Álvaro Vargas Riquelme
Magister en Ciencias Económicas.
Universidad de Santiago de Chile.
Las alertas a nivel mundial ya se han encendido, algunos economistas internacionales vaticinan que esta crisis sanitaria podría traer la mayor crisis económica desde la gran depresión de 1929, la cual desplomó el comercio internacional en más de un 50%, con todo lo que eso conlleva (caídas en los precios, en los ingresos fiscales, en la renta nacional, desempleo y hambrunas) siendo la más duradera y profunda de la que tenemos registro.
Sin duda, y sin caer en alarmismos, las condiciones del mundo hoy en día son completamente distintas a las de ese momento. La experiencia nos ha dotado de un abanico de herramientas para afrontar estas debacles, que, en aquellos años, cuando dominaba la teoría del “Laissez faire” (completo libre mercado) no existían.
Actualmente, los gobiernos de todo el mundo saben la importancia del rol fiscal y la política monetaria ante una crisis de esta magnitud. En nuestro país, las autoridades y el Banco Central ya han jugado sus cartas, tomando importantes medidas macro en esta dirección.
Resulta de suma relevancia entender que la crisis que afrontaremos tiene características únicas, que la teoría nunca había abordado, por lo cual muchas de las recetas aplicadas en las últimas décadas pueden quedar obsoletas.
La gran mayoría de las crisis que enfrentó el mundo en los últimos años fueron de carácter financiero, en donde los capitales se esfumaron, hubo crisis de liquidez y algunas empresas quebraron, lo cual trajo duras consecuencias para el empleo, el consumo y la inversión.
Para amortiguar esto, el rol de la política fiscal fue preponderante para incentivar el mercado, ya que recurrió a la inversión pública. Un ejemplo de aquello fue la construcción de infraestructura para así fomentar el empleo a través de ellas, también el aumento del aparato público para luchar contra el desempleo y reactivar el consumo. Por otra parte, el Banco central bajó la tasa de interés para incentivar la inversión privada.
¿Qué tan efectivas son estas medidas ante la crisis sanitaria actual?, ¿qué tan posible es que los pequeños empresarios puedan invertir?, ¿cuál es la posibilidad de la industria de la construcción o consumo puedan reactivarse ante la incertidumbre que nos presentan las cuarentenas totales o parciales?
Es aquí donde se hace necesario tomar medidas que puedan atenuar el impacto o redireccionar nuestra economía. Ciertamente a nivel regional no podemos esperar que el gobierno central pueda venir a solucionarnos todas nuestras dificultades, menos aún en este contexto donde las macro medidas son pensadas para aplicarse en la capital. Más aun conociendo como se han abordado otras problemáticas que nos han afectado como región, debido al desconocimiento que han demostrado las autoridades centrales.
Una economía de guerra.
En más de una ocasión se ha mencionado que frente a esta crisis mundial los países deben afrontar esto como si fuera una guerra y aplicar una “Economía de guerra” ¿A que hace referencia este concepto?
Esto poco tiene que ver con nuestras Fuerzas Armadas, o como han dado a entender impunemente algunos empresarios, con sacrificar parte de nuestra población, sino que habla de una redistribución de recursos para afrontar la crisis, tal como ocurre en las guerras, algunas empresas cambian de rubro para fabricar armas o productos de subsistencia, desde una planificación oportuna y visionaria ante los posibles desafíos venideros.
Esto ciertamente se contrapone con la perspectiva política económica preponderante que ha existido en nuestro país en las últimas décadas, en donde cada dueño de capital tiene completa libertad de invertir donde encuentren mayor rentabilidad sin sopesar el impacto positivo o negativo que esto puede tener en la sociedad en su conjunto.
No es mi idea caer en el debate del rol publico o privado, sino por el contrario buscar oportunidades dentro de los desafíos venideros que sin duda necesitarán medidas extraordinarias.
He planteado las posibles dificultades en la eficacia de la política fiscal y monetaria a nivel nacional, dada la realidad propia de esta nueva problemática (restricciones de desplazamiento y reunión). Pero como ha mostrado la historia política y económica, las crisis siempre puede ser una oportunidad para redireccionarnos y establecernos de una manera más sólida, lo que dependerá netamente de nuestra coordinación público privada y los liderazgos adecuados.
Economías de plataformas, capacitaciones y certificaciones.
Hoy en día algunos de los rubros que más han sentido el peso de esta pandemia han sido los restaurantes, el comercio y el transporte, precisamente en una región donde las aplicaciones como “Uber eats” o “Rappi” no se han atrevido a invertir. Tímidamente distintos comercios, muchas veces pequeños y tradicionales han comenzado a vender por redes sociales y algunos choferes de locomoción se han atrevido a llevar pedidos a la gente que no debe salir de su casa.
¿No se hace hoy de Perogrullo reactivar el comercio en nuestra región? Por el bien de los pequeños independientes y los trabajadores asociados, que de un día para otro se han quedado sin ingresos, ciertamente no podemos estar hasta agosto cruzados de brazos en una cuarentena total.
Y con lo anterior por nada del mundo llamo a poner en riesgo la salud de nuestra población, como por ejemplo abriendo grandes centros comerciales. Pero hay ciertas medidas que pueden reactivar nuestra economía y además protegernos.
Hablo por ejemplo de redestinar los recursos públicos a la capacitación digital de nuestros negocios regionales, redestinar el rubro de la locomoción al delivery de restaurantes, comercio y supermercados, capacitar a los comerciantes que ya han comenzado este proceso para lograr hacer esto con todas las medidas de sanidad necesarias para evitar contagios, hacer plataformas virtuales que reúnan todo el comercio local para incentivar el consumo, implementar centros de llamados para poder abrir estas nuevas formas de comercio a la gente que no esta naturalizada con la era digital, crear revistas con los comercios que están funcionando y los números de reparto para dar para los que no pueden y deben salir, capacitar y certificar a los pequeños emprendedores que han comenzado a crear insumos necesarios para esta crisis como mascarillas o protectores.
Las medidas que he nombrado anteriormente no son asistencialistas, sino que crean empleo tanto público como privado, cuidan a nuestra población y dinamizan la economía y su aplicación sólo depende del liderazgo político a nivel regional.
Finalmente quisiera hacer énfasis en que muchos de los problemas económicos que hemos enfrentado en los últimos años se han debido a no evolucionar nuestra matriz productiva, no aumentar nuestra productividad y no aprovechar la revolución digital y tecnológica en la que vivimos.
La solución a la crisis se encuentra dentro de las nuevas herramientas que el mundo nos ofrece. Por ejemplo, la creación de plataformas de “delivery” regionales, lo cual permitiría que las utilidades permanezcan aquí, podría abrir un espacio para la digitalización de nuestra economía local. Estoy seguro que la región cuenta con los profesionales adecuados para afrontar este desafío
Por último, quiero ser enfático en que tenemos dos opciones: la primera es quedarnos sentados viendo como se nos viene una crisis de gran magnitud que dejará a una gran parte de la población sin trabajo ni alimento o la segunda es adelantarnos y tomar esta crisis como una oportunidad para generar nuevos empleos y diversificar nuestra matriz productiva.