La derecha que no fue

Patrulla juvenil

Ernesto Águila Z. Director Ejecutivo Instituto Igualdad.

La dura y cada vez menos disimulada disputa que se vive en Renovación Nacional (RN), junto con poner en evidencia que el Presidente de la República carece de un partido propio,  remite a un tema de mayor calado histórico: el fracaso de la constitución en Chile de una “ derecha liberal”, es decir, de una derecha proclive a una democracia sin tutelajes de ninguna especie; abierta a la diversidad y al pluralismo moral de la sociedad;  con una postura sin ambigüedades ni matices frente a las violaciones a los derechos humanos ocurridas en Chile en el período 1973-1990.

Esta derecha “liberal-democrática” existió embrionariamente y jugó un rol importante en el período tardío de la dictadura y a comienzos de los 90 —a través del Acuerdo Nacional, las reformas laborales y tributarias, su mayor apertura política— pero fue sistemáticamente torpedeada y finalmente subordinada a través de episodios como el “espionaje telefónico” del año 92 y la derrota de Allamand en la elección senatorial del 97. La derecha de impronta conservadora-autoritaria unida a los llamados “poderes fácticos” (por usar una expresión de la época) se encargó de tornar inviable —cada vez que fue necesario— el surgimiento de esta otra derecha.

Con el paso de los años esta derecha liberal se fue dispersando y desdibujando. La otrora “patrulla juvenil” se disolvió, cada uno de sus integrantes siguió su camino y para sobrevivir políticamente debió “madurar”, es decir, rendir tributo y dar pruebas de lealtad a la derecha conservadora que había terminado por imponerse sin contrapesos. Así, Allamand logró llegar al Senado en 2005 gracias a la omisión de la UDI y con sus tesis del “desalojo” terminó de quedar claro que del desierto y de su travesía había regresado más conservador que liberal.

Desaparecida en los 90 la “derecha liberal” fue el momento de la UDI y específicamente de la tesis de la “derecha popular”, la que estuvo muy cerca de conquistar el gobierno. Finalmente y por esas paradojas de la política –quizás la paradoja es la forma propia de la política- la derecha logró acceder al gobierno a través de un candidato y de un programa de corte “liberal-democrático”. Pudo haber sido la hora de los liberales. Sin embargo, a poco andar quedó en evidencia la orfandad política de este proyecto cada vez que tímidamente intentó expresarse (reforma al binominal, proyecto de Vida en Común, entre otras).  Posiblemente el punto más bajo fue su pasividad frente al homenaje a Krasnnoff y su repliegue ante al avance dentro de la derecha mayoritaria, del “negacionismo histórico” en materia de violaciones a los Derechos Humanos  que este episodio hizo evidente.

El fracaso en Chile de la conformación de un núcleo político liberal -hoy reducida a los márgenes de RN, de unos pocos núcleos juveniles e intelectuales y, de manera neutralizada, dentro del gobierno- posiblemente sea una de las grandes asignaturas pendientes de la transición y una de las razones –no la única- del inmovilismo político-institucional de estos últimos lustros. Más en el fondo interroga sobre la real viabilidad que un liberalismo político con capacidad hegemónica pueda domiciliarse con éxito alguna vez en la derecha chilena. La “derecha liberal”  fue una de esas “eternas promesas” de los últimos 20 años, una promesa cuyo incumplimiento ha tenido consecuencias históricas trascendentes y negativas para el país en su conjunto.

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Comments

  1. Estimado Neto,
    hay muchas cosas en la que sin dudas que estamos de acuerdo, sin embargo en esto de la «derecha liberal» decididamente que no lo estamos. Allende, con toda la habilidad política que le conocemos, logró captar dos otres figuras de derecha liberal, en tre ellas , Gregorio Amunátegui y Armando Jaramillo. En latas conversaciones de la época, ambos negaron tajantemente que la posibilidad de construir en este país un núcleo-siquiera eso-, de «derecha liberal», era imposible. Si revisas la historia de Chile te encontrarás que siempre la derecha ha sido hegemonizada por-como dice Osvaldo Puccio-, la vieja derecha «colchagüina», esa de los rancios apellidos de una suerte de aristocracia rural que no olvida sus «nobles ancestros » castellano-vascos». Los mismo que inventó el historiador de los mitos chilenos: Diego Barros Arana.
    El cuento es más largo, pero aún mayor es mi excepticismo.
    ariel

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