Bicentenario: las grietas de un aniversario

Bicentenario

La conmemoración de los 200 años de vida republicana de Chile ha coincidido con un conjunto de hechos  que han puesto en evidencia las grietas que cruzan la superficie y los cimientos de nuestra nación y su institucionalidad. Ningún país puede pretender estar libre de contradicciones y conflictos, pero se han hecho muy evidentes en este año las fragilidades y profundas desigualdades que marcan  el desarrollo político, económico y cultural de Chile.

Lo más urgente y evidente, ha quedado al descubierto con la prolongada huelga de hambre mapuche que más allá de las reivindicaciones puntuales sobre la no aplicación de la Ley Antiterrorista y de la justicia militar, expresa el fracaso del país para dar cuenta de su diversidad y dar un anclaje a los pueblos indígenas en la institucionalidad política; como expresión de respeto de las distintas identidades que conviven en su interior, y asumiendo el carácter multicultural de nuestro Estado.

Es posible –aunque no es evidente y la crisis puede escalarse y tener un desenlace trágico- que la huelga de hambre pueda concluir con algún tipo de negociación, sin embargo, este Bicentenario será recordado también por la falta de un acuerdo que cruza la sociedad chilena, para dar verdadero reconocimiento y lugar a las identidades de los pueblos indígenas dentro de la vida política y cultural del país.

En segundo término, este Bicentenario ha estado cruzado por el derrumbe de la mina san José, que puso en evidencia las condiciones de trabajo reales que existen en Chile y el predominio del interés privado aun a costa de los derechos y de las condiciones de seguridad de los trabajadores. Más allá de la utilización mediática que el gobierno ha hecho de este caso, el tema de fondo es que se ha llegado al Bicentenario en condiciones de sobreexplotación y miseria de amplios sectores del mundo del trabajo. Se ha hablado de un “antes” y un “después”, pero eso implica un conjunto de reformas laborales  y un nuevo rol del estado en materia de regulación y fiscalización, cuestiones a los cuales la derecha se ha opuesto tenazmente en estos 20 años.

En tercer término, el terremoto del 27 de febrero implicó la pérdida material para varios miles de familia, y golpeó, como siempre, con mayor rigor a los sectores más vulnerables del país. El terremoto y maremoto del 27 de febrero dejó en evidencia las debilidades e inequidades de nuestro proceso modernizador. Por su parte, el proceso de reconstrucción ha sido extremadamente lento y carente de un Plan articulador y rector. Este Bicentenario encuentra a cientos de familias angustiadas por lo que han perdido en términos de vidas humanas y materiales, y sin tener en el horizonte una solución concreta a sus necesidades básicas.

En cuarto lugar, se ha excluido de toda actividad conmemorativa el recuerdo de las violaciones a los derechos humanos y el aprendizaje histórico que la sociedad chilena ha realizado de esa experiencia, y que el Bicentenario podía amalgamar y entregar a las futuras generaciones como expresión de una sociedad que ha sido capaz de aprender de su historia, de sus errores y horrores.

Las conmemoraciones del Bicentenario organizadas por el nuevo gobierno de derecha han estado carentes de espesor cultural y no han  dado pie a la convocatoria a un proceso reflexivo sobre el Chile que hemos construido y las grandes tareas pendientes. Ha primado más bien una retórica vacía de la “unidad nacional” y una idea pobre y estereotipada de “lo chileno”. Nada que trascienda y que permita abrir paso a una reflexión seria sobre estos 200 años. Se ha tratado de trasmitir la imagen de una casa unida, ordenada y engalanada para la ocasión, pero las grietas en las murallas se han hecho más que evidentes en este año.

Relacionado

Comments

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.