 305.988 miles de dólares en el año 2017, a 422.401 millones de dólares en el año 2021.

En lo que respecta al maíz, las importaciones pasaron de 297.541 millones de dólares, en el año 2017, a 709.597 millones de dólares en el año 2021. Las importaciones de maíz han aumentado más violentamente que las importaciones de trigo, superando en valor a estas últimas.

El precio del trigo en los mercados internacionales ha venido aumentando en los últimos años. Según cifras de Odepa —con relación al trigo procedente de Argentina, que es nuestro principal proveedor—, en diciembre del 2017 el precio estaba en 177,63 dólares la tonelada, y en diciembre del 2021 ya estaba en 317,10 dólares la tonelada. En el cercano mes de marzo de este año, dicho precio llegó a 410,09 dólares por tonelada.

La teoría económica acostumbra a postular que, ante aumentos del precio de una mercancía, su demanda debe disminuir. Pero en lo que respecta a las compras de trigo eso no ha sucedido. Aun cuando el precio ha aumentado, las compras también lo han hecho, pues la producción nacional ha disminuido. La gran culpable de esta situación parece ser la sequía que golpea al conjunto del país.

Aun cuando la tendencia al alza de los precios internacionales de los productos agrícolas es una cuestión que se arrastra hace ya varios años, esa tendencia se ha agravado con la guerra entre Rusia y Ucrania. Dicha guerra afecta la cosecha, la producción, las exportaciones y la siembra de cereales a nivel internacional, pues ambos países son importantes en ese mercado. La oferta de cereales a nivel internacional será menor y su precio será mayor. Pero eso no sucederá solo con los cereales. Al aumentar el precio de estos, aumenta el valor de la tierra y, con ello, el valor de todos los productos agrícolas.

Si no fuera por la sequía, estos incrementos de los precios internacionales –presentes y futuros– deberían dar origen a un interesante proceso de sustitución de importaciones en la agricultura chilena. Cultivos que no eran rentables cuando tenían que competir con un producto internacional barato, pasan a ser rentables internamente cuando su competencia es un producto internacional sustantivamente más alto. Si no fuera por la sequía, la mera situación de precios arrastraría la producción agrícola hacia arriba.

Pero aun dentro de los límites que permite la sequía, es posible avanzar en la mayor producción de ciertos productos que sustituyan importaciones, tomando como meta, por ejemplo, las 601.874 hectáreas sembradas en el período 20/21. Esa superficie sembrada muestra que es posible aumentar las expectativas, máxime si hay un Gobierno dispuesto a apoyar activamente ese proceso, sin dejarlo exclusivamente en manos del mercado.

A los incrementos de precios se agrega el hecho de que cultivos como el trigo, el maíz y las papas –por mencionar solo algunos– son productos que se han cultivado en cantidades más grandes que las actuales en períodos recientes, lo cual implica que el suelo y los hombres están todavía en condiciones de volver a incrementar su producción, sobre todo si cuentan con los estímulos estatales que correspondan.

Pero la sequía juega en contra de todos esos planes. Sin agua, los aumentos de siembra y de producción serán más difíciles, y los precios de los productos agrícolas serán imparablemente superiores, lo cual no es bueno económica, social ni políticamente. Los aumentos de importaciones podrían ser una opción que evite la carencia de productos en los mercados, pero no podrá evitar su aumento de precios, pues este será un elemento que proviene de situaciones que caen fuera del campo de acción de la política económica nacional.

Por ello, la sequía es una situación que, de prolongarse o agravarse, puede ser altamente problemática para el Gobierno del Presidente Gabriel Boric. Ante estas incertidumbres, lo sabio es desear y actuar en aras de lo mejor, pero prepararse para lo peor. 

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