Dos días especiales en el mes de marzo de 2014

por

Julio Sau Aguayo


Chile se apresta a vivir dos días especiales de su historia contemporánea. Cargados de simbolismo, ambos representan una condensación del  largo y complejo camino recorrido por su pueblo, y en particular por sus mujeres, para derrotar a la dictadura e ir construyendo paso a paso una democracia política que sea capaz de generar mecanismos que apunten al fin de la discriminación y la desigualdad.

El primero de esos días es, desde luego, el 8 de marzo, establecido por la ONU como el Día Internacional de la Mujer. Tarea difícil es poner de relieve la honda significación de esa celebración. En América Latina y en otras regiones del mundo las mujeres han desempeñado siempre un rol de enorme significación  en sus procesos históricos fundamentales, desde la Independencia hasta la lucha por “ la difícil y hasta ahora no alcanzada construcción del orden deseado”, parafaseando a Norbert Lechner. Pero hasta hace relativamente  poco tiempo se trataba de un rol que, a pesar de su importancia, no tenía el debido reconocimiento, ni en Chile ni en ningún otro país latinoamericano.

Durante los largos años de la dictadura,  las mujeres chilenas fueron asumiendo en forma gradual y callada el rol central en la defensa de los derechos humanos y apareciendo en forma todavía discreta y poco reconocida en la machista escena política nacional. Para la lucha por los derechos humanos estaban muy bien  preparadas:  habían venido luchando por el reconocimiento de sus derechos  desde principios del siglo XX y libraban una lucha permanente en contra de la discriminación y los prejuicios de una machista cultura dominante en todos los niveles sociales. Nombres que llegaron a ser conocidos internacionalmente por su entrega y su liderazgo en la defensa de los derechos humanos, como los de Sol Sierra, Mireya García, Carmen Hertz       y Viviana Díaz, son también representativos de miles de mujeres víctimas de la brutalidad y de la represión que supieron superar los traumas vividos, sacar adelante a sus familias y entregar su aporte generoso y anónimo a la recuperación de la democracia. Un elemental sentido de la justicia histórica me hace pensar que  este primer Día Internacional de la Mujer que conmemoramos en Chile tras esa verdadera catarsis vivida por el país en el 40 aniversario del golpe de Estado debiera estar dedicado principalmente a esas mujeres, a su valentía, tesón y a su lucha que creó las bases de la democracia que hoy intentamos perfeccionar. Y también a esas jóvenes mujeres estudiantes- anónimas o conocidas como Camila Vallejo,   Karol Cariola, Melissa Sepúlveda    y Nashla Aburman-                              -que hoy siguen luchando por los derechos económicos, sociales y culturales de los jóvenes y de todos los chilenos.

El segundo día especial de este histórico marzo de 2014 es por supuesto el martes 11. La primera mujer que ocupa la Presidencia del Senado en nuestro país, Isabel Allende Bussi, investirá como Presidenta de la República a Michelle Bachelet Jeria, que no solo fue en 2006 la primera mujer en ser elegida en tal alto cargo  en la historia de Chile,  sino que es ahora la primera mujer  reelegida para la primera magistratura. Y ello tras desempeñar con amplio reconocimiento universal el liderazgo de ONU Mujeres.  Motivos de sobra para celebrar estos avances en la incorporación relevante de la mujer en la vida política nacional. Y para afirmar que estos hitos se constituirán sin duda en alicientes poderosos en la lucha en contra de la violencia ejercida sobre la mujer y en contra de la discriminación de la cual ellas siguen siendo  víctimas, tanto en Chile como en el resto de América Latina.

Aunque debiera dedicar las líneas siguientes de este artículo a describir las numerosas singularidades del momento histórico que empezará a vivir nuestro país desde que Michelle Bachelet empiece su segundo mandato, o destacar aspectos encomiables de las historias individuales tanto de ella como de Isabel Allende,  he preferido por ahora, y pensando en el Día Internacional de la Mujer, centrar mi atención en  la figura de dos mujeres que, aunque conocidas, han debido afrontar los avatares de nuestra historia reciente y desempeñar roles importantes con gran dignidad  desde un discreto segundo plano. Me refiero a Hortensia Bussi y a   Ángela       Jeria, esposas de dos  figuras destacadas y madres de Isabel Allende y de Michelle Bachelet respectivamente, todas ellas identificadas estrechamente con el Partido Socialista de Chile.

Hortensia Bussi, nuestra querida Tencha a la que tanto recordamos y a la que le debemos aún un homenaje merecido, no tuvo una figuración política hasta que el golpe de Estado , la muerte de Salvador Allende en La Moneda y el exilio de ella y su familia en México la hicieran adoptar una decisión vital que sería de gran trascendencia para la futura historia de Chile: dedicaría todo su tiempo y sus esfuerzos a luchar por los derechos humanos y por el retorno de la democracia en su país. Su inteligencia y su vasta cultura le sirvieron para convertirse, junto a su hija Isabel Allende, en la gran embajadora del pueblo chileno ante todos los países y los organismos internacionales. Denunciando en todos los foros a la dictadura y la violación de los derechos humanos  y luchando en forma incansable por la conformación de una coalición política capaz de enfrentar a Pinochet y la derecha, Tencha jugó durante varios años un rol principal. Pero al revés de muchas viudas de  Presidentes latinoamericanos y asiáticos, no pretendió seguir una carrera política activa tras la llegada de la democracia, regresando a su discreto segundo plano y apoyando ahora a su hija Isabel.

Como viuda del general Bachelet y madre de Michelle, Ángela Jeria es también una figura singular e importante de nuestra historia política. En su caso, el discreto segundo plano desde el cual desarrolla sus actividades es aún más pronunciado. Muy pocas veces se destaca su valiente actitud durante su inconcebible periodo de prisión y torturas en Villa Grimaldi, junto a su hija Michelle, así como  su permanente apoyo en la lucha por los derechos humanos.  Y menos se menciona su destacado rol  político durante los años en los que Michelle Bachelet permaneció en ONU Mujeres y la Concertación luchaba denodadamente por sobrevivir como coalición política y refundarse para impedir que la derecha se afianzara en el poder. Solamente se le tiene medianamente en cuenta por su participación en la campaña que llevó a La Moneda por segunda vez a su hija Michelle. Tras de ella estuvo siempre Ángela Jeria, que vuelve ahora, al igual que Tencha tras el regreso a la democracia, a su discreto y digno, pero siempre influyente, segundo plano. Pareciera una especie de sino histórico femenino, que afortunadamente se empieza lentamente a dejar atrás en este siglo XXI.

Así es como el Día Internacional de la Mujer se proyecta en nuestro  11 de marzo  , nos trae a la memoria  vívidamente la figura universal de Salvador Allende y nos recuerda que, como dijera el poeta mexicano Octavio Paz, aquél que vio un día el rostro de la Esperanza, no la olvida jamás.

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