Terremoto como tragedia, terremoto como coartada

No cabe duda que el terremoto y maremoto del pasado 27 de febrero constituyó una verdadera tragedia nacional. También es cierto que el terremoto comienza a ser utilizado de manera creciente como coartada por parte del nuevo Gobierno de la derecha para impulsar una agenda programática ultraliberal, la cual no se expuso durante la campaña, pero que en la actual coyuntura del terremoto se habrían abierto  las condiciones para hacerlo.

Así, se han comenzado a tomar un conjunto de decisiones en las que se invoca al terremoto, pero que resulta muy difícil encontrar el hilo conductor entre una situación y otra. Por ejemplo, la paralización de la instalación de la nueva institucionalidad de medioambiente, incluyendo el retiro de los Decretos de la misma Contraloría. O los anuncios del nuevo Ministro de Educación Joaquín Lavín en orden a concesionar de manera “integral” los establecimientos educacionales dañados por el terremoto, lo que implicaría no solo entregar a privados la reconstrucción de las escuelas sino también su futura administración. Ello constituiría, sin duda, el golpe final a la educación pública.

Otro tanto ha hecho el Ministro de Salud y la vieja aspiración de la derecha de un voucher  que permitiera a los usuarios del sistema público “comprar” su salud en el sector privado. La razón, como no, es la destrucción de los hospitales públicos producto del terremoto.

Otro de estos singulares efectos de la catástrofe es el anuncio de privatización de la participación del Estado en empresas que ya se encuentran en manos  del sector público en porcentajes minoritarios como, por ejemplo, las sanitarias.

Si algo dejó en evidencia la reciente catástrofe es que el Estado no puede seguir con el mismo retraimiento tratándose de sectores productivos estratégicos y de servicios básicos esenciales para la población, como es el suministro de agua y electricidad. Hasta el día de hoy no hay una explicación convincente por el apagón total de luz entre Tal-Tal y Chiloé ocurrido el pasado 15 de marzo de parte de Chilectra, y no se observa el menor apuro en el ejecutivo para buscar explicaciones y fijar responsabilidades.

Tampoco se observa mayor vínculo entre la catástrofe y la flexibilidad laboral. Seguir precarizando las condiciones laborales no es el camino para incentivar la inversión y generar nuevos empleos. No se puede colocar en los hombros de los más golpeados por el terremoto – justamente los trabajadores y sectores populares- la responsabilidad  de tener que hacer nuevos sacrificios en sus niveles de ingreso y estabilidad laboral para financiar  la reconstrucción.

Aún más inverosímil ha resultado los intentos de vincular el terremoto y las consecuencias de éste con el retraso y  la no venta por parte del Presidente de la República de acciones y de la propiedad de empresas que claramente envuelven un conflicto de interés entre su actual investidura y dichos activos. Es sabido que la Bolsa de Comercio chilena no detuvo ni un solo día su funcionamiento  producto del terremoto, por lo que no hay explicación o justificación para tal dilación. A la compleja venta de LAN con 13 días de retraso se mantiene aún sin solución  la venta de la propiedad de ChileVisión y de las acciones de “Blanco y Negro” (diversos analistas han demostrado los evidentes conflictos de interés que esta última sociedad implica tanto para el actual director de Chiledeportes como para el Presidente de la República).

Por último, también comienza a quedar en el ambiente un aroma de utilización  y manipulación del terremoto, en el involucramiento más allá de lo prudencial de las FFAA y de Orden en materias propiamente políticas y contingentes. El nombramiento de quién fuera hasta hace solo dos semanas comandante en Jefe del Ejército como Subsecretario de Defensa, arguyendo nuevamente el terremoto, retrotrae peligrosamente las confianzas en las relaciones civiles-militares construidas a lo largo de los últimos lustros. El argumento dado por el ex Comandante en Jefe arguyendo nuevamente el terremoto, resulta poco creíble y un abuso de la confianza e inteligencia de los chilenos.

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