Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL CLARÍN (Chile) el día 21 de abril de 2021.
La situación del país en materia de empleo y desempleo es particularmente grave, y es bueno insistir sobre los datos y las circunstancias que la caracterizan, pues son una fuente de importantes e imprescindibles enseñanzas políticas
Si comparamos la cantidad de ocupados existentes a fines de noviembre del 2020, con la existente a fines de diciembre de ese año, nos encontramos con que entre esos dos meses la cantidad de ocupados aumentó en 110 mil trabajadores. Pero entre diciembre del 2020 y enero del 2021 la cantidad de ocupados aumentó en 95 mil trabajadores y en febrero aumentó nuevamente en 46 mil trabajadores adicionales. Es decir, la economía ha venido absorbiendo cada vez más trabajadores, pero a un ritmo cada vez más lento. Se va desacelerando la capacidad de economía de absorber trabajadores.
Si en marzo y en los meses siguientes del presente año la economía siguiera absorbiendo a razón de 46 mil trabajadores al mes, se demoraría 20 meses en absorber los aproximadamente 896 mil trabajadores que faltan para llegar a la cantidad de trabajadores ocupados que habían en febrero del 2020, que eran 9.063 mil trabajadores.
Si en marzo la absorción de trabajadores fuera menor a 45 mil, entonces caminaríamos cada vez más lentamente hacia la meta de igualar la situación de febrero del 2020. Nos demoraríamos más de2 años en recuperar la cantidad de ocupados que la economía desincorporó a lo largo de un año.
Y todo esto suponiendo que la situación de febrero del 2020 es la meta que motiva todos nuestros desvelos. Pero resulta que, en ese entonces, inmediatamente antes de iniciarse la pandemia, las cosas ya estaban suficientemente malas. Había en ese entonces, por ejemplo, 767 mil trabajadores desocupados, y entre los ocupados había 2.600 mil trabajadores informales. Quizás si la situación hubiera estado medianamente buena, el estallido social de fines del 2019 no hubiera tenido lugar. La situación ya estaba mala. Por lo tanto, tratar de volver a la situación de febrero del 2020 es una meta necesaria pero no suficiente. Pero incluso recuperar la situación de antaño no es una cosa que el mercado pueda hacer por obra y gracia de su propia dinámica. El mercado ha demostrado ser bueno para desincorporar trabajadores, pero no para volverlos a contratar. Por lo tanto, recuperar los niveles de empleo de hace un año atrás es de por sí una situación difícil para avanzar hacia un Chile más digno y con mayor justicia social.
Es necesario para ello un esfuerzo fiscal de gran envergadura, que pase por imponer el royalty minero, por poner impuesto a los super ricos y por eliminar muchas de las exenciones tributarias hoy en día existentes. Se necesita, además, de programas ambiciosos de obras públicas y de capacitación de trabajadores, sobre todo en procesos digitales. Todas esas cuestiones no son una suma de proyectos aislados, sino que son parte de un mismo gran proyecto nacional para hacer posible la recuperación de la economía y del empleo.
A todo lo anterior – hasta ahora relacionado con la cantidad de ocupados y desocupados – hay que sumar las dimensiones cualitativas de ese problema, que dicen relación con la calidad del trabajo. Los trabajadores informales se mantienen en febrero del 2021 en 2.164 mil trabajadores – el 26.5% del total de los ocupados – que constituyen una masa inmensa de trabajadores altamente vulnerables en materia de ingresos y de ahorros previsionales. Ese es también un problema que la sociedad chilena debe enfrentar. En síntesis, la lucha hoy en día pasa por aumentar el empleo y aumentar la calidad del mismo, lo cual se entronca directamente con la lucha por la dignidad del trabajo y del trabajador.