Yemen: Un nuevo frente de guerra

El frustrado atentado el día de Navidad del joven nigeriano de 23 años Umar Faruk Abdulmutallab de detonar una bomba en el vuelo de Northwest Airlines con destino a Detroit procedente de Ámsterdam, comenzó a abrir un nuevo frente de intervención de EEUU en Yemen, al mismo tiempo que la derecha republicana estadounidense ha recrudecido sus ataques hacia el presidente Barack Obama, lo que le ha obligado a tomar medidas más agresivas en su lucha contra el terrorismo islámico.

Para el vocero de la ex administración de George Bush, el ex vicepresidente Dick Cheney, Obama “ha debilitado la seguridad nacional de EEUU” y además se ha mostrado ineficiente en la lucha contra el terrorismo. Aunque no hubo víctimas en el intento por hacer explotar en vuelo que iba a Detroit con casi 300 pasajeros, el episodio ha sido suficiente como para que los republicanos y el ex vicepresidente intenten pasar una factura a Obama por el cierre de la cárcel de Guantánamo, la denuncia de las torturas, las investigaciones sobre la actuación de la CIA y otras medidas que duelen a los ex gobernantes.

Según Cheney, “la nación está hoy más insegura que bajo el Gobierno de Bush”. Sus palabras parecen haber sido escogidas con pinzas, pues sabe el impacto que producen en la población que, con cada episodio terrorista, fue sistemáticamente sometida el shock del miedo durante la administración republicana a partir de los atentados de septiembre del 2001.

Por ello la reacción de la administración de Obama ante el frustrado atentado de Navidad ha sido inmediata. El gobierno ya anunció un aumento de la ayuda militar a la dictadura de Yemen, que supera los 70 millones de dólares, al tiempo que cerró su embajada en Saná, la capital yemení. Una medida que de inmediato fue replicada por Londres y Madrid, ante temores a una ola de supuestos atentados que prepara Al Qaeda contra las representaciones diplomáticas occidentales.

El propio Obama vinculó a Umar Faruk Abdulmutallab, el joven que llevaba un sofisticado explosivo en el vuelo hacia Detroit, con la presencia de Al Qaeda en Yemen. Según los organismos de inteligencia de EEUU, el árabe habría confesado que el explosivo y la instrucción para su uso los recibió en un campamento de instrucción de la red que dirige Osama Bin Laden en Yemen.

El mismo día en que Obama vinculó el atentado con Yemen, el jefe de las fuerzas militares norteamericanas en la región de Oriente Próximo, general David Petraeus, se entrevistó en Saná con el presidente de ese país, Ali Abdulá Saleh.

Yemen vive bajo el régimen dictatorial del mariscal de campo Ali Saleh, que ha sido jefe del Estado durante más de treinta años, primero como presidente de Yemen del Norte hasta 1990 y después, tras la unificación posterior a la Guerra Fría, como presidente del país unificado. Con 23,8 millones de habitantes, Yemen es el país más pobre del mundo árabe. Más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza. Más del 40% de los yemeníes están desempleados y el 54% son analfabetos.

EEUU tiene un interés estratégico en Yemen, país que tiene frontera con Arabia Saudí, el mayor exportador de petróleo del mundo, y está separado por el estrecho de Adén –la ruta marítima del crudo- de otros de los mayores focos de extremismo islámico, Somalia.

El incidente de Northwest Airlines provocó inmediatos llamados a una acción militar más directa por parte tanto de los políticos republicanos como de los demócratas. El senador Joseph Lieberman, el denominado “demócrata independiente” que dirige el Comité de Seguridad Nacional del Senado, pidió el domingo una intervención militar “preventiva” en Yemen. “Alguien de nuestro gobierno me dijo ayer en Sana, la capital de Yemen, que la guerra de Irak era una guerra de ayer”, dijo Lieberman en una entrevista para Fox News. “Afganistán es la guerra de hoy. Si no actuamos preventivamente, Yemen será la guerra de mañana. Éste es el peligro al que nos enfrentamos”.

Como embarcados en una campaña a favor de la guerra, los medios de prensa de EEUU estadounidenses ya están marcando posiciones. El Washington Post publicó un artículo en portada con el titular “Un grupo de Al Qaeda en Yemen está ganando importancia”. Aunque no confirmaba que el frustrado atentado al avión Northwest Airlines tuviera un vínculo directo con terroristas asentados en Yemen, decía: “De ser cierta la afirmación, representa (…) la aparición de una nueva amenaza importante para Estados Unidos, Oriente Medio y el Cuerno de África”. Los informativos por cable fueron aún más categóricos y belicosos. “¿Entonces estamos perdiendo el barco ahí?”, preguntó la presentadora de CNN Kyra Philips a un “experto” en contraterrorismo. “Estamos en guerra en Afganistán, estamos en guerra en Irak. ¿Deberíamos estar en guerra en Yemen?”.

Pero la verdad es que la guerra está hace rato en Yemen. Una semana antes del frustrado atentado aéreo, el 17 de diciembre, aviones de combate estadounidenses dispararon misiles crucero a supuestos campos de adiestramiento de Al Qaeda en las provincias de Sana y Abyan. Autoridades de Yemen afirmaron que los ataques habían costado la vida de más de 60 civiles, 28 de ellos niños.

El mismo día en que estuvo a punto de estallar el avión que iba a Detroit, el 24 de diciembre, hubo un segundo ataque en la remota región de Shabwa contra lo que “fuentes no identificadas” de inteligencia de EEUU describían como un encuentro de oficiales operativos de Al Qaeda. Los yemeníes de la zona afirmaron que no había habido semejante encuentro.

A todo esto, el gobierno de Yemen, aunque colabora con las autoridades de EEUU en la lucha contra los extremistas islámicos y acepta la asistencia militar, prefieren no reconocer ante su población que colabora con EEUU ante el temor de que efectivamente Al Qaeda gane más fuerza en ese país árabe, donde la intervención estadounidense es rechazada mayoritariamente.

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