Juan Carlos Scapini S.
Economista, Área Económica Instituto Igualdad.
En una economía global y abierta, como la chilena, las PYMEs deben competir con las empresas de todo el mundo. En este contexto, el valor del tipo de cambio pasa a ser una determinante fundamental para fijar en el corto plazo cual es la competitividad del producto nacional.
Un aumento en el precio del dólar permite, por un lado, que los exportadores (fruteros e industriales) puedan recibir más pesos por cada unidad vendida en el exterior y, por otro lado, que las PYMES, vendiendo preferentemente en el mercado interno, mejoren su competitividad precio, respecto del producto importado.
El principal dilema que comporta una política de tipo de cambio flexible, como la seguida por Chile en el último decenio, es que el sistema macroeconómico encuentra su equilibrio en el corto plazo, pero no necesariamente en el largo plazo. En otras palabras, las políticas fiscal y monetaria determinan un equilibrio que no está alineado a los desafíos de una estrategia de desarrollo productivo de largo plazo, que contemple un desarrollo exportador de productos “no tradicionales”.
El resultado de un modelo con tipo de cambio “flexible” ciertamente promueve un menor nivel en la tasa de interés, pero a costa de tener que asumir una mayor volatilidad cambiaria con una consecuente pérdida de certezas en la evaluación de los proyectos de inversión, en el largo plazo. Los síntomas de la “enfermedad holandesa” se agravan, concentrándose un perfil productivo basado en la extracción de los recursos naturales.
En Chile, el tipo de cambio nominal del dólar tuvo su pic máximo en marzo del 2003, cuando se transó a $758. A partir de entonces, el tipo de cambio estuvo cayendo de manera persistente, hasta que el 3 de enero de 2011, el Banco Central resuelve adicionar reservas por US$ 12.000 MM, que realizará durante el presente año. El tipo de cambio deja de caer y estabiliza su valor en torno a los $500.
La intervención del Banco Central ciertamente ha dado un respiro importante al tipo de cambio, pero, sin embargo, esta intervención se mantendrá por solo un año. Al respecto cabe preguntarse entonces ¿Qué sucederá el próximo año (y los siguientes), con el tipo de cambio? La respuesta es simple: si no hacemos nada y si el precio del cobre sigue alto, el tipo de cambio volverá a precipitar nuevamente.
Los expertos coinciden en que el precio del cobre seguirá alto, al menos por unos tres años más, para luego descender en el mediano plazo a un nivel de US$2,59 la libra. Por lo tanto, se requiere urgente de una estrategia de desarrollo que permita al tipo de cambio y al sector productivo nacional poder sortear con éxito no solo este año sino que permita construir una mirada que tenga un horizonte más amplio.
En el corto plazo, el tipo de cambio debiera ser compatible con las posibilidades productivas nacionales, principalmente de las PYMEs. En el largo plazo, en cambio, debiera establecerse una estrategia de desarrollo productivo que genere los incentivos adecuados para un crecimiento de la productividad, donde además, de manera sistémica, se integre a las PYMEs en las cadenas productivas exportadoras.
Los últimos datos del Ministerio de Economía señalan que en Chile se invierte solo un 0,4% del PIB en I+D, situación que contrasta con el 2% y 3% de inversión que destinan los países desarrollados. Esta exigua participación de la inversión en I+D ha determinado un deterioro en el crecimiento de la Productividad Total de Factores (PTF) en los últimos años, situación que debiera ser revertida, en forma urgente.
Una política de investigación, desarrollo tecnológico e innovación debiera orientar al país hacia un tipo de desarrollo que no esté limitado a la extracción de sus recursos naturales, sino que además promueva el crecimiento del sector industrial, particularmente de la industria ligada al procesamiento de los RRNN. En otras palabras, se requiere de una política industrial donde se concentren los incentivos del desarrollo productivo y se recojan las experiencias larvadas en los últimos años de los diferentes “cluster”, existentes en las regiones chilenas.
En síntesis, las PYMEs requieren de una política de sustentación de un tipo de cambio que esté referido a un precio del cobre de largo plazo. Por otro lado, las PYMEs además necesitan de una estrategia de desarrollo productivo que sea inclusiva y donde se permita que florezca de una manera capilar el desarrollo de la PTF en la economía.
Santiago, 10 de enero 2011.