Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL CLARÍN (Chile) el día 14 de mayo de 2021.
Los que ya nos encumbramos por arriba de los 70 años tenemos en la memoria varias elecciones – de diferente contenido y de diferente modalidad – pero que han marcado a fuego la vida del país y en no pequeña medida la vida de cada uno de nosotros.
La primera y más importante fue la elección presidencial de 1970 en la cual resultó electo el Dr. Salvador Allende. Ese resultado electoral marcó un antes y un después en la historia del país. Antes, tenía lugar en Chile un proceso largo de crecimiento y fortalecimiento de un poderoso movimiento popular, que tenía expresiones políticas, sindicales y sociales de variado tipo, que apuntaban todas hacia una transformación profunda de las estructuras económicas, sociales y políticas del país. También ese antes se caracterizó por el liderato y la confianza en Salvador Allende, como un político honesto y consecuente, en el cual el pueblo depositaba su confianza sin reservas. Ese triunfo electoral de septiembre de 1970 generó, sobre todo en los jóvenes de ese entonces, una inmensa ola de optimismo y de alegría, por cuanto nos sentíamos convocados a escribir una página nueva, hermosa, casi romántica, en la historia del país. El proyecto de avanzar hacia el socialismo – no solo respetando la democracia y las libertades políticas, sino cultivando lo mejor de la idiosincrasia de nuestro pueblo – era un proyecto de profunda significación nacional e internacional, que nos invitaba a poner en juego toda nuestra capacidad de trabajo, de entrega, de creatividad y de sacrificio.
Un segundo proceso electoral de inmensa significación nacional e internacional fue el plebiscito de 1988, que marcó el principio del fin de la dictadura. Fue un momento de gran esperanza, de gran unidad, de gran seriedad y responsabilidad en cada paso que se daba, y de grandes temores y expectativas, pues sabíamos que la dictadura era capaz de todo, no solo de violar los derechos humanos, sino incluso de patear la mesa de la propia institucionalidad que ellos habían generado, en la cual nosotros habíamos aceptado jugar, y en la cual se veía posible un gran triunfo popular. La campaña por el NO, el mitin gigantesco que se realizó en Santiago, la escasa pero contundente propaganda televisiva que pudimos desarrollar, la unidad de propósitos y de conducción, fueron elementos relevantes en el triunfo logrado. Derrotar a una dictadura como la que encabezaba Pinochet era una tarea dificilísima, que ya había costado mucha sangre y mucho dolor. Recuperar la democracia, aun con toda la diversidad y pluralidad que ella necesariamente entraña, era una tarea complicada, pero que toda una generación estaba dispuesta a enfrentar. Al día siguiente después de la jornada plebiscitaria, en la apariencia de las cosas, nada había cambiado, pero Chile era otro.
Un tercer gran momento electoral de la más alta relevancia histórica – en un Chile donde hemos vivido muchas contiendas electorales – fue la jornada en la cual Chile decidió, por una mayoría abrumadora – de una magnitud que nunca antes se había visto en el país – que había que cambiar la constitución y que había que hacerlo por una vía lo más participativa y lo más cercana posible a la ciudadanía. No hay recuerdo de que los chilenos hayan sido invitados con anterioridad a pronunciase a favor o en contra de la constitución que los rige y a hacerlo en forma tan participativa y ordenada. Esa decisión plebiscitaria ha abierto una inmensa etapa de debates y discusiones, todos muy fértiles, sobre el Chile que queremos. También ha servido para empoderar a una ciudadanía que siente que está convocada a escribir una página hermosa de la vida nacional.
El próximo hito es la elección de los chilenos que en representación de toda la ciudadanía nacional tendrán la alta responsabilidad de redactar el código por el cual se regirá nuestra convivencia durante las próximas décadas. Como en cada momento trascendente de la historia nacional, las fuerzas conservadoras se enfrentan a las fuerzas de cambio y de la renovación. Si estas última obtienen el próximo fin de semana más del 50 % de la votación, habrá un mandato claro por parte de la ciudadanía y habrá motivos ciertos por los cuales celebrar.
En todo caso, los pronunciamientos ciudadanos por la vía de la votaciones individuales, libres, secretas, informadas y vinculantes se consolidan como un mecanismo idóneo – aun cuando no el único – para hacer avanzar la rueda de la historia.