Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL CLARÍN (Chile) el día 01 de febrero de 2021.
Nunca está de más hacer un repaso de los elementos fundamentales que caracterizan hoy en día nuestro relacionamiento comercial con el exterior, pues lo que sucede en ese frente determina mucho de lo que pasa – o puede llegar a pasar – en la economía interna del país. Eso se facilita en estos momentos por cuanto, habiendo terminado diciembre, se dispone de cifras que abordan el conjunto del año 2020.
El valor total de nuestras exportaciones en el año 2020 fue de 71.728 millones de dólares, según los datos entregados por la Subsecretaria de Relaciones Económicas Internacionales. Eso implica un incremento de las exportaciones nacionales de un 2.6% con relación al valor que ellas alcanzaron en el año 2019. Exhibir un resultado positivo en materia de exportaciones es importante, pues el conjunto de América Latina y el Caribe, según cálculos todavía tentativos de la Cepal, terminarán el año 2020 con una caída de 13 % en sus ventas externas, y el mundo en su conjunto se contraerá en materia de comercio exterior en un 9%.
Ese resultado positivo de las exportaciones chilenas tiene explicaciones, como todo en la vida. No se trata de que seamos los tigres de América Latina, ni que seamos un oasis político y económico en la región. La razón es mucho más simple. Nuestras exportaciones están altamente concentradas en un solo producto, y ese producto está gozando de una elevada demanda internacional proveniente fundamentalmente de la economía china, que ha crecido en el año 2020 a pesar de la pandemia y de la recesión mundial. Las exportaciones totales de cobre, en el año 2020 sumaron 36.337 millones de dólares, cantidad superior en un 8.3 % al valor de ese metal exportado en el año 2019. Poco más del 50 % de nuestras exportaciones está constituido, por cobre. Eso implica que lo que suceda con el cobre define en alta medida lo que sucede con el conjunto de las exportaciones chilenas, pues no hay otro producto que tengan un peso o una ponderación tan grande en las cuentas externas del país.
Y el incremento del valor total de las exportaciones de cobre obedece a incrementos en el precio promedio internacional de 2.7 % a lo largo del año y a un incremento de 0.6 % en los niveles físicos de producción, con respecto al año anterior.
Pero no crean – sobre todo los que vivieron la nacionalización del cobre – que todo ese cobre que se exporta ha sido producido por agentes económicos chilenos. Menos de un tercio de la producción de cobre está en manos de Codelco. El resto, los dos tercios restantes de la producción están en manos de compañías extranjeras privadas, que explotan yacimientos tales como La Escondida, Collahuasi o Los Pelambres.
Tampoco crean que las exportaciones de cobre están compuestas por esos lindos lingotes de metal rojo, uno sobre otro, que muchos creen un símbolo de la industria cuprífera. No. Se trata, la mayor parte, de rocas, piedras y arena, con alto contenido de cobre, tal como ello sale de la mina, que es molido y enviado por tuberías al puerto de embarque. Se trata de concentrado de cobre, que en el 2020 sumó 20.020 millones de dólares, lo cual representa el 55 % del total de las exportaciones de cobre.
No se crea tampoco que cualquiera que sea el dueño de la mina, siempre deja grandes ingresos al Estado chileno por concepto de impuestos. En materia de impuestos, no es lo mismo la minería privada que la minería estatal. Esta última, en el mediano y largo plazo, genera muchos más aporte a las arcas fiscales que la minería privada, a pesar de que está genera el doble de producción que la minería estatal.
En síntesis, seguimos siendo altamente dependientes de un solo producto – al cual un año le puede ir bien en el comercio internacional, y otro año le puede ir mal – que está en lo fundamental en manos de compañías extranjeras, que tributan poco al fisco nacional, y que exportan el producto que extraen con escaso nivel de manufacturación y de agregación de valor a nivel nacional. Toda esta situación exige un modelo diferente de desarrollo, que diversifique las exportaciones, genere un mayor dominio sobre nuestras riquezas básica, redefina todo el sistema de concesiones mineras, incremente los patrones tributarios y potencie la industrialización y la agregación de valor nacional a las exportaciones. ¿Qué se podrá hacer al respecto en la Convención Constituyente?