Juan Manuel Reveco del Villar1
Acaba el Partido Socialdemócrata de Alemania (Sozialdemokratische Partei Deutschlands o SPD) de celebrar los 160 años de su nacimiento, acontecimiento que se inscribe en el marco de la trascendental decisión del canciller socialdemócrata Olaf Scholz -de reciente visita a Argentina, Chile y Brasil- de involucrarse de modo más profundo en la guerra entre Rusia y Ucrania enviando tanques Leopard 2 al ejército ucraniano, con alcances insospechados para la paz.
En este contexto de celebraciones vale la pena remontarse a la Primera Guerra Mundial, cuando la socialdemocracia alemana – “maestra y dirigente de la Segunda Internacional”, como la señalara en algún momento Rosa Luxemburg- se fracturó irremediablemente dando origen al Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (Unabhängige Sozialdemokratische Partei Deutschlands o USPD), de breve existencia y que a pesar de sus claros y oscuros fue muy importante, ya que como advierten los historiadores Stefan Müller, Andreas Braune y Mario Hesselbarth, “el USPD formó parte e impulsó las protestas antibelicistas, las huelgas masivas contra la guerra y finalmente también la revolución de noviembre de 1918.”
Fue en 4 de agosto de 1914 cuando los diputados socialdemócratas dejaron definitivamente atrás el espíritu de las manifestaciones antibelicistas que había convocado el ejecutivo del SPD a fines de julio, convencidos que los créditos de guerra (Kriegskredite) debían aprobarse y que también debían adherir a la política de tregua interna del Kaiser (Burgfriedenspolitik), ya que se estaba frente a una guerra defensiva contra el despotismo ruso, esa Rusia zarista que siempre había sido considerada como un refugio de la reacción y una potencia agresiva y expansiva, además de ser un país donde cundía un fuerte sentimiento paneslavo y antialemán. En el Reichstag declararon a través de Hugo Haase -copresidente del SPD junto a Friedrich Ebert y uno de los dos líderes de la bancada de diputados socialdemócratas (SPD-Fraktion)- que “en este momento de peligro no abandonamos a nuestra propia patria”, procediendo a aprobar los créditos de guerra propuestos, dejando atrás la línea oficial del partido -la máxima del indiscutido líder socialista August Bebel, a esa fecha ya fallecido- de no dar al sistema que los había perseguido y excluido por tantos años “ni un hombre ni un centavo”. Incluso hasta Karl Liebknecht, el famoso pacifista y antimilitarista de los socialdemócratas -con el tiempo espartaquista- los aprobó cediendo a la inveterada disciplina del SPD, ya que un día antes la bancada de diputados socialistas había decidido dar su consentimiento. Sin embargo, no solo fue el ánimo defensivo lo que explica la votación del 4 de agosto de los socialdemócratas y la sumisión a la Burgfriedenspolitik, sino que también la esperanza de integrarse a la sociedad imperial que los rechazaba como “camaradas sin patria” o “enemigos del Estado”, y que los había perseguido a través de la ley contra los socialistas (Sozialistengesetze), para eventualmente poder participar del poder estatal y desde allí bregar por el cambio social, la parlamentarización del imperio y la democratización de la sociedad.
Avanzada la guerra, que no devino en una breve y victoriosa para Alemania como el Alto Mando del Ejército, el Gobierno imperial, la gran mayoría de los alemanes, los partidos políticos y el SPD y sus sindicatos libres esperaban, congelándose en una penosa guerra de trincheras devoradora de hombres, guerra que además trajo hambre, miseria y sufrimiento para los pueblos, hombres que al decir de la novela clásica de Erich Maria Remarque, “se matan en silencio, ignorantes, neciamente, sumisos, inocentes”, el minoritario sector de diputados del SPD opositor a continuar aprobando en el Reichstag los créditos de guerra como la política de tregua, ya claro que Alemania estaba librando una guerra de conquista, y una vez que los diputados socialistas disidentes fueron arrinconados por los dirigentes del partido y por la mayoría de los diputados socialistas que apoyan la guerra (Kriegssozialisten), obligándolos a formar una bancada socialista opositora en el Reichstag -el llamado Grupo de Trabajo Socialdemócrata (Sozialdemokratische Arbeitsgemeinschaft o SAG)- y posteriormente expulsados del SPD junto al Gruppe Internationale -que era la iniciativa antibélica de Rosa Luxemburg-, decidió en un congreso de secesión celebrado en la ciudad de Gotha -no obstante el Estado de Sitio imperante- constituir un nuevo partido socialista, el que reunía a los pacifistas e internacionalistas provenientes del sector moderado, centrista y radical del SPD. Allí se encontraron, entre otros, socialistas de la talla de Karl Kautsky, Rosa Luxemburg, Hugo Haase, Rudolf Hilferding y Eduard Bernstein. En su congreso fundador se reafirmó la adhesión al Programa de Erfurt de 1891, añadiendo que el USPD se oponía a la política de guerra del gobierno imperial y que era independiente de la política de los socialistas que apoyan la guerra, persiguiendo una política socialdemócrata autónoma en interés de la clase trabajadora. Como señala el historiador Hartfrid Krause, aproximadamente un 45% de la militancia del SPD lo abandonó para formar parte del nuevo partido socialista. A partir de ese momento al partido matriz se le denominó MSPD o SPD mayoritario (Mehrheitssozialdemokratie). El quiebre del SPD representó el término de la unidad del partido, por la cual había luchado incansablemente August Bebel -el “Emperador de los trabajadores”, como lo llamaban las clases trabajadoras alemanas de raigambre socialista- durante toda su vida, y fue experimentado por todos los socialistas como una verdadera desgracia.
Sin embargo, la socialdemocracia independiente, esa “hija de la Guerra Mundial” como la caracterizaba Karl Kautsky, fue de corta vida. Reconociendo su importancia como partido que se oponía a la guerra y su papel en los movimientos de protesta durante la conflagración, que entregó un punto de vista amplio y distinto a los sectores de la sociedad alemana que aunque vacilantes empezaban a distanciarse de la guerra, así como las cualidades morales y políticas de algunos de sus hombres y mujeres dirigentes, no se puede pasar por alto un defecto de nacimiento del USPD: su excesiva heterogeneidad, que traía aparejada fuerzas centrífugas que con el fin de la guerra se mostraron a plenitud, especialmente en los primeros años de la República de Weimar -esa “democracia inacabada”, según la definió el historiador Horst Möller-, y que contribuyeron de forma decisiva al quiebre del partido y a su temprana desaparición.
Si bien durante la Revolución Alemana de noviembre de 1918 y meses posteriores el USPD fue un actor político gravitante tanto en el movimiento de masas como en la formación de consejos de trabajadores y soldados (Arbeiter- und Soldatenräte), lo cierto es que sus tensiones internas pronto lo despedazaron: durante los meses decisivos que siguieron a la caída del Kaiser, en el marco de los serios conflictos y amargas luchas fratricidas que acontecieron entre los socialistas y otros radicales, el USPD decidió abandonar el Consejo de Representantes del Pueblo – que fue el Primer Gobierno Provisional socialista de tres meses surgido en esa situación transitoria pre-Asamblea Nacional constituyente de Weimar- compuesto por seis miembros, divididos en partes iguales entre el SPD y el USPD, donde Friedrich Ebert y Hugo Haase eran copresidentes, aunque Ebert era el primus inter pares, decisión que, como amargamente lo expresó Eduard Bernstein, “logró poner fin a la cooperación entre los dos partidos socialdemócratas en el período crítico de la revolución”, haciendo que “la situación de la joven república fuera más difícil tanto interna como externamente”. Sin poder contar con el USPD, ni menos con el Partido Comunista de Alemania (Kommunistische Partei Deutschlands o KPD), formado a fines de diciembre de 1918 y que siempre fue un fiero opositor a los socialdemócratas y a la República de Weimar, en los primeros años republicanos los socialistas mayoritarios decidieron formar gobierno con dos partidos centristas -liberales de izquierda y católicos-, constituyendo la Coalición de Weimar y teniendo como cancilleres a los socialdemócratas Philip Scheidemann, Gustav Bauer y Hermann Müller.
En la época, la gran mayoría del movimiento revolucionario alemán quiere una democracia parlamentaria – y también condiciones y espíritu democráticos en la administración del Estado, en las escuelas, en las universidades, en el poder judicial, en el trabajo y en la economía-, tal como lo ratificó el Congreso de Consejos del Reich (Reichsrätekongress) de Berlín, celebrado a mediados de diciembre de 1918, donde se votó mayoritariamente a favor de las elecciones a una Asamblea Nacional constituyente (Nationalversammlung); marcando el rumbo democrático-republicano de Alemania, rechazando así la república de consejos propagada por la izquierda del USPD y los espartaquistas (Spartakusbund). Ni para el MSPD ni para los sectores moderados del USPD nunca fue idea que el camino al socialismo estuviera vinculado a un sistema de consejos y a una fase de dictadura del proletariado. Para ellos, la representación del pueblo que se concretaba en elecciones generales, iguales, libres y secretas era la base elemental de toda democracia, incluida la socialista.
Durante la trágica República de Weimar, en las elecciones federales de junio de 1920, y no obstante que el USPD apoyó al presidente Ebert y al canciller Bauer para anular el Golpe de Estado de Kapp en marzo de ese año, los socialistas independientes -que pedían severas medidas contra los golpistas y empezar avanzar con la socialización de la economía- compitieron electoralmente contra los socialistas mayoritarios, desechando la propuesta de estos últimos de formar un “frente de unidad” (Einheitsfront), argumentando que formarían un gobierno con el MSPD solo si el programa de los independientes era la base de la política socialista. A partir de esas elecciones, cuando la socialdemocracia se vuelve oposición, se suceden varios gobiernos de centro derecha llamados gobiernos del “Bloque Burgués”, hasta que en junio de 1928 y hasta marzo de 1930 la cancillería retorna al SPD -otra vez con Hermann Müller-, comandando un gobierno de “gran coalición”, que ahora incluía al Partido Popular Alemán, y que fue el último gobierno parlamentario de la República de Weimar, antes de dar paso al nefasto presidencialismo.
Las posibilidades de reunificación del partido cada día empeoraron y en el Congreso de Halle del USPD de octubre de 1920, que contó con la presencia y discursos del presidente de la III Internacional Grigori Zinoviev y de Alexander Losowsky, el líder de la Internacional Sindical Roja, y del líder menchevique Julius Martov y del socialista moderado francés Jean Longuet, nieto de Karl Marx, el partido se dividió en dos tendencias originadas en la actitud a tomar ante las 21 condiciones de la III Internacional, votando 236 delegados a favor de la adhesión a la III Internacional y 156 en contra. Para el momento de la unificación con el Partido Comunista de Alemania, que en ese momento contaba con algunos miles de militantes, el USPD era un partido de masas – al igual que el MSPD- , con muchos periódicos partidarios, contando con decenas de diputados en el Reichstag y representación en numerosos parlamentos estatales. Lo cierto es que la unificación con el pequeño KPD le permitió a este transformarse en un verdadero partido de masas y los socialistas independientes que no se unificaron continuaron llamándose USPD. Solo en septiembre de 1922 aconteció el congreso de unificación entre el MSPD y cierta parte del USPD para dar origen al Partido Socialdemócrata Unido de Alemania (Vereinigte Sozialdemokratischen Partei Deutschlands o VSPD), que tenía un triunvirato de presidentes -dos del MSPD y uno del USPD- y que se redujo a SPD en otro congreso partidario de junio de 1924.
A fines de 1931 -a 14 años del nacimiento del USPD y en los últimos y tambaleantes años de la República de Weimar-, los insignificantes restos del USPD que todavía quedaban – a esa altura a cargo de Theodor Liebknecht , hijo de Wilhelm Liebknecht, unos de los fundadores del SPD y hermano mayor de Karl, el mártir espartaquista- terminaron ingresando al pequeño Partido Socialista de los Trabajadores de Alemania (Sozialistische Arbeiterpartei Deutschlands o SAPD, también conocido como SAP), constituido el mismo año y originado en una escisión por la izquierda del SPD.
En las celebraciones de los 160 años del SPD, no podemos dejar de mencionar y recordar también al viejo y olvidado USPD, especialmente porque en diciembre, el SPD, el partido de la paz, el desarme, la distención, el Estado de Bienestar y el socialismo democrático, tendrá que pronunciarse en un congreso partidario sobre las nuevas propuestas para un radical reajuste de la política exterior y de seguridad del SPD, que el líder del partido, Lars Klingbeil, ha presentado recientemente, y que se alejan del clásico enfoque de política de distención de los años 70s implementado por el canciller Willy Brandt. Probablemente en la ocasión, y teniendo en cuenta los inevitables efectos que generará la decisión del canciller Scholz -a la que aludíamos al iniciar estas notas-, el punto de vista del sector disidente del SPD, al igual como en su tiempo lo hizo el USPD -radicando en ello el valor histórico de dicho partido-, se escuchará.
Arica, 28.05.2023.-
- Diploma Superior en Ciencias Sociales FLACSO-Santiago de Chile y Magister en Ciencias Sociales Universidad de Arte y Ciencias Sociales, Chile. Ganador del Primer Premio en el Segundo Concurso de Ensayo Latinoamericano Vida y Obra de Víctor Raúl Haya de la Torre convocado por el CYDES-Instituto Víctor Raúl Haya de la Torre, de Lima, con el ensayo “Influencia del APRA en el Partido Socialista de Chile”.