Michelle Bachelet Jeria, ex presidenta de la República y Secretaria General Adjunta de ONU Mujeres.
Durante la Asamblea General de Naciones Unidas de este año, fuimos testigos de un hecho histórico: por primera vez abría la sesión plenaria una mujer, la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Al comenzar sus palabras ella hizo un homenaje a todas las mujeres del mundo, al decir que “es con humildad personal, pero con orgullo justificado como mujer, que me encuentro en este momento histórico. Comparto este sentimiento con más de la mitad de los seres humanos en este planeta que, como yo, nacieron mujeres y que, con tenacidad, están ocupando el lugar que merecen en el mundo”. Continuó con un discurso franco, sin metáforas, propositivo, centrado en la urgencia de enfrentar la crisis económica y de representatividad que vive el mundo con más política, más participación y más decisión.
Es justamente en la urgencia de mejorar la representación política de nuestros países que ONU Mujeres ha definido entre sus cinco prioridades estratégicas aquella relacionada con más participación política de mujeres y mayor liderazgo para ellas. Un mayor liderazgo en todos los ámbitos: en la vida política, económica, social y cultural. Estoy segura de que en el terreno de la política es donde las mujeres tenemos la brecha más grande, donde ha sido más difícil avanzar, y Chile no es una excepción.
El sistema político actual es poco abierto a un cambio. Consciente de aquello, trabajamos mucho durante mi gobierno en la redacción de un proyecto de ley (conocido como “Balance de Género”) que fuera justo y equilibrado, y diera incentivos a los partidos políticos para llevar mujeres y elegir mujeres. Lo enviamos en octubre de 2007. Y pese a que toda la experiencia internacional muestra la necesidad de tener medidas transitorias especiales para avanzar, como las llamadas leyes de cuotas u otros mecanismos similares (como ocurre en Costa Rica, Argentina, Bolivia, Ecuador y otros 8 países más de América Latina, o las leyes de paridad y alternancia como en Túnez), durante ese tiempo no se pudo avanzar porque no encontramos en el Parlamento los apoyos necesarios para una ley de cuotas.
La ley estaba bien pensada y era equilibrada; sin embargo, la discusión no prosperó. Uno de los parlamentarios tuvo la honradez de confesarme que, si bien creía que era lo justo, pues compartía el principio y la necesidad, la verdad era simple: “Si entraba una mujer tenía que salir un hombre”, por lo que con afecto me quería prevenir que, siendo un excelente proyecto, tenía poquísima viabilidad.
Seguramente se levantarán voces señalando que las mujeres no necesitan de medidas especiales porque ellas por sus propios méritos llegarán a ocupar cargos de representación. No tengo ni una duda de que las mujeres que llegarán a ocupar esos espacios tendrán todos los méritos, al igual como los deben tener los hombres. Pero hay que hacerse cargo de que en la realidad las mujeres deben enfrentar numerosos obstáculos más para ser elegidas, y —por lo tanto— para tener una representación adecuada hay que llevar a cabo acciones especiales que garanticen la presencia de mujeres y hombres meritorios y comprometidos.
Necesitamos un Chile que también en el terreno de la política sea más inclusivo. Por eso apoyo decididamente la iniciativa llevada adelante por ComunidadMujer, donde mujeres de diferentes sectores demandan “mayores espacios de participación política para amplios sectores de la sociedad que hoy permanecen excluidos”, señalando la baja representación que tienen las mujeres —y las mujeres jóvenes más aún— en las esferas del poder y en los cargos de elección popular.
Desde ONU Mujeres trabajamos para que iniciativas como éstas ayuden a generar hoy las condiciones que permitan que la representación política de las mujeres sea una demanda de tal fuerza, que su voz sea escuchada. Y que esa voz sea escuchada en Chile, en los países árabes o en cualquier otro punto del planeta.
Pero, ¿por qué necesitamos mujeres en los gobiernos, en el Parlamento y en los municipios? Porque queremos democracias mejores, más representativas de su diversidad, donde las preocupaciones y necesidades de todos sus habitantes sean consideradas en sus leyes y políticas; porque las mujeres empujan con fuerza las agendas sociales (educación, salud, vivienda, trabajo e infancia), con lo que gana toda la sociedad, pero también empujan la agenda económica. Los estudios demuestran que en todos los países donde las mujeres tienen acceso a educación de calidad, buenos trabajos, acceso a la tierra, créditos, hay mayor crecimiento económico, menos tasa de mortalidad materna e infantil, mejores niveles de nutrición, mayor seguridad alimentaria y menos riesgo de contraer VIH Sida. Si en la agricultura, por ejemplo, una mujer recibe las mismas oportunidades y herramientas que los hombres (acceso a semillas, agua y fertilizantes; acceso al crédito y tecnología; acceso a los mercados, etcétera), la producción de un país puede aumentar entre 20-40% y se podría sacar entre 100 y 150 millones de personas del hambre y la miseria.
Toda legislación tiene impacto de género. No existen leyes neutras, porque no hay leyes que no afecten a la mitad de la población. Se necesita de leyes que faciliten mayor progreso y oportunidades para asegurar que las mujeres, así como los hombres, puedan tener una vida digna y más justa.
Hace 15 años, los países acogieron el Plan de Acción de la Conferencia Mundial de Mujeres de Beijing y fijaron una cuota mínima de 30% de representación femenina en la política y en el Parlamento. Hoy solo 28 de los actuales 194 países del mundo lo han logrado. De ellos, 5 lo hicieron sin medidas transitorias excepcionales o cuotas y todos los demás requirieron de alguna acción afirmativa o “discriminación positiva”. Si añadimos que menos del 10% de los jefes de Estado y jefes de Gobierno son mujeres, el cuadro no es el mejor.
La tarea no es fácil, pero es el momento. El 19 de septiembre pasado, en un evento organizado por ONU Mujeres en Nueva York, pudimos compartir con mujeres líderes como la Presidenta Rousseff, la secretaria de Estado Hillary Clinton, ministras, altas representantes de Naciones Unidas y de ONGs, y firmamos una declaración en la que dijimos que la participación política de las mujeres es fundamental para la democracia; hicimos un llamado a que los estados partes tomen medidas afirmativas para respetar y promover el derecho equitativo de las mujeres a participar en política, incluyendo a las mujeres que viven en países en conflicto o que están atravesando por transiciones democráticas, junto con instar a los estados a cumplir con sus compromisos internacionales como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw). Tengo la certeza de que avanzaremos.
Las mujeres son esenciales para garantizar el desarrollo, la paz y la seguridad, como ha sido destacado por el último Premio Nobel entregado a tres mujeres que han dedicado su vida a la causa de la libertad y la convivencia en sus países. Este será el siglo de las mujeres.
(Publicado originalmente en El Mercurio 06/11/2011).
Que vuelva bachelñet pero con la idea de que debe hacer un gobierno distinto al primero, no digo mejor, sino distinto:de entrada convoacar a debatir una nueva constitucion politica y una reforma tributaria en serio para financiar la educación en todos sus niverlesd.
Bachelet II: ¿como deberia ser un segundo gobierno de Bachelet? un gobierno de toda la oposicion desde la DC hasta el PC, pasando por el PS, PPD y PRSD, incluir tambien al MAS…y que se plantee un nuevo tipo de relacion con los movimientos sociales.Lo principal: Una Nueva Constitutción PolÃtica.