Por Camilo Escalona
Los proyectos de inversión en energía eléctrica, aumentaron en un 81% en los últimos seis meses. Este es uno de los logros más relevantes registrados en el país que, no obstante, como hecho noticioso no alcanza la espectacularidad de otros sucesos mediáticos que cubren por completo los espacios informativos.
Sin embargo, su adecuado impulso y sustentabilidad medioambiental es capaz de generar un impacto decisivo para Chile, tanto en el ámbito del crecimiento económico como en la lucha contra la desigualdad.
Hace ya varios años esta es una de las claves del futuro de Chile. Se han sucedido alianzas de distinto signo y coaliciones diferentes en la conducción del país y se ha demostrado que cuando llega la hora de gobernar, otra cosa es con guitarra.
De modo especial, al inicio de esta década, la administración liderada por Sebastián Piñera llegaba al poder con la promesa de poner término a las ineficiencias, reales o ficticias, de sus antecesoras. Un ambiente de euforia entre sus partidarios lo rodeaba y ensalzaba.
Se entregaban vistosos “pendrives” a sus ministros, en resonantes ceremonias de auto elogio. Era la hora de la derecha, ahora sí había ganado civilizadamente en las urnas y, con un experto fabricante de dinero, iba a relanzar un crecimiento vigoroso que dejara en el ridículo a sus críticos.
Pero el milagro no ocurrió. Se mantuvo el ritmo de crecimiento, pero el déficit estructural en la política fiscal se acentuó.Luego, bajo ese gobierno comenzó la desaceleración de la economía y, en lo referente al aumento de la productividad, que generara bases de largo plazo para el desenvolvimiento de los actores económicos su aporte fue intrascendente. En uno de los principales indicadores, el costo de la energía, esa administración no logró nada, se siguieron elevando ante la sencilla razón que la demanda siguió creciendo más que la oferta.
La última alza de tarifas, correspondiente a fines del 2013, se bloqueó algunos meses para trasladarla al gobierno entrante. En resumen, no se cumplió con el discurso de elevada eficiencia y dinamismo productivo. No hubo locomotora de alta velocidad, a lo sumo un antiguo tren a carbón.
Ahora bien, hay que ser claros, sin energía no habrá dinamismo en la economía y se acentuará la desigualdad.Los costos del mayor precio recaen, esencialmente en los hogares más humildes, que en invierno sufren doblemente esos precios prohibitivos.
Algunos sostienen que las nuevas inversiones favorecen a las grandes y omnipotentes corporaciones financieras controladoras del capital del país. Esos grupos se financian perfectamente bien. Con una energía cara, los que no pueden hacerlo son los micro y pequeños empresarios, los que se inviabilizan son los emprendimientos de jóvenes profesionales que no están en condiciones de acceder a créditos de altas tasas, en que uno de los factores decisivos del encarecimiento de sus proyectos es la onerosa tarifa de la energía.
Obviamente, es indispensable regular ese mercado que requiere mayor competencia, se requiere incluir a las comunidades afectadas en los beneficios de los proyectos que hoy sólo afectan su entorno. Su asociación a los frutos que se generan es fundamental, en una política pública de nuevo trato.
La Agenda pro Energía dada a conocer en mayo recién pasado contiene tales propósitos, su concreción puede abrir paso a una perspectiva de largo plazo, con vistas a una de las reformas estructurales más significativas que se debe proponer el país: dotarse de la energía necesaria para una estrategia inclusiva e integradora de amplio alcance nacional, como factor decisivo en la lucha contra la desigualdad que es tarea de la democracia chilena derrotar eficaz y oportunamente.