La tumba del siglo X, conocida como Bj 581, se descubrió por primera vez en la isla sueca de Bjorko a fines del siglo XIX. Los artefactos encontrados en la tumba indicaban que pertenecía a un guerrero vikingo de alto rango, que, durante más de un siglo, se supuso erróneamente era un hombre. El equipo de investigación, a través de sus propios supuestos culturales, en una sociedad occidental con roles de género estrictamente definidos, no pudo ver a Bj 581 como una mujer. No fue hasta casi cien años después, en 1970, que algunos estudios antropológicos cuestionaron esta versión, afirmando que el análisis osteológico indicaba que Bj 581 era en realidad una mujer. Sin embargo el debate continuó en la comunidad científica, que se inclinaba a ver solo a los hombres como guerreros. En 2017, sin embargo, el resultado de un análisis de ADN confirmó que el esqueleto encontrado en Bj 581 correspondía a una guerrera vikinga. A pesar de los sólidos datos, algunas voces han llegado incluso a sugerir que las pruebas de ADN serían erróneas, y que probablemente los huesos del “guerrero” vikingo, se mezclaron con huesos de otra tumba desde su descubrimiento original en 1889, pero esto ha sido descartado, puesto que solo había un conjunto de restos humanos en la tumba. Probablemente, de no haberse conservado el esqueleto y solo los artefactos hubieran resistido el paso del tiempo, la tumba y su contenido se hubiera atribuido a un hombre, porque la actividad militar aún hoy se presume como exclusivamente masculina. Esta y otras suposiciones con respecto a los roles de género, explican por qué se conoce tan poco el rol de las mujeres en la guerra de Arauco o en las guerras mundiales. La presuposiciones estereotipadas no solo invisibilizan a las mujeres en el registro histórico, sino que además nos llevan a un pobre entendimiento de las sociedades pasadas, sus complejidades y evolución, lo que impacta en la vida de las mujeres, todos los días.
Existen muchos ejemplos en los que los sesgos de género no solo borran a las mujeres de la historia, sino que también las ponen en peligro. Hasta hace muy pocos años, en la industria automotriz, los maniquíes utilizados para pruebas de choque y valoración de los elementos de seguridad de los automóviles, estaban basados exclusivamente en la anatomía y la biomecánica masculina promedio. Como resultado, las mujeres fueron más susceptibles a sufrir lesiones graves, incluso algunos estudios indican que un 47% más que los hombres y de morir con mayor frecuencia en accidentes automovilísticos. Por otro lado, las mujeres que se desempeñan en las fuerzas de seguridad y de orden alrededor del mundo, continúan usando implementos de seguridad, como chalecos antibalas, que no se ajustan a su anatomía, siendo infectivos y por lo tanto poniendo sus vidas en riesgo.
En Chile, como en gran parte del mundo, las dos primeras causas de muerte en mujeres son las enfermedades del sistema circulatorio y los tumores malignos. Sin embargo, las mujeres han estado subrepresentadas e incluso excluidas de la investigación, sin recibir terapias basadas en evidencia, ignorando sus necesidades complejas de salud, con graves consecuencias. Quizás la más alarmante es que el único corazón artificial aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), utilizado para evitar que pacientes mueran de insuficiencia cardíaca mientras esperan un trasplante, es demasiado grande para la mayoría de las mujeres. Esta es sólo una de las puntas, de un inmenso iceberg, en que el sesgo de género determina el diagnóstico de la enfermedad cardíaca, el tratamiento y las posibilidades de integrar una lista de espera para un trasplante. Hombres y mujeres reciben diferentes cuidados frente a un infarto, las mujeres tienen más probabilidades de ser diagnosticadas erróneamente. Más grave aún, algunos estudios han comprobado que los hombres tiene más probabilidades que las mujeres de recibir aspirina, ser reanimados o ser llevados al hospital en ambulancias con luces y sirenas. Lamentablemente la mayoría de las muertes por ataques cardiacos ocurren antes de que la persona llegue a un centro asistencial y recientes investigaciones han mostrado que las mujeres tienen menos probabilidades de recibir reanimación cardiopulmonar de un transeúnte, por temor a tocar el pecho de una mujer o ser denunciados de agresión sexual. Como si fuera poco, el sexo del médico podría afectar las posibilidades de que una mujer sobreviva a un ataque cardíaco, siendo mayor su sobrevida cuando son tratadas por doctoras.
Los prejuicios y sesgos de género pueden distorsionar muchas de nuestras preguntas de investigación y conclusiones. La mayoría de los estudios biomédicos no informan si los resultados difieren por sexo, pasando por alto las diferencias sexuales en la genética, la fisiología y la forma en que el cuerpo responde a las drogas, poniendo en desventaja a las mujeres. Por ejemplo, el 80% de los medicamentos retirados del mercado por la FDA entre 1997 y 2001, presentaban mayores riesgos de salud para las mujeres que para los hombres. Algunas investigaciones han demostrado que las mujeres son más susceptibles que los hombres a los efectos negativos de la contaminación del aire y metabolizan los contaminantes más rápidamente, lo que resulta en una mayor toxicidad. ¿Podría esto explicar en parte porqué el cáncer en Chile ya es la primera causa de muerte en mujeres en seis regiones del país? La razón exacta sigue sin estar clara. La investigación biomédica, clínica y de salud pública es clave para obtener una respuesta, pero para ello es necesario estudiar las diferencias entre los sexos, en esta tarea el aporte de mujeres investigadoras es clave, ya que estudios recientes indican que precisamente son ellas quienes más informan diferencias de sexo en sus investigaciones y publicaciones científicas.
Es un hecho comprobado que la excelencia en investigación va de la mano con la diversidad, sin embargo en Chile la tasa de investigadoras es la segunda más baja de américa latina y el caribe, no superando el 32%. Las investigadoras chilenas tienen que superar el bullying, los estereotipos y el abandono institucional, con trayectorias marcadas por el abuso y el reconocimiento desigual de méritos, siendo sistemáticamente pasadas por alto para la promoción académica. Mientras las universidades no revisen exhaustivamente, entre otras, sus estructuras de promoción para garantizar «una verdadera igualdad de oportunidades» y no proporcionen a las mujeres estabilidad financiera y apoyo profesional desde los estudios de posgrado hasta las primeras etapas de la carrera académica, difícilmente superaremos la brecha.
La investigación en todas las áreas del conocimiento es clave para reescribir la historia, construir nuestras ciudades, disfrutar de las artes, mejorar la calidad y expectativa de vida y alcanzar el desarrollo social y económico sostenible. Para el Estado chileno debe ser una prioridad terminar con el sexismo sistémico que impregna el sistema I+D+i nacional, es urgente transformar un espacio que está plagado de injusticias y prejuicios. Un mundo construido en torno a datos masculinos está negando a la mitad de la población la oportunidad de beneficiarse del conocimiento y las innovaciones tecnológicas, si queremos ser un país desarrollado es hora de dejar de concebir a la humanidad casi exclusivamente masculina.