Denisse Hernández, Programa Mujeres, Géneros y Equidad de Igualdad
El juicio por la violación de Antonia Barra, y otros abusos sexuales que se le imputaban a Martín Pradenas, nos mantuvo en alerta toda la semana, marcó un antes y un después respecto a la atención pública que la ciudadanía y los medios de comunicación ponen sobre los poderes del Estado en sus decisiones, y cuánto urge un cambio estructural y transversal en el Poder Judicial con respecto a la perspectiva de género al momento de la investigación, de los alegatos y de las propias sentencias.
Pues bien, cuando en el debate feminista plantemos la necesidad de tener una mirada diferente en los juicios donde existe violencia de género, nos referimos exactamente a lo que sucedió esta semana en Temuco, qué debe existir una formación relevante y obligatoria en el derecho sobre la justicia y el género.
Hasta el día de hoy la carrera de Derecho no contempla en su malla curricular, por regla general, ningún ramo que trate la formación de profesionales en pregrado con una perspectiva de género, y tampoco incorpora alguna asignatura que releve la importancia y la transversalidad de este tema en todas la ramas de nuestra legislación actual. Posterior a eso, en la propia Academia Judicial, institución que forma a las y los jueces que deben aplicar las leyes a los casos concretos, tampoco se les forma en materias de género, por lo tanto, el conocimiento al que se accede en esta materia, pese a varios esfuerzos, sigue siendo hasta el día de hoy autodidacta y/o voluntario. Sin mencionar que las leyes que deben aplicarse en los casos, varias son con vacíos legales que dejan en desprotección a las víctimas de violencia de género y son hechas en un poder del Estado donde la presencia de las mujeres no sobrepasa el 24%.
Consecuencia de todo lo anterior es lo que observamos en la audiencia de formalización de Martin Pradenas, donde el abogado defensor del imputado hizo uso y abuso de una serie de prejuicios sexistas respecto a la víctima, denigrando y humillando a quien se vio afectada en absoluto por su defendido. El juicio dio lugar a una condena dictada por un juez sin visión de género, que estimó que el acusado no era un peligro para la sociedad, aun cuando se lograron demostrar las pruebas del delito de violación contra Antonia, y una serie de abusos que se calificaron prescritas (en ninguna forma esta figura refleja la inocencia del imputado) y otros donde se juzgó que el consentimiento de la víctima, el cual no había sido claro y el prontuario sexual anterior de otra de las víctimas. Un Juez sin aprendizaje de género consideró que Pradenas no debía ir a prisión preventiva (medida extrema que tiene nuestro Proceso Penal, con causales claras que si se cumplían para otorgarla este caso) siendo que la familia y el acusado confesaron la destrucción de pruebas importantes para la investigación, borraron fotos y conversaciones que lo inculpaban.
La respuesta del Movimiento Feminista no se demoró, y las mujeres salimos aún en medio de la pandemia a expresar nuestra disconformidad. Hace mucho que la toma de conciencia de la opresión patriarcal se ha masificado y se ha transformado en movilización. Tal como coreábamos junto a Las Tesis el año pasado, salimos a decir que El patriarcado es un juez, y esta vez tenía nombre y apellido.
Hoy, con el estómago apretado, estuvimos pendientes de la apelación que vería la Corte de Apelaciones de Temuco, esperando que a pesar de que el Derecho nos pone todo en contra pudiéramos avanzar algo en la reparación al daño que el Sistema Judicial le ha hecho a las mujeres en nuestro país. Miles de mujeres hoy recibimos como una luz de esperanza cada argumento y palabra del juez que esta vez sí aplicó la ley como corresponde, que sí interpretó los Tratados Internacionales que buscan resguardar que las mujeres vivamos en un espacio sin violencia, aquella convención que las abogadas feministas repetimos como un mantra “La Convención Belém do Pará”. El magistrado de la Corte de Apelaciones logró en el considerando cuarto de la sentencia replicar la segunda parte del himno que hace días salimos a gritar, la culpa jamás será de la víctima, no importa el estado en que se encuentre la mujer, no será entendido bajo ninguna forma como un consentimiento anticipado para abusar de ella.
Es sobre esto de lo que hablamos cuando nos referimos a la Justicia con perspectiva de género, la magistratura lo dejó claro en su considerando sexto: “Que, para la determinación de la medida cautelar aplicable, debe tenerse en especial consideración el contexto en el cual se produjeron las diversas agresiones sexuales que son encuadrables dentro del fenómeno de la violencia de género, cuyo concepto obliga a esta Corte a ampliar el análisis a su procedencia en nuestra Legislación Nacional y Convencional, respecto de conflictos como el sometido a la presente decisión”.
Hoy tuvimos la fortuna que la decisión de dejar en libertad a quien es un peligro para las víctimas que aún viven, sus familias y la de Antonia, pero sobretodo para el resto de las mujeres, recayera en un abogado más capacitado y formado en teoría del género, lamentablemente sabemos que esto es solo la excepción a la regla.
Hoy más que nunca, urge incorporar la formación de género en todos los escalafones tanto de las carreras de Derecho como en la Academia Judicial, porque Antonia Barra forma un precedente para la sociedad y la justicia debe estar siempre alerta.
Lo hemos dicho, no volverán a tener la comodidad de nuestro silencio en ningún espacio, y esto implica también el ámbito judicial. Mientras la justicia cambia (porque debe hacerlo) nosotras estaremos presentes y pendientes para que esto jamás vuelva a suceder.
#JusticiaParaAntonia