¿Se puede poner fin a los TLC vigentes?

Por Sergio Arancibia en El Mostrador

Frente a las muchas polémicas que hay con respecto a los TLC –y para darles una base más real a los planteamientos que se hacen en esta materia–, es bueno responder la pregunta que encabeza esta columna. Ella tiene una respuesta positiva. Todos los TLC pueden dejar de estar vigentes con la sola decisión en ese sentido de una de las partes. Tomemos como ejemplo el TLC firmado con Estados Unidos, el cual está vigente desde el 1 de enero del 2004.

El artículo 24.4 de ese TLC dice textualmente lo siguiente: “ 3. Cualquier parte podrá poner término a este tratado mediante una notificación por escrito enviada a la otra parte. Este tratado vencerá 180 días después de la fecha de dicha notificación”.

Así de simple. Basta una notificación por escrito. Con ese sencillo acto administrativo se pondría fin al libre comercio entre ambos países. Pero con eso no terminan los problemas, sino que recién empiezan, pues dejar sin efecto dicho TLC tiene obviamente consecuencias que hay que tener en cuenta antes de dar un paso en esa dirección. La principal de ellas –aun cuando no la única– es que las mercancías chilenas que hoy en día entran al mercado norteamericano, sin pagar arancel, pasarían a pagarlo. Igualmente, las mercancías norteamericanas, al entrar al mercado chileno, tendrían que pagar el arancel que Chile establezca para tales efectos.

Que Estados Unidos pase a cobrar aranceles a los productos chilenos implicaría que estos subirían sus precios de venta en el mercado interno norteamericano, y perderían, por lo tanto, competitividad frente a los productos de la misma especie que no estén sometidos al pago de aranceles. Sin ser catastrofistas, se puede pensar que no se eliminarían en su totalidad las ventas de productos chilenos en ese mercado, pero su volumen se vería necesariamente disminuido. Perderíamos parte de ese mercado y eso generaría una reducción de las exportaciones chilenas, a menos que esa pérdida se contrarreste con alguna ganancia de mercado en algún otro punto del planeta.

Veamos la situación que al respecto presentan los principales productos que Chile exporta al mercado norteamericano. Según los datos del año 2021, el rubro “cobre y sus manufacturas” es la principal venta a dicho mercado. En el año mencionado se exportaron hacia allá un total de 5.978,4 millones de dólares. Con un poco de buena voluntad podríamos suponer que, siendo Chile un país que produce el 30% del cobre que se consume en el mundo, una economía como la de Estados Unidos no puede prescindir del cobre chileno, aun cuando pague arancel, que por lo demás no sería muy elevado.

Pero con el segundo producto de exportación la cosa es diferente. Se trata de “pescados, crustáceos y mariscos”, de los cuales se exportan a USA 2.360,9 millones de dólares. En esa materia hay muchos otros productores, dentro y fuera de Estados Unidos, deseosos de sustituirnos tan pronto como se pueda, y se trata, además, de productos no esenciales para mantener en funcionamiento la economía norteamericana. El incremento del arancel nos haría perder mercado. El tercer rubro de exportación de Chile a Estados Unidos son la “frutas y frutos comestibles”, de los cuales se exportan a dicho mercado un total de 1.464,3 millones de dólares. El cuarto producto de exportación a USA es “madera, carbón vegetal y manufacturas de madera”, con exportaciones por un monto de 1.208 millones de dólares.

De los 15.774 millones de dólares que se exportan a Estados Unidos, los cuatro rubros mencionados suman 10.911 millones de dólares.  De ellos solo el cobre podría seguir adelante, con poco impacto en sus ventas, en el cuadro de una pérdida de vigencia del TLC. Los otros productos probablemente perderían parte de su mercado actual. Ese sería el costo comercial que tendría para Chile el renunciar al TLC con Estados Unidos.

¿Qué ganaría Chile con una medida de esa naturaleza? Si los productos norteamericanos pasaran a pagar arancel en la aduana chilena, eso tendría un cierto impacto fiscal positivo. Mayor recaudación fiscal, lo cual lo más probable es que no compense ni de lejos las pérdidas comerciales ya mencionadas. También los mayores aranceles de entrada al mercado chileno de productos que amenacen la implementación de una nueva estrategia de desarrollo que Chile intente llevar adelante, podría considerarse como positiva, pero ello requiere primero definir y poner en práctica esa estrategia. Además, si dichos productos son también producidos en otros lugares del mundo, con los cuales hay TLC vigentes, se podría pasar a importarlos desde allí, sin aranceles, con lo cual no haríamos sino sustituir los productos norteamericanos por productos asiáticos o europeos. Para bloquear esa posibilidad, las medidas modificatorias de los TLC –o por lo menos de los TLC ya firmados y vigentes– tendrían que ser más globales, abarcando una mayor cantidad de socios comerciales. Todo ello es posible, pero es un camino largo y pedregoso, que no es fácil sortear de un solo brinco.

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