Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL CIUDADANO, el día 29 de agosto de 2020.
El Instituto Nacional de Estadísticas, INE publicó en esta semana los datos sobre ocupación y desocupación correspondientes al trimestre mayo-julio del presente año. Allí se evidencia la dramática situación que presenta el país en esta importante materia.
Las primeras cifras al respecto señalan que hay 7 millones 74 mil personas ocupadas y 1 millón 65 mil personas desocupadas. Esta última categoría está conformada, a su vez, por los cesantes, es decir, los que estaban ocupados pero dejaron de estarlo y por los que buscan trabajo por primera vez.
Pero hace un año atrás, en mayo-julio del 2019, la fuerza de trabajo estaba constituida por 9.638.100 personas en todo el país. Un año después la fuerza de trabajo alcanzaba solo a 8.138.640 personas. Lo normal en todo país, es que la fuerza de trabajo vaya aumentando de año en año, sobre todo debido al aumento de la población. Pero en Chile la fuerza de trabajo disminuyó en casi 1 millón 500 mil personas, que corresponden a personas que estaban trabajando hace un año atrás, o que buscaban hacerlo, y que ahora no solo no están trabajando sino que tampoco buscan hacerlo. Se aburrieron de buscar trabajo, pues pasaron a considerarlo una actividad inútil, dada la situación del mercado laboral. Pero es dable suponer que son personas que estarían dispuestas a trabajar, o a buscar trabajo, si el mercado laboral se presentase más propicio. Por lo tanto, al millón 65 mil personas oficialmente desocupadas es posible sumar el millón y medio que salió de la fuerza de trabajo, habiendo pertenecido a ella en un pasado reciente.
A todo lo anterior hay que agregar que de los 7 millones 73 mil personas que figuran estadísticamente como ocupadas hay un 18.9 % que en realidad lo está en la extraña categoría de los “ocupados ausentes”, que son aquellos que mantienen una relación contractual con su empleador, pero en la práctica no están laborando, sino que están acogidos a la ley de protección del empleo. Esos suman 1millon 336 mil personas – un 18.9 % de los ocupados – que hay que sumarla a los desocupados.
Con todas esas consideraciones podemos decir que los oficialmente desocupados (1.065.450 personas), más los que abandonaron el mercado laboral y dejaron de ser parte la fuerza de trabajo (1.500.000 personas), más los ocupados ausentes (1.336.000 personas), suman 3 millones 911 mil personas. Como proporción de la fuerza de trabajo actual (8.138.640 personas) eso significa un 48 % de la fuerza de trabajo. Cómo porcentaje de la fuerza de trabajo de hace un año atrás (9.638.100 personas) que constituyen el universo de los que podrían componer la oferta de trabajo, los desocupados significan un 40 %. Se trata de cifras muy altas, casi desconocidas en la economía chilena, pero si el INE no ha mentido ni se ha equivocado, este articulista tampoco.
A todo lo anterior se puede agregar, siempre según el INE, que el 38 %de los ocupados ausentes declaran que su nivel de ingreso ha disminuido en relación al año anterior, así como el 28% de los ocupados presentes, lo cual muestra que la caída del ingreso no solo es la obvia situación de los que están desocupados, sino que también es una situación que acompaña a los ocupados.
Toda esta situación es un cuadro muy grave – en realidad una auténtica catástrofe nacional – y no se trata de una situación coyuntural que pueda solucionarse en un futuro cercano. Todo parece indicar que volver a situaciones normales en términos de empleo será una tarea de la sociedad chilena para los próximos dos o tres años, por lo menos, siempre y cuando se lleven adelante programas específicamente encaminados a enfrentar este problema. Si alguien en las alturas sigue pensando que esto se soluciona mediante el libre funcionamiento de las fuerzas del mercado, entonces solo cabe esperar que Dios nos pille confesados.
Foto por The New York Public Library en Unsplash