Artículo de Sergio Arancibia
Publicado en la edición digital de EL CLARÍN (Chile) el día 10 de julio de 2020.
El Gobierno ha celebrado, casi como si se tratara de un éxito, el que en el trimestre marzo-mayo del 2020 la tasa de desocupación nacional, medida a través de las cifras que entrega el Instituto Nacional de Estadísticas, INE, haya sido solo de 11.2 %. Esa tasa es de por sí elevada – cualquier gobierno la consideraría un problema grave – pero como estamos en plena crisis sanitaria, económica y social – y que amenaza con convertirse en una crisis política e institucional por la actitud que va asumiendo el Ejecutivo – se le puede considerar para este Gobierno como una cifra no demasiado mala. Sin embargo, esa cifra es altamente engañosa, y más que mostrar la realidad tal cual como ella es, la enmascara y la cubre de nebulosas.
El concepto que se denomina “fuerza de trabajo” está constituido por la suma de los ocupados más los desocupados. Los ocupados, a su vez, son los que han trabajado, en la semana anterior a la encuesta, una hora o más en alguna actividad remunerada. Basta con haber realizado cualquier trabajito, formal o informal, que dure al menos una hora, para que esa persona se considere estadísticamente como ocupada. Por ejemplo, si se quedó sin trabajo, pero en esa semana limpió un carro, o arregló un jardín, las estadísticas lo registran como ocupados, y siendo así, aquí no ha pasado nada. La tasa de desocupación se mantiene sin alzas. Pareciera que la economía sigue su funcionamiento normal, aun cuando el ciudadano haya pasado de una situación en que trabajaba 40 horas a la semana, a una situación en que trabajó escasamente una. Ocupado es ocupado. La tasa de ocupación no mide la calidad o el nivel de esa ocupación.
Bueno, los ocupados así considerados pasaron de 8 millones 942 mil ciudadanos en marzo -mayo del 2019 a solo 7 millones 450 mil en el mismo período del 2020. Un descenso de 1 millón 492 mil personas. Estaban ocupados y ahora no lo están. Tampoco se murieron. Cualquiera diría que están desocupados. Pero las estadísticas no dicen eso pues los desocupados, a nivel nacional, aumentaron, de un año al otro, de 801 mil personas, a 940. mil. Solo 139 mil desocupados más.
¿Y qué pasó con el millón 400 mil que estaba ocupados y dejaron de estarlo? Pues desaparecieron de la fuerza de trabajo, a través de un procedimiento muy sencillo. Si no están buscando trabajo en forma activa, no están ocupados ni desocupados. Están fuera de la fuerza de trabajo. No pesan en las estadísticas. Es decir, por ejemplo, si un millón y medio de chilenos se quedaron sin trabajo como efecto de la crisis, pero no han salido a buscar trabajo en forma activa – porque en los tiempos actuales lo consideran infructuoso o inútil, por cuanto la inmensa mayoría los mercados laborales están cerrados y/o o su comuna está en cuarentena – entonces salen de la fuerza de trabajo.
Si a los 940 mil desocupados oficiales – que buscaron trabajo activamente – les sumamos por lo menos un millón de trabajadores que fueron cesanteados pero que no han buscado trabajo, la tasa de desocupación por lo menos se duplica, y alcanza niveles superiores al 23 % a nivel nacional. También hay que sumar a aquellos trabajadores que figuran como ocupados pero que en realidad trabajan muy pocas horas, pues el mercado laboral no da para más. Desde un punto de vista real, esa última categoría de trabajadores está más cerca de la desocupación que de la ocupación.
A todo lo anterior, hay que agregar esa extraña categoría hoy en día existente de trabajadores que están sin trabajo, pero mantienen una relación contractual con su empleador – trabajo suspendido – que ya hoy en día son más de 650 mil. Con ellos, la cifra de desocupados se incrementa más aún.
En síntesis, aun cuando se intente tapar el sol con un dedo, la tasa de desocupación y el nivel de la crisis es mucho más grave que lo que parece en las cifras y los discursos del Gobierno. Ese total de desocupados reales son los que la están pasando más mal en los tiempos actuales y deberían ser los beneficiados fundamentales de las políticas económicas que se lleven adelante en este período de contención de la pandemia.