Ayudar a todas las familias e incrementar la natalidad con Protección Social

Danae Mylnarz, Consejera Académica Instituto Igualdad.
Danae Mylnarz, Consejera Académica Instituto Igualdad.

Hace pocos días los parlamentarios de derecha mostraron la propuesta «Chile es una familia»,  argumentando «Observamos un germen de crisis en la familia chilena», entre algunas medidas se encuentran un bono para los cónyuges que contraigan matrimonio por primera vez (como ejemplo se habla de 100 mil pesos); premiar la estabilidad del matrimonio (también como ejercicio se proponen 100 mil pesos por 10 años, 250 mil por 25 años y 500 mil por 50 años); bonos por cada hijo nacido, pagados de inmediato a la mujer, y hasta programas de luna de miel vía Sernatur. Esta perspectiva fue ratificada en el discurso del 21 de mayo por el propio Presidente Piñera al proponer el bono “bodas de oro”.

La fórmula también considera el pago de una remuneración mensual a aquellas mujeres que decidan quedarse al cuidado de sus hijos y la creación de incentivos monetarios y no monetarios a aquellos matrimonios que se hacen cargo del cuidado de adultos mayores. Dos formatos de ayuda se manejan ante el nacimiento de un hijo: el depósito de 5 UF en una AFP, banco o institución financiera, para ser entregado cuando cumpla 18 años, y la concentración de esos recursos en la educación.

Sin duda llama la atención que se hable de que “Chile es una familia”, puesto que la realidad social de nuestro país nos muestra que en Chile conviven muchos tipos de familias y durante los últimos años hemos avanzado en  modificar ese tipo de estereotipos en la educación formal como para caer en semejante retroceso. Por otro lado, la política social planteada sólo involucraría a aquellas parejas casadas formalmente, por tanto, la política pública estaría discriminando las opciones privadas de los ciudadanos y ciudadanas que deciden vivir y formar familias de otra forma.

Es una política pública completamente conservadora que intenta mantener a las mujeres en los hogares al cuidado de los hijos e hijas y adultos mayores, recluyéndolas en el espacio privado y sin cuantificar el aporte del trabajo doméstico a la economía nacional en términos reales.

Si bien los resultados de la encuesta bicentenario de la Universidad Católica y Adimark señalan que la fecundidad en Chile muestra una intensa caída de la tasa de natalidad, alcanzando a 1,9 hijos por mujer. Cifra que se encuentra por debajo de la llamada “tasa de reposición”, es decir; de lo necesario para renovar la población actual (2,1 hijos por mujer). Estas medidas no se hacen cargo de la diversidad de las familias para propender a una política integral de incremento de la natalidad en Chile.

Puesto que las principales razones expuestas en la encuesta por las mujeres para no tener más hijos son de orden económico, bastante obvias asumiendo el incipiente Estado de Protección Social existente en nuestro país, por tanto, la sorpresa de los resultados no parece tal:

  • Tener hijos hace más difícil que la mujer trabaje 53%,
  • Los niños son difíciles de mantener 51%

Tener hijos hace más difícil que la mujer trabaje, precisamente por esta premisa Chile presenta las menores tasas de inserción laboral de la mujer de América Latina. A pesar de que sabemos que el ingreso femenino es fundamental para salir de la pobreza, así como también vivimos el que tener hijos y trabajar tiene una serie de cortapisas partiendo por un pos natal breve, la discriminación en las Isapres, las jornadas de las salas cunas y jardines infantiles no acordes con la realidad laboral, a pesar de lo que avanzó el gobierno de la Presidenta Bachelet en aumentar su cobertura aún tenemos importantes trabas en relación a los horarios de atención y a sus costos asociados a las mujeres de clase media.

Los niños son difíciles de mantener, sin duda que la vida tiene un costo, el tema es quien se hace cargo de él. En una sociedad de desigualdades como la nuestra donde obtener prestaciones de calidad y oportunidades tiene un costo que es asumido directamente por las familias, las que en esta sociedad de riesgos como señala Beck están menos dispuestas a asumir costos que no saben si podrán sustentar en el tiempo.

Como se puede observar las razones son de orden económico. Lo mismo se puede apreciar cuando se consulta por las razones para contar con familias pequeñas, donde la que obtiene mayoritariamente la primera mención es de orden material: Es mejor tener pocos hijos, pero darles una educación de calidad 77%.

Este resultado ratifica el anterior, la principal forma de asegurar oportunidades a futuro a nuestros hijos e hijas es a través de una buena educación y sabemos que en el Chile desigual de hoy esa buena educación existe prácticamente sólo a un alto costo.

El corolario de los datos anteriores termina con la siguiente consulta ¿Usted considera que Chile es una sociedad que apoya a las mujeres para tener hijos o que no las apoya? Donde sólo un 29% afirma que se las apoya en contraposición con un 43% que afirma que no.

Frente a esta última pregunta del apoyo de Chile a la maternidad y su negativo resultado se obtiene la última obviedad y el desafío para futuro. Lo primero es que Chile no apoya a la maternidad no sólo porque la lógica de libre mercado no tiene porque hacerlo, o porque las incipientes medidas de protección social no llegan a hacerse cargo de ello, sino también, porque no hablamos de cómo compartimos la maternidad como sociedad, como país. Donde el Estado tiene un rol esencial, este no es un tema sólo de las familias, o de las mujeres. No es un problema individual. Sino que es un tema societal, el Estado debe asumir un rol en la protección social mayor, así como también incentivar cambios culturales que permitan que los hombres y mujeres que conforman esta sociedad compartan sus roles en el cuidado de los hijos e hijas y de las tareas domésticas, y no asumir respuestas conservadoras y discriminadoras que estereotipan a las familias como una sola compuesta por papá, mamá e hijos debidamente casados con libreta y para toda la vida.

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