Los dos candidatos presidenciales de derecha, Golborne y Allamand, han optado por enfatizar sus biografías en su primer video promocional, olvidando, tal vez, que la relación entre biografía y política es una relación peligrosa.
Se sabe que la reproducción exacta de una vida es imposible y que las biografías o autobiografías son siempre una reconstrucción activa del pasado hecha desde el presente. La tentación de reinventar la propia vida, de corregir en la biografía lo que uno quisiera haber resuelto de otra manera o de omitir aquello que a los ojos actuales resulta inexplicable son algunos de los peligros que enfrenta dicha relación.
El otro riesgo de usar la biografía como programa político es que no siempre las vidas de los políticos son interesantes o lo son en la medida de la de cualquier mortal. ¿Son interesantes las vidas de Golborne y Allamand? Más o menos. Es claro que no estamos frente a la biografía de un Nelson Mandela, por poner la vara un poco alta. Parafraseando a Borges, quizás la vida no tiene la obligación de ser interesante, pero las biografías no pueden prescindir de esa obligación. En todo caso, más allá de ello, tal vez sería más razonable que los políticos no se autoimpusieran la necesidad de legitimarse a través de tener que presentar sus vidas como una sucesión de hechos notables.
Pero vamos a los videos. El de Allamand es más tedioso pero más creíble que el de Golborne. Es la biografía de un político que comienza el año 72 luchando contra la UP, reaparece hacia mediados de los 80 firmando el Acuerdo Nacional (¿que habrá hecho entremedio?), prosigue con la “democracia de los acuerdos” a comienzos de los 90 y culmina con su ascenso a Ministro de Defensa y la tragedia de Juan Fernández . Omite su llamado a votar SÍ a ocho años más de Pinochet al mando del país el año 88, lo que mirado con ojos de hoy (y de ayer) resulta incomprensible dentro de su biografía. Pero así parece que son las vidas, no siempre una línea recta.
El video de Golborne es más complejo en su mensaje. Aquí su vida privada invita a ser leída políticamente. La biografía del candidato poseería la didáctica de un programa político. Como la vida privada es menos verificable que la pública uno se queda con la duda de si le están contando el cuento completo. En un país clasista como el nuestro, uno se pregunta si el personaje siempre exhibió con el mismo orgullo sus origen “popular” o si no tuvo nunca la tentación de esconderlo o incluso borrarlo. Su gran ascenso social es explicado bajo la idea de la meritocracia, pero el relato no coincide con la experiencia del “sálvense quien pueda” que vive la mayoría de los niños, niñas, y jóvenes chilenos/as de iguales o mayores talentos. La meritocracia debiera ser más un atributo de la sociedad que de los individuos. Por último, el intento de presentarlo como un “descamisado”, una suerte de sans-culotte, parece a todas luces un exceso publicitario para alguien de su posición social y que hoy es apoyado por los principales poderes fácticos del país. En fin, nada de ideas y programas por ahora, solo biografías sobre la mesa y con ello sus principales prácticas asociadas: correcciones del “original”, reinvenciones y estratégicas omisiones.