En la Riviera Maya de México, nació el martes pasado un nuevo bloque regional, sin Estados Unidos, que se propone avanzar en la integración de los países del continente y fortalecer su presencia a nivel global.
Los 33 gobernantes y representantes de los países de América Latina y el Caribe fijaron un calendario de trabajo que tendrá un hito fundacional en Caracas el 2011, cuando se aprueben sus estatutos y se defina el nombre del organismo multilateral.
El presidente mexicano Felipe Calderón, anfitrión de la Cumbre de la Unidad, dijo que el nuevo organismo adoptará el patrimonio del Grupo de Río, que se basa en principios como el respeto a la democracia, las riquezas naturales, la sustentabilidad y la soberanía de los países miembros.
El nuevo grupo “deberá prioritariamente impulsar la integración regional con miras a la promoción de nuestro desarrollo sostenible, impulsar la agenda regional en foros globales, y tener un mejor posicionamiento ante acontecimientos relevantes mundiales”, recalcó el gobernante de México.
Durante dos días, los mandatarios reunidos en Cancún pasaron revista al escenario mundial y los efectos que produjo la crisis económica en la región, donde golpeo de manera desigual; delineó una plan de ayuda a Haití –que fue devastado por el terremoto de enero y que dejó más de 210 mil muertos-; y dieron su respaldo a Argentina, que ordenó un control mayor sobre el tránsito de navegación en sus aguas territoriales ante el inicio de explotación petrolera por parte de empresas privadas británicas en las costas de las Islas Malvinas.
El nuevo organismo regional explícitamente excluyó a EEUU y Canadá y se perfila como alternativa a la OEA, luego que ésta se mostrara incapaz de revertir el golpe de Estado de junio en Honduras y sus negociaciones con el gobierno de facto terminaran legitimando las elecciones convocadas por éste. Pese a ello, la OEA aún no acepta la reincorporación de Honduras al organismo, pero varios de sus países integrantes ya han reconocido a la nueva administración que lidera Porfirio Lobo.
Pero la mayor debilidad de la OEA, según varios gobiernos de América Latina, es su alineamiento con la política de EEUU, que mantiene –por ejemplo- el grueso de las medidas de bloqueo a Cuba. También influye la asimetría en el peso específico de la potencia del norte en el escenario político internacional, así como en la economía mundial. Ello quedó claro sobre todo en la administración de George W. Bush, cuya política exterior quedó limitada a la “guerra contra el terrorismo” y dio la espalda al continente por casi una década.
El gobierno de Barack Obama ha señalado a los propios gobernantes de América Latina que su política será distinta a la de su predecesor, pero hasta ahora no hay indicios de que ello se concrete. Más aún luego de la tragedia de Haití, donde EEUU envió a casi 20 mil soldados para controlar la situación interna y sin consulta o coordinación alguna con los países de la región, varios de los cuales aportan fuerzas militares para la misión humanitaria de la ONU en el país antillano.
El nuevo organismo regional se ha propuesto avanzar en una extensa agenda (ver documento adjunto), pese a los conflictos bilaterales que lleva en su seno. Este aspecto incluso ha sido valorado por EEUU, que entiende que un bloque regional tendrá mejores condiciones la a resolver sus controversias.
Una de ellas –y quizás la más compleja- es la instalación en territorio colombiano de siete bases militares de EEUU, con el propósito de combatir el narcotráfico y las guerrillas. Para los países vecinos a Colombia, principalmente Ecuador y Venezuela, así como para otras naciones de la región, las bases militares son una amenaza a la estabilidad democrática y a la soberanía.
De hecho, el choque entre los presidentes Álvaro Uribe (Colombia) y Hugo Chávez (Venezuela) durante la Cumbre de Cancún –profusamente difundido por las grandes cadenas de prensa- es una expresión de esa tensión que generan las bases militares de EEUU. El conflicto tiene tal envergadura que el presidente boliviano, Evo Morales, tachó a Uribe como “agente de EEUU”, por su permanente obstrucción a las iniciativas de integración.
Michelle Bachelet recibió la presidencia pro témpore del nuevo organismo por un periodo de dos años, pero tal cargo será traspasado al derechista Sebastián Piñera cuando el 11 de marzo próximo asuma su cargo en La Moneda. En la región, el empresario es considerado un aliado de EEUU, que hará alianzas con los gobernantes más conservadores del continente, como Álvaro Uribe de Colombia, Felipe Calderón de México, Ricardo Martinelli de Panamá, y Alan García de Perú. En su debut en Cancún, Piñera se reunió con los tres primeros.
El perfil empresarial del canciller nominado por Piñera da cuenta del eje que tendrá la política exterior del nuevo gobierno, que tendrá un fuerte énfasis en los negocios más que en el fortalecimiento de la democracia a nivel regional y global.
El propio Piñera indicó, por ejemplo que “la política regional de los últimos tiempos ha tenido exceso de politización, basada en afinidades ideológicas y personales que a veces nos apartan de los intereses permanentes de nuestro país”. Y agregó que “UNASUR debe demostrar que realmente es una institución que está al servicio de la integración y de los intereses de toda América del Sur, y no que pueda desviarse y representar solamente intereses de algunos sectores o países”.
En sus definiciones de relaciones internacionales, Piñera ha dicho que “debemos tener una relación especial y privilegiada con Estados Unidos, que es la principal potencia del mundo. Hay un cierto infantilismo trasnochado surgido de algunos países de América Latina que hacen pensar que la guerra para el desarrollo es una guerra contra Estados Unidos. Esta es una causa de la cual Chile debiera alejarse con toda la fuerza y claridad”.
Por ello en la región observarán con atención la forma en que el nuevo gobierno llevará adelante en los próximos dos años el proceso de integración abierto en Cancún. Chile entregará la secretaría pro témpore en una cumbre en Santiago el 2012