Hace algunos años en esta misma fecha, 25 de Abril, la muerte, juguetona, me anduvo tironeando para llevarme con ella, sin embargo la fecha estaba reservada para un grande, Gonzalo Rojas, sin duda entre los cinco poetas chilenos más importantes del siglo XX, y esto no es poco decir si hablamos de Huidobro, Mistral, Neruda y Parra. Pensar que algunos críticos almibarados (al decir de Arteche) lo ningunearon en el pasado sin siquiera avizorar las alturas poéticas que alcanzaría en su vuelo. No nació en Chillán como muchos grandes chilenos, pero lo amaba, ahí vivió desde la vuelta de su exilio y ahí descansará como lo quería, su tierra abrirá sus surcos para acogerlo, ¿Qué suerte de sortilegio tendrá esta ciudad del padre de la patria?, que los que no fueron semilla en ella serán su abono.
En su juventud, Rojas fue surrealista, pero surrealista surrealista, como el mismo lo acentuaba, “proyecto de ruptura, como una auténtica revolución estética y moral”, así le cantó a Breton el abanderado del movimiento: Esa vez que murió Breton nos juntamos todos/a bailar ¡Por Nadja! Decíamos/tirando al aire las copas/contra las estrellas, y él miraba/la farsa y daba cuerda a su reloj/de polvo:-“es que no hay Eternidad, /muchachos, es que no hay Eternidad”. Gonzalo Rojas tiene poesías extraordinarias, no en vano recibió entre muchos otros, el premio Reina Sofía de poesía Hispanoamericana, el premio Nacional de Literatura en Chile y el premio Cervantes, que como todos saben es como el Nobel en las letras hispánicas. Un par de veces me topé con él en la calle Providencia en el loco Santiago que lo incomodaba, quise acercarme para solo poder estrecharle la mano al joven nonagenario, más me dio pudor, ahora me arrepiento, mi mujer me lo hizo ver y tenía razón. En su poética tenía el don de musicalizar sus palabras, “Las sílabas saben más que la música”, como él mismo lo decía. Oírlo recitar sus poemas era un espectáculo imperdible por la sonoridad que le daba con su profunda voz. Otra constante del poeta es el erotismo, quienes no leímos en nuestra juventud aquel poema, A unas muchachas que hacen eso en lo oscuro, pero no se crea que el asunto era tan simple, Rojas entendía el erotismo como el lugar que nos acercaba a Dios, así Él habla ante nosotros, lo erótico y lo bello pasa a ser la expresión más lúcida como Dios se nos manifiesta.
Por otra parte, este joven, no rehuyó sus compromisos como ciudadano, aceptó ser Encargado de Negocios en Cuba en 1972 en un momento muy complicado diplomáticamente, como así también dejó estampada una poesía ante la muerte de Miguel Henríquez: “…que un hombre como Miguel, y ya sabes a cual Miguel me refiero,/a qué Miguel único la mañana del sábado/cinco de octubre, a qué Miguel tan terrestre/a los treinta de ser y combatir, a qué valiente/tan increíble con la juventud de los héroes” Esto de hablar de lo joven en Rojas es más allá de su forma de mirar la vida, también se refleja en su poesía, tan contingente en el sentido de vibrar con su tiempo aunque etáreamente fuese anterior. Ahí están: Adiós a John Lennon y ya más cerca de su última hora, codo a codo con los tiempos que se vivían tan distintos a su juventud, E-mail para violín, la última estrofa: “E-mail, e-mail de viejo, ala/libérrima, escríbeme esta noche a/las tres de nunca, pasadas/las aguas de la era de los muertos, llámame/para confirmar lo diáfano/del teclado./Vez que vengo, vez / que lloro por ti.
Sí, el amor es lo que circunda toda su poesía, su gran amor, carnal, esdrújulo dirán algunos, pero amor, mucho amor, como el más grande de su vida a los cuarenta y tantos, un extracto de Los amantes: “París, y esto es un día del 59 en el aire. /Por lo visto es el mismo día radiante desde entonces. /la primavera sabe lo que hace con sus besos. Todavía te busco/en ese taxi urgente, y el gentío. Está escrito que esta noche/ dormiré con tu cuerpo largamente, y el tren interminable.” Más hay ternura y mucha, qué más simbólico que este extracto de Carbón dedicado a su padre: “Es él, está lloviendo/Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor/ a caballo mojado. Es Juan Antonio/Rojas sobre un caballo atravesando un río. /No hay novedad. La noche torrencial se derrumba/como mina inundada, y un rayo la estremece. /Madre, ya va a llegar: abramos el portón, /dame esa luz, yo quiero recibirlo/ antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino/ para que se reponga, y me estreche en un beso, /y me clave las púas de su barba.”
Hoy Chile será más pobre, hemos perdido a un gran poeta, todo está callado, olvidemos por un instante las palabras y quedémonos con el sonido de su propio silencio.
“Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera,
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.”
Este es uno de los poemas más notables de Gonzalo Rojas, cuya poesÃa tampoco fue perfecta (por ejemplo una visión un poco ingenua y «machista» de la mujer). Pero Contra la muerte es un gran poema.
CONTRA LA MUERTE
Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada dÃa que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada dÃa.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreÃr
a diestra y a siniestra con tal de prosperar en mi negocio.
No tengo otro negocio que estar aquà diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.
¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?
Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento, allá abajo.
No lloro, no me lloro. Todo ha de ser asà como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavÃa caliente la sangre en los cajones.
Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, por no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.
Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me rÃo
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.