Por Ricardo Morales Wolter,
Coordinador Programa de Comunicación del Instituto Igualdad
En el último tiempo, el populismo como fenómeno político se ha extendido por Norteamérica con rasgos secesionistas, algo semejante ocurre en algunos países de Europa con el avance del Frente Nacional en Francia o el Partido de la Independencia en el Reino Unido, y en nuestro continente, su encarnación más grosera se da en Brasil bajo la presidencia de Bolsonaro. El fenómeno supone una verdadera patología de la democracia, una suerte de fiebre que avanza y traspasó las fronteras porosas de nuestro país, donde José Antonio Kast se yergue como representante de un populismo autoritario con peligrosos índices de adhesión.
Para que el populismo avance se requiere de la existencia de varios factores ampliamente estudiados, como los cambios ideológicos o la existencia del voto volátil como consecuencia de la liquidez de los partidos tradicionales, pero existe coincidencia en el rol protagónico de los medios de comunicación, en tanto amplificadores de los discursos caracterizados por una narrativa centrada en la crisis, un lenguaje emocional cargado de simplificaciones y anuncios sensacionalistas que cruzan el tejido de las audiencias con sorprendente facilidad.
Existe una creciente necesidad de uso de estrategias mediáticas para lograr determinadas metas, y eso lo sabe muy bien personajes como Kast, quien llama la atención de medios y electores con un discurso cargado de odio, discriminación, misoginia y xenofobia, sin más efecto que la normalización por parte de los medios tradicionales y dicha normalización lejos de ser inocua, genera un efecto de neutralización de los efectos democratizadores, provocando una creciente despolitización.
El populismo concurre al escenario donde se juega la legitimidad democrática para consolidar su poder, pero apenas llega al poder se encarga de socavar las bases de la propia democracia, fagocitando las libertades alcanzadas y restringiéndolas al máximo, esto incluye la libertad de expresión, que bajo un régimen populista se ve seriamente amenazada.
Bajo un gobierno populista se activan mecanismos de censura y control, así como un deterioro de la calidad informativa. Ante la abundancia de información o infoxicación, los medios alternativos al duopolio existente en Chile son y serán la única tabla de salvación para poder expresarse libremente y con espíritu crítico.
Con el avance del populismo autoritario se pone en riesgo el proceso de la nueva Constitución, ya en julio del año pasado José Antonio Kast escribía en su cuenta de Twitter que “El único riesgo es hacer el Plebiscito y la Asamblea Constituyente. Hay que suspenderlo cuanto antes para empezar a poner en marcha el país”. Ese es el tono que los medios tradicionales han normalizado, así como la criminalización de la protesta social.
Chile está en una encrucijada histórica por las elecciones presidenciales y el proceso Constituyente, y los medios en este escenario juegan un rol central, más aún si estos redefinen las formas de ejercer la autoridad, las políticas públicas y el debate público en general. Es tiempo de frenar el populismo, apoyar los medios alternativos y defender la Convención Constitucional, todo lo demás es secundario.