Traducido por Javier Castillo
Emanuel Rahm, Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, después de ser nominado por Barack Obama en noviembre del 2008, hizo famosa la frase “nunca querrás que una crisis grave se desperdicie”. Una creencia ampliamente sostenida en el espectro político desde la centro-izquierda hasta los conservadores dice que las crisis pueden finalmente abrir una ventana de oportunidades para erradicar la doctrina neoliberal de una vez por todas. Solamente un año y medio después de la caída de Lehmann Brothers y la consiguiente congelación de créditos que llevaron al colapso del sistema financiero mundial el 15 de septiembre del 2008, sin embargo, muchos gobiernos conspicuamente parecen creer que la crisis está casi terminada, que es hora de prepararse para la salida y reordenar las finanzas públicas. De ahí surge la pregunta: ¿está superada la crisis y la desperdiciamos? La agenda política para la reforma financiera adoptada por los sindicatos en Europa y más allá está lejos de haber concluido.
Los policymakers, con el consentimiento mutuo de las empresas y los sindicatos, dieron prioridad a la estabilización inmediata del sistema financiero global. Primero, pareció que las lecciones de la Gran Depresión de 1930 habían sido aprendidas: el ritmo de retorno a los niveles de riqueza anteriores dependen de la reparación de los daños del sector financiero y el cierre del casino, sin las cuales tales niveles podrían permanecer bajos. Con todo, el precio pagado ha sido alto: de acuerdo al FMI, el costo total de la crisis financiera alcanzará la astronómica cifra de 12 billones de dólares, que representan una quinta parte de la producción mundial anual, y, como resultado de corto plazo de las intervenciones de los gobiernos y los bancos centrales, los países del G20 encaran la peor crisis financiera desde la Segunda Guerra Mundial.
Aunque los gobiernos del G20 y dentro de Europa han trabajado para lograr una aproximación común a la regulación financiera, existe el peligro de que el momento para la reforma financiera lentamente se esfume, mientras las medidas concretas y audaces esperan. El riesgo es que los errores políticos que provocaron la crisis financiera se perpetúen a través del próximo ciclo económico de auge y caída. Ahora que los conglomerados financieros globales están siendo subsidiados por los contribuyentes y el comercio especulativo mundial ha vuelto a los niveles previos a la crisis, romper el ciclo fatal debiera ser una de las principales prioridades para los europeos y el movimiento sindical internacional.
Dentro de la Unión Europea, el reporte de Larosière, publicado en febrero del 2009, puntualizó una serie de propuestas para la regulación financiera. Sin embargo, estas fueron luego debilitadas mediante subsecuentes iniciativas legislativas presentadas por la Comisión. Peor que esto, en todo caso, ha sido el comportamiento del Consejo que ha buscado diluir el paquete de propuestas de regulación para un sistema europeo de supervisión financiera y para una directiva sobre managers de fondos de inversión alternativos (AIFM), un instrumento diseñado para regular el sistema bancario en las sombras de los fondos de cobertura y los fondos de capital privado. Por su parte, la Confederación Europea de Sindicatos (ETUC) ha dicho que el movimiento del Parlamento Europeo ha sido altamente significativo para fortalecer los términos de estos borradores legislativos y establecer una genuina autoridad europea para supervisar a los bancos, el mercado de valores, los seguros y las pensiones de jubilación. Las propuestas emitidas se refieren, entre otras cosas, a la supervisión directa supranacional de las grandes instituciones financieras transfronterizas, la autoridad para prohibir el comercio de determinados productos, y la creación de un Fondo Europeo – financiado por instituciones financieras – para proteger a los depositantes. Sólo un enfoque verdaderamente europeo de la supervisión dotado de un poder ejecutivo puede resultar eficaz para contrarrestar el arbitraje regulador.
Sin embargo, el resultado del debate del Parlamento Europeo sobre una regulación eficaz de AIFM está lejos de ser seguro. Con grandes cantidades de dinero en la espalda, el lobby masivo del sector de servicios financieros ha dado lugar a casi 1700 propuestas de enmienda al proyecto del Parlamento Europeo. La EUTC y sus sindicatos afiliados no pueden contrarrestar esto únicamente por la superior calidad de sus argumentos. En otras palabras, el esfuerzo por influir en el proceso legislativo en y junto a las instituciones europeas en Bruselas no es suficiente si no están respaldadas por campañas dirigidas y trabajo de lobby en los Estados miembros. Una plataforma potencialmente útil para este fin podría ser la campaña «Regular Las Finanzas Globales Ahora» que lanzó en otoño de 2009 el Foro Progresista Mundial, junto con el CES, la Confederación Sindical Internacional (CSI), UNI Sindicato Global, Solidar, el Foro Mundial de la Juventud Progresista y la Fundación para el Progreso de Estudios Europeos, y auspiciada por el Partido Verde Europeo, organizaciones sindicales nacionales, en particular, IG Metall, y distintas ONG.
Los sindicatos de toda Europa tendrán que embarcarse en la creación de una coalición más amplia cuando se discuta la reducción de tamaño del sector financiero y una reversión del golpe de estado «tranquilo» (Simon Johnson) organizado por la oligarquía financiera y que está bloqueando la reforma esencial. En el mejor de los casos, tal coalición que debiera abarcar intereses que son sociales, políticos y económicos, como las PYME, las mutuales o los bancos de ahorro. Si bien se ha convertido en una práctica común entre los políticos de toda Europa y los países industrializados del G-20 poner de relieve que los grandes bancos tendrán que pagar su justa parte de la carga, no hay acuerdo sobre qué medida(s) se aplicaran y cómo se evitarán los impuestos, en otras palabras, sobre cómo se decidirá la carga compartida entre los centros financieros clave. Como parte importante de la agenda que garantiza la utilidad social de las finanzas – discutido también por otros colaboradores de la Parte 1 de este volumen – es esencial enfrentar el problema que ejemplifica el dicho «demasiado grande para quebrar», o, como Joseph Stiglitz lo señaló, «Demasiado grande para vivir». Para ello será necesario, si se quiere tener éxito, un amplio debate en nuestras sociedades sobre la cuestión central de “¿Quién paga?”, un debate que debe ser puesto en una perspectiva triple:
- El reembolso de la ayuda estatal a los bancos durante la crisis de rescate.
- La compensación por las pérdidas sociales producidas hasta la fecha.
- El uso de la competencia de la UE y la legislación antimonopolio, y la creación de una «muralla chinas”, para evitar futuras crisis financieras.
El impuesto especial sobre las tasas de los bonos, los gravámenes sobre las instituciones financieras para compensar los gastos del rescate, un impuesto mundial o europeo a las Transacciones Financieras para amortiguar el comercio especulativo, así como un fondo de seguro obligatorio en toda la UE, son distintas medidas que, en combinación, se refuerzan mutuamente y abren el camino a un ajuste estructural del sector financiero.
El debate norteamericano sobre la división de conglomerados financieros, en el sentido de las normas de Volcker, no ha comenzado aún a nivel de la UE. Sin embargo, una separación funcional entre las bancas de inversión, comercial y minorista es vital y ningún banco que acepte depósitos debe ser autorizado a participar en operaciones por cuenta propia. El objetivo, en otras palabras, es dejar que los jugadores hagan apuestas sobre lo que les plazca, pero bajo su propio riesgo y sin tener a la sociedad como rehén. Limitaciones al tamaño de instituciones financieras individuales deben hacerse teniendo en cuenta su tamaño en relación al PIB como indicador. La propuesta de Volcker para limitar su tamaño en relación al total de pasivos, por otro lado, no sería eficaz para prevenir la burbuja financiera siempre que los precios relativos en la economía real (por ejemplo en la vivienda) varíen marcadamente, influenciando así el valor de los activos y pasivos nominales.
Por último, la construcción de amplias coaliciones entre los sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil para la reforma financiera también pondría en entredicho la mentalidad de “tienda cerrada” (closed-shop) de las élites financieras y arrojaría luz sobre la opacidad de sus prácticas de negocios e instituciones en una amplia gama de temas, ya sean transacciones privadas de derivados no estandarizadas, arbitraje internacional de impuestos o la estructura oligopólica de las agencias de evaluación crediticia. La oposición a la gobernabilidad democrática de los oligopolios financieros puede ser analizada bajo el prisma de la famosa frase de Franklin D. Roosevelt: «el gobierno por el dinero organizado es tan peligroso como el gobierno por mafia organizada».
(1) Este artículo es parte del libro ‘After the crisis: towards a sustainable growth model‘, editado por Andrew Watt (ETUI) y Andreas Botsch (ETUI/ETUC) y publicado por European Trade Union Institute (ETUI).