Parece increíble, que todavía persistan las ideas de que el desarrollo económico se confunda con el crecimiento económico, y que nuestro país estaría pronto a alcanzar un nivel de desarrollo comparable al de los países ubicados en las grandes ligas. Todo seria una cuestión de tiempo, breve si la tasa de crecimiento es alta y la expansión demográfica es moderadamente baja, lo que haría por la mecánica de los números alcanzar un nivel de producción por habitante cercano a los que exhiben países que ya han consagrado su desarrollo. Recientemente se publicitó el hecho de que Chile habría alcanzado el año 2010 un producto por habitante de US$ 11.929 superando a Brasil y acercándose a Hungría, y que en dólares equivalentes estaríamos mas cerca del desarrollo No es primera vez que se utiliza este expediente. Los ministros de Hacienda de la administración Frei y Bachelet nos propusieron alcanzar el producto por habitante de España y Portugal respectivamente; en la administración Lagos no se hizo apuesta alguna pues se estaba recién saliendo de la crisis asiática y el crecimiento fue bastante esquivo, pero por su búsqueda persistente de una agenda pro-crecimiento con los grandes empresarios, es posible que el ministro de hacienda de esa administración no estuviera fuera de la lógica recién planteada.
Ahora bien, que crezca el producto por habitante no es un propósito negativo, y Chile ha hecho avances notables en ello, sin embargo, el problema es si este indicador refleja siempre el desarrollo de un país. En verdad esta ha sido una discusión básica y permanente en economía, predominando la idea de que el crecimiento es una condición necesaria para el desarrollo pero no suficiente. El desarrollo es un concepto más amplio que supone elevados niveles de igualdad y movilidad social así como una inserción comercial al mercado mundial mas diversificada en productos que incorporen mayor conocimiento. En el transcurso de la discusión, el concepto de desarrollo ha venido incorporando el tema de la sustentabilidad del crecimiento con el medio ambiente. En el caso de Chile podríamos decir que actualmente un componente inevitable del desarrollo es la calidad de su democracia. De acuerdo a esta conceptualización es evidente que una economía puede alcanzar elevados niveles de producto por habitante sin haber resuelto ninguno, o muy parcialmente, los temas del desarrollo. Un buen ciclo para el precio de las materias primas y un dólar barato y ya comenzaríamos a vivir el espejismo de las cifras.
En la visión neoliberal el desarrollo no existe como problema. Según esta ideología, la desigualdad la resuelve el mercado y el esfuerzo personal, la pobreza se la aborda con políticas sociales asistenciales y bien focalizadas; la inserción comercial en el mercado mundial la resuelve el mercado y las ventajas comparativas (estáticas naturalmente). En lo que refiere a las externalidades y los temas medio ambientales, ellos se resuelven con el mínimo de intervención pública si los derechos de propiedad están bien delimitados. Por último, mientras las élites políticas se auto reproducen y las instituciones funcionen no hay problema con la calidad de la democracia.
El segundo gran problema en esta temática del desarrollo y el crecimiento dice relación con los limites que tiene el indicador de producción, en este caso el PIB, pues aunque se le considera como el más adecuado para medir la producción económica es sin embargo un indicador inadecuado para juzgar el nivel de bienestar o de progreso de una sociedad. En un sentido amplio todo lo que se pueda producir y vender con un valor agregado monetario (grosso modo salarios mas ganancias) va incrementar el PIB y la tasa de crecimiento de una economía. En este sentido el PIB es indiferente a la naturaleza de la actividad generadora de ingresos dentro de la legalidad; ya sea la venta de armas o de antidepresivos igual contribuyen al aumento del PIB. El ejemplo clásico utilizado es el de la destrucción organizada de los bosques tropicales para plantar allí soya transgénica o productos agrícolas destinados a los agro-carburantes; todo ello hace aumentar el PIB de los países involucrados y también el PIB mundial. En este contexto poco interesa que esta actividad sea una catástrofe ecológica y que los pueblos indígenas sean expulsados de su territorio. Se dirá que esto es el costo del progreso, entonces revisemos el concepto de él. Existen otras limitantes conocidas como la no inclusión del trabajo domestico no remunerado o la no consideración en la contabilidad nacional de lo que ocurre con el stock de recursos naturales o recursos humanos debido al crecimiento.
En conclusión, el desarrollo económico exige una batería de indicadores que no pueden reducirse a uno solo. En este sentido el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha contribuido de una manera importante desde los años noventa con su indicador de desarrollo humano (IDH) que incorpora datos de salud, educación, distribución, sustentabilidad y otros. Según este índice Chile aparece bien ubicado al nivel mundial, lo que indica que el “salto al desarrollo” es mas difícil y por tanto seguir mirando el PIB por habitante solo señala lo bajo que ha caído la discusión económica en nuestro país.