Los partidos políticos de la Concertación viven vientos de cambio. Tres directivas están en procesos de elección e instalación: el Partido Demócrata Cristiano que realizó sus elecciones el pasado fin de semana, el Partido Socialista que instaló a su nueva directiva unos días atrás, y el Partido por la Democracia que lo hizo hace algunas semanas. Tres dirigentes que representan renovación, pero que afortunadamente tienen amplia experiencia en los asuntos públicos. Los tres con experiencia ministerial y parlamentaria: Ignacio Walker, Osvaldo Andrade y Carolina Tohá. En los tres casos se habla de renovación de liderazgos, ideas y maneras de proceder.
Estos líderes coinciden en plantear que este momento obliga a un alto responsable, que permita una reflexión política y abra paso a un nuevo ideario de centro izquierda para profundizar la senda de progreso igualitario y democrático para Chile. Una parte de la tarea se hizo con éxito a lo largo de 20 años de gobiernos democráticos: reconstrucción democrática, instalación de un sistema de protección social, saltos gigantescos en materia de infraestructura y conectividad, liderazgo mundial en materia de apertura comercial, entre tantas cosas que, una vez ya logradas, se tornan parte de los que somos como país.
Para pensar en las próximos dos décadas, y dejar atrás los ya pasados, hay que pensar en las claves que vinculan economía y sociedad, y cómo ellas se expresan en arreglos institucionales y políticos que hagan efectivas las oportunidades para las personas y las organizaciones en sus respectivos desempeños. Hemos aprendido que vivimos en sociedades complejas y que los problemas no pueden enfrentarse de manera lineal y unívoca. Son necesarios talentos y capacidades innovadoras para moverse con acierto en un mundo donde conviven múltiples señales de progreso con atávicos problemas sociales.
No es fácil actuar en escenarios donde no hay respuestas pre establecidas, y donde son necesarios caminos nuevos, arreglos, conversaciones y acuerdos que sorprendan, porque requieren combinar y vincular ámbitos diversos; articular visiones y conocimientos, y sumar mundos que quizás en el pasado no requerían dialogar. No se puede hoy ser empresario buscando maximizar las ganancias con los ojos vendados respecto del entorno. No se puede competir económicamente sin conocer al adversario, y no se puede evitar el desafío que imponen los adelantos tecnológicos. Tampoco se puede ser trabajador y posicionarse sin matices en la lógica del explotado, ajeno a los dilemas competitivos de la organización de la que se forma parte, o ser residente en cualquier rincón de Chile sin participar de los procesos y dinámicas buenas y malas que están ocurriendo en el lugar donde se habita. La política debe responder a estos contextos donde no existe lo obvio o lo conocido, donde se debe interpretar, conectar e innovar para no errar en las apreciaciones y equivocarse en las respuestas.
¿Qué competencias deben tener los dirigentes políticos para dialogar cara a cara con mundos diferentes, y localizar los ejes y los agentes que activan procesos virtuosos? ¿Cuán capaces son de desactivar dinámicas que entraban y entorpecen la vida ciudadana y dificultan los emprendimientos de las personas? ¿En qué código habla un dirigente con su entorno, en código electoral, clientelar, reivindicativo? Ninguno de ellos sirve para encarar la complejidad y sintonizar con los problemas de las personas en sus diferentes facetas. ¿Cuál es el código que resulta eficaz en tiempos en los que, de la mano de las comunicaciones instantáneas, la opinión pública se ha tornado exigente?
Partidos modernos deben asomarse a temas de tecnología, comunicaciones, innovación, emprendimiento y colaboración. Deben hacerlo sin buscar la receta conocida o la cátedra experta, sino contextualizando desafíos y problemas allí donde los desafíos se están encarando, en los territorios, lugares, comunidades donde las personas emprenden, estudian, trabajan y habitan. El buen político, no sólo es el hombre y la mujer probos y comprometidos, es la persona versátil, atenta, abierta a procesar información disímil, dispuesta a buscar acuerdos y sumar posiciones. Se busca entonces liderazgo que se encarguen del crecimiento y de la justicia, que no olviden los valores y la convivencia entre las personas, que instalen formas de cooperación entre el sector público y el privado, que tengan claros compromisos con la igualdad y la libertad de las personas, y con la calidad ambiental de la tierra en que vivimos.
Se buscan liderazgos que sepan escuchar y puedan asombrarse de los sentimientos, ideas y propuestas de las personas comprometidas con las cosas que suceden en sus comunidades. Se buscan partidos que permitan nuevos rostros sin ignorar la experiencia de quienes nos llevan delantera. Partidos con mujeres, con jóvenes, con gente de regiones. Partidos donde se pueda pensar y crear sin temor a estar fuera de lugar, donde se renuncie a lo obvio, y se vaya por lo que no sabemos y no hemos experimentado. Los valores son los de siempre: justicia, igualdad, derechos y ciudadanía, pero no para juntar las palabras en un discurso, sino para inventar lo nuevo.
Lo que más necesita la sociedad compleja y globalizada son partidos y dirigentes en donde el escuchar a la ciudadanÃa, la ética y moral observante, centrada en valores sea carne y verbo a la vez,es decir, se transmute en la acción de los lÃderes y dirigentes que actuan en la polÃtica, todo lo demás es añadidura a la credibilidad, integralidad y confianza que en las relaciones sociales plasman aquellos que estan llamado a liderar los procesos transformadores y liberadores del status-quo.