Cuando el tema de una película es la vida de alguien cuya figura tiene el tamaño de Violeta Parra, resulta difícil no ceder a la tentación de referirse directamente al personaje en cuestión, obviando su versión cinematográfica. La película, Violeta se fue a los cielos, dirigida por Andrés Wood, se las arregla, sin embargo, para hacerse notar. Su carácter episódico, escenas cuyo encuadre fotográfico se destaca por sobre el movimiento propio del cine, el uso de imágenes a modo de símbolos más que como elementos de una narración, son algunos de los elementos que recuerdan al espectador que su acceso a la figura del personaje Violeta Parra, está mediado por una obra hecha de lenguaje audiovisual.
No se trata, entonces, de una película que, con un afán realista, se presente a sí misma como reflejo de una realidad externa a ella. La película “arma” una Violeta Parra como quien está frente a un rompecabezas al que de antemano sabe le faltan piezas. No se nos propone una Violeta total.
Esta renuncia a la totalidad (expresada en el carácter episódico y elíptico de la trama) le permite a la película (y a su director) ponerse a resguardo de las exigencias de fidelidad a algo que pudiera considerarse la “vida real” del personaje representado. La historia alcanza, así, un grado de universalidad que una película de corte más realista difícilmente alcanzaría. Sin “desencarnar” al personaje que le sirve de referente, la forma de narrar permite que la película se inscriba en una suerte de género: el de las narraciones de vidas de artistas intensas, talentosas, generalmente con algo de “malditas” (un amalditamiento específicamente femenino), traídas y llevadas por amores apasionados y, casi ineludiblemente, suicidas.
¿Qué consecuencias puede tener re-leer, de esta específica manera, a esta figura-mito que es Violeta Parra en el contexto de Chile, 2011? En primer lugar, esta relectura produce un paradojal efecto doble: sin sacar al mito de su contexto, esto es, sin desmitificarlo (los hechos más sobresalientes del imaginario chileno sobre la vida de Violeta están presentes en el guión) lo inscribe en una mitología que rebasa dicho contexto (es esto lo que permite, por ejemplo, que la película pueda ser propuesta como postulante al premio Oscar). Otro efecto, en ningún caso secundario, pudiera ser la incitación al público que concurra a ver la película (por las razones que sea—de mercado, probablemente) a conocer, descubrir, admirar, a la Violeta Parra multifacética que, más allá de las mediaciones cinematográficas, también existe.