Taller Internacional jóvenes: Cambios políticos en el mundo árabe, trasfondos e interrogantes

Taller de Jóvenes

El pasado martes 15 se realizó la tercera sesión del taller de temas internacionales, en la que se abordó el tema de los Cambios políticos en el mundo árabe, sus trasfondos e interrogantes. La exposición inicial presentada por el analista político Rafael Berástegui, previno sobre la dificultad de entender lo que ocurre en el oriente medio, debido a las diferencias de conceptos, los matices entre definiciones y culturas, lo hermético y segmentado de ciertas regiones, la presencia de distintos grupos tribales y el desconocimiento del idioma, más aún cuando los acontecimientos están en pleno desarrollo.

Fueron tres los países en los que se centró el análisis. Sobre Túnez, su inestable transición generada por el reciente derrocamiento de Ben Alí; en Egipto, la salida Hosni Mubarak del gobierno y la mantención del control de parte de las Fuerzas Armadas; y la guerra civil en Libia, recientemente intervenida por fuerzas de una coalición liderada por EUA, Francia e Inglaterra, mandatada por la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU.

Según Berastegui no estaríamos en presencia de revoluciones sino más bien de revueltas que podrían producir cambios – pero no necesariamente hacia sistemas democráticos-, a partir de la constatación que en el impulso inicial de estas manifestaciones no se han visto grupos dominantes con poder y voluntad real de transformar el estatus quo, y por el hecho que todavía se está en medio de transiciones controladas por actores tradicionales de los anteriores regímenes.

Es así como la Revolución de los Jazmines en Túnez ha desembocado en un período de transición inestable políticamente, el cual trata de ser contenido por su actual primer ministro Beyi Caid Essebi, quien fuera presidente del parlamento a principios de los ’90 durante el régimen del derrocado Ben Alí.

En una sociedad con partidos y organizaciones sociales débiles, se están produciendo cambios en los equilibrios de poder que pueden generar mayor inestabilidad. Como es la reciente disolución de la otrora poderosa policía secreta tunecina, en beneficio de unas Fuerzas Armadas cuyo rol estuvo comparativamente disminuido en la era Ben Alí. Fuerzas Armadas que en esta coyuntura se negaron a disparar en contra de las manifestaciones, al tiempo que su comandante en jefe Amar, se erigía como protector de la Revolución.

En el caso de Egipto, quien gobierna es el actual jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, Mohamed Hussein Tantawi, quien fue estrecho colaborador de Mubarak, y de quien se menciona tendría claras intenciones de ser candidato a la presidencia.

Si bien hay elecciones planteadas para el segundo semestre de este año – y el fin de semana recién pasado fueron aprobadas las reformas que permiten las candidaturas independientes a la presidencia-, en el entendido que no existen partidos políticos con base social extendida, el que los movimientos islamistas son las organizaciones con mayor apoyo social, y el hecho que quienes impulsaron la revuelta no han consensuado una candidatura única, está por verse la real profundidad de los avances reformadores, en una sociedad en la que el papel político de las Fuerzas Armadas ha sido hegemónico por décadas.

Libia aparece hoy inmersa en un escenario complejo. Con un pasado de dominio imperial turco y colonial italiano, el surgimiento como país independiente ocurre en 1951 por mandato de la ONU, a partir de la unificación de tres regiones – Cirenaica, Tripolitania, y Fezzan-, cada una con una fuerte identidad y escasa tradición de nación.

Es en el año 1969 que Muamar Gadafi llega al poder mediante un golpe de estado al Rey de Libia Idris Al Senussi. Durante estos 42 años ha sobrevivido adoptando posiciones cambiantes en el escenario internacional, buscando un protagonismo esquivo entre los países árabes, para finalmente adoptar en la última década un acercamiento hacia occidente, que le permitió su vuelta al reconocimiento internacional hasta el inicio del reciente conflicto. En el orden interno Gadafi ha tenido la habilidad de eliminar cualquier atisbo de oposición mediante la represión, y el juego de poder entre los jefes tribales, así como minimizado la influencia de la cofradía Sufí Sanusí, de gran importancia en la zona de Cirenaica, cuya capital es la actual ciudad rebelde Bengasi.

Sobre lo que proyecta el futuro para Libia, Berastegui deja en duda la conveniencia para occidente de la salida de Gadafi del gobierno de Libia, no sólo por el hecho que se trata de una guerra civil que no se resuelve con la mera caída del dictador, y las dificultades de las fuerzas opositoras rebeldes para constituirse como gobierno, todo lo cual podría extender por mucho tiempo el conflicto; sino también por la creciente influencia que han ido adquiriendo en Libia los grupos yihadistas, algunos de los cuales han tenido experiencia de combate en conflictos como Irak o Afganistán.

Finalmente, y en una mirada sinóptica a los países árabes, se vislumbraría en el horizonte una influencia creciente de Irán y Turquía en la zona, junto con el aumento de la incertidumbre política para Israel.

En cualquier caso, el desarrollo de los conflictos en medio oriente recién comienza y está por verse si lo que ha empezado como revueltas prodemocráticas se transforman en algo que se aproxime a lo que desde occidente entendemos por revolución.

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