En medio del drástico cambio de agenda y de estado de ánimo que ha dejado el terremoto del 27 de febrero, la centroizquierda se siente aún conminada a tener que explicar su derrota electoral del 17 de enero. Probablemente se trate de esos ejercicios políticos tan insoslayables como inconducentes.
Analizado con un mínimo de rigor y probidad intelectual el asunto se debiera concluir que es muy difícil precisar de manera incontrovertible las razones y los responsables de la derrota. No porque no los haya, sino porque son muchos.
Basta recordar la cantidad de errores y desaciertos antes y durante la campaña; o algunas peregrinas tesis como las “dos listas de concejales” (la ingeniería electoral antes que la política) o “las primarias regionales y escalonadas”; o la proliferación de candidatos presidenciales, las múltiples escisiones de los partidos oficialistas y las críticas destructivas lanzadas desde la propia centroizquierda contra sí misma; para darse cuenta que la derrota tuvo bastante de creación colectiva y de autoinmolación.
Dicho con llaneza: no se puede agarrar a martillazos un reloj y después convocar a realizar largas y sesudas reuniones para preguntarse por qué éste no habrá dado la hora.
Tal vez más que seguir el camino de arrojar incendiarias y unilaterales tesis sobre las “causas de la derrota” –a lo Palma y Vidal en los últimos días- habría que confiar más en el silencioso y algo melancólico proceso introspectivo que han venido realizando los ciudadanos y militantes de a pie del llamado mundo progresista desde el pasado 17 de enero, y ver cómo aquello se traduce luego en la reconfiguración de los partidos, en las prácticas políticas, y liderazgos que conforman este mundo.
Todo indica que recuperar la confianza y la mayoría de la ciudadanía tiene bastante más que ver con la manera de encarar el presente y el futuro, sobre cómo afrontar y cooperar con el desafío de reconstruir una buena parte del país que ha quedado bastante destruido y desmoralizado con el terremoto y sus infinitas réplicas, que con una búsqueda ensimismada e interesada de razones, donde lo que predominan son análisis más bien superficiales, que tienen en común la autoexculpación y el endoso de responsabilidades a algún otro.
De seguro el ánimo de las personas y de los ciudadanos está mucho más disponible para escuchar propuestas, ver como se construyen acuerdos básicos en ciertas áreas y como se fiscaliza un gobierno cuya instalación ha estado de manera sorprendente bajo mínimos; que estar escuchando una interminable e infructuosa búsqueda de razones y responsabilidades de una derrota electoral que ya comienza a ser parte de un pasado más remoto que cercano.
Lo anterior no significa que la derrota no carezca de causas y de actores principales, secundarios y extras. Pero de seguro la mayoría de los ciudadanos ya tiene su fotografía tomada de lo ocurrido y ha arribado a sus propias conclusiones, las que de seguro encontrará el momento político y electoral para exteriorizarlas.
Tal vez una de las principales lecciones para la centroizquierda sea dejar de lado definitivamente la creencia de que una mayoría de la ciudadanía en Chile iba a estar siempre a su disposición y que ésta mantendría su veto electoral a la derecha bajo cualquier circunstancia. De ahora en adelante el llamado progresismo tendrá la obligación de mejorar su sintonía fina con la sociedad y ofrecer una renovada y más atractiva oferta programática y de liderazgos. Si ya se ha hecho un tópico frente a cada nueva impericia o chapuza del entrante gobierno recordar aquello de “otra cosa es con guitarra”, la Concertación también deberá probar, luego de 20 años en el gobierno, que se la puede sin el mencionado instrumento en la mano.
¿Cómo hacer frente al futuro y mejorar la sintonÃa con la sociedad, ofreciendo con ello una renovada y más atractiva oferta programática y de liderazgo?, no es pregunta sencilla y de un solo ruedo, pero del que si estoy seguro que sin un adecuado y fino diagnóstico del fracaso y la derrota, no se puede llegar a construir un a sintonÃa fina con la sociedad y con vastos segmentos de ciudadanos que han cambiado y que reclaman otras ofertas, oportunidades y servicios de sus gobernantes en la administración del Estado. No hay mejor reconstrucción en todo plano de la vida, que él que esta basado en un acertado y lucido diagnóstico de él por qué y él cómo se llego a la situación y las fuerzas que gatillaron su estado actual, si esto no lo trasladamos correctamente a la oposición, me temo que nuevamente estamos poniendo la carreta antes los bueyes, que no es otra cosa que los arboles no me dejan ver el bosque, el sentido común y la intuición, son solo eso y no reflexión acusiosa y aglutinadora de consensos y caminos de acción y transformación. A la concertación y los partidos que la componen le falta democracia interna y creer en la participación , el diálogo y el debate y no solo hablar y erigirse como los campeones de la democracia y la equidad.