Ernesto Águila
El programa de reformas de la segunda administración de Bachelet pasa por un momento complejo. Las razones parecieran ser básicamente tres: una desaceleración económica que según los expertos continuará el próximo año; ciertas políticas mal desplegadas antes que mal comunicadas (un clásico: haber comenzado con la regulación del sector particular subvencionado en lugar de con el fortalecimiento de la educación pública, o con ambos proyectos a la vez); y la falta de un relato convocante y participativo en torno a las reformas que hubiese movilizado a sus partidarios.
Sobre este último factor conviene detenerse un momento. La pregunta es adónde fue a dar ese sesenta por ciento que apoyó electoralmente a la actual presidenta y a su programa o por qué permanece en silencio y desmovilizado (resulta sintomático que habrá primero un «caupolicanazo» en defensa de la educación particular subvencionada que uno a favor de la educación pública). Es claro que los opositores a las reformas se sienten hoy más motivados a movilizarse que sus partidarios.
Se ha convertido en un tópico atribuir estos reveses a una falla comunicacional. Sin embargo, hay una explicación que se deriva más del contenido del discurso que de la forma de su difusión: no está presente en el “relato” del gobierno la idea de que las actuales reformas constituyen una tarea colectiva. Los partidarios de las reformas, y la sociedad misma, no son invitados a participar de los cambios sino que son reducidos a espectadores o audiencias pasivas. El resultado de las reformas pareciera depender más de la pericia de algún ministro que del grado de conciencia y movilización de la sociedad. No se apela ni se construye un «nosotros». Los partidarios de las reformas no son convocados a protagonizarlas.
Por su parte, entre las voces que hoy critican las reformas se confunden quienes nunca las han querido por considerarlas muy “izquierdistas” con aquellos que solo ven “gatopardismo” en todo lo que ocurre, pasando por un amplio espectro que critica aspectos de diseño, falta de fuerza o de sagacidad. En términos lógicos sería muy raro que todos tuvieran la razón. Quizás la explicación sea, como se ha dicho en otras ocasiones, que la Nueva Mayoría (NM) y la actual administración constituyen territorios políticos tensionados y en disputa.
Es muy probable que se busque revertir la actual situación con algún “golpe de timón”. La pregunta relevante es hacia donde irá ese eventual rediseño: si se moverá hacia una morigeración del programa, reconstruyendo una hegemonía más cercana a lo que fue la vieja Concertación que a la NM, o bien la reestructuración irá en la dirección de reafirmar el programa y la alianza que lo sustenta, en diálogo con los actores sociales, e incluyendo los nuevos datos del escenario político y económico. El primer camino requiere un acuerdo básicamente elitario, el segundo una sociedad movilizada en torno a las reformas. Son opciones distintas, dos miradas de largo plazo sobre lo que Chile necesita.
Bien Ernesto , excelente diagnóstico nosotros en silencio lo venimos diciendo hace tiempo , construir el nosotros es clave para el año 2015………..este ya se fue, recuperar la mÃstica haciendo carne la palabra tan, tan usada hoy: inclusión
Fraternalmente