Artículo de Sergio Arancibia
publicado en la edición digital de EL CLARIN (Chile) el día 28 de junio de 2020.
El Fondo Monetario Internacional corrigió recientemente sus pronósticos sobre el funcionamiento de la economía mundial durante el presente año, como también sobre cada una de las principales economías nacionales. Para Chile el resultado no fue bueno. Según el FMI se calcula que Chile retrocederá este año en un 7.5 % en cuanto a su PIB, con relación a año anterior, lo cual es una cifra superior a la que había publicitado recientemente el Banco Central de Chile. A lo anterior se agregan los datos recientes sAobre desempleo que ubican la tasa correspondiente en un nivel cercano al 20 %. En otras palabras, todo esto significa que a pesar de toda la preocupación del Gobierno por vender una imagen de normalidad económica – mediante las cuarentenas de corto plazo y de poca extensión territorial para no detener los procesos productivos – y los numerosos apoyos tributarios y crediticios al gran empresariado nacional, nada de ello ha funcionado. La realidad de las cosas es que la economía nacional va cuesta abajo.
Paralelamente, los partes de guerra cotidianos que nos presenta el Minsal dan cuenta de una cantidad creciente de muertos y de infectados, en la Región Metropolitana y en todo el país. Todo ello pone de manifiesto que las meras cuarentenas, sin testeos masivos y sin capacidad de retener en sus casas a los ciudadanos de las áreas en cuarentena – por carencia de ingresos – y sin poder alojar en hospitales, clínicas a residencias hospitalarias a los infectados, no nos hace avanzar en la lucha contra la pandemia.
Todo esto muestra inequívocamente que no se están obteniendo éxitos en la contención de la pandemia y no se están obteniendo éxitos en la normalización económica del país.
Una posible explicación de esta lamentable situación radica en que el Gobierno no termina de tener claras las prioridades, y avanza un poquito en tomar las medidas sanitarias – a cuentagotas, en forma tardía, tacaña y mezquina – y avanza tanto como puede en generar beneficios al sector empresarial, para ver si se pone en funcionamiento, pero no termina haciendo bien ninguna de las dos cosas.
El Gobierno no termina de entender que lo primero de lo primero es atender lo sanitario, que es una cosa distinta y mucho más compleja que preocuparse meramente de la cantidad de camas y de ventiladores disponibles. Todo parece indicar que hay que salir a la calle a combatir la pandemia. Ir a las poblaciones, a testear en forma masiva, con todos los equipos humanos necesarios, para detectar la infección en sus puntos de origen, y realizar la trazabilidad correspondiente. Todo ello debe complementarse con el aislamiento de quienes resulten infectados en hospitales, clínicas o residencias hospitalarias. Hay que hacer aquello en toda la medida que sea necesario. No de a poquitito. No solo para la foto. También hay entregar a la población, sobre todo a los sectores más vulnerables, ingresos monetarios como para que sobrelleven su situación de encierro domiciliario. Fondos como para financiar aquello, existen.
Pero insistir en guardar los fondos para financiar una eventual reactivación – que tendría como antecedente la muerte de miles de chilenos y que probablemente no sería efectiva ni sustentable – es una política que no logra resultados económicos ni sanitarios. Nos quedamos sin pan ni pedazo, sin empresas funcionando, sin ciudadanos en sus casas guardando la cuarentena, y con el virus campeando por las calles del país.