Por Rubens Francois, Economista
La democracia en estos tiempos ha mostrado una fuerte tendencia a dispersar y debilitar el poder que debería tener la ciudadanía, concentrándose el poder en fuerzas políticas allegadas a las oligarquías. Así, las derechas políticas en todas las latitudes postulan que en este momento se necesita gobiernos fuertes y una centralización del poder que garantice enfrentar las próximas crisis que son vistas por éstos, fundamentalmente, como debilidades y falta de autoridad para defender la libertad y los valores de occidente.
Para otros, sin embargo, con mirada progresista, las crisis que efectivamente están impactando al planeta y que no encuentran suficiente apoyo global son la desigualdad, la concentración de la riqueza, el cambio climático, las migraciones, la pobreza extrema, el narcotráfico, la corrupción, la destrucción del planeta y la geopolítica dominada por los países que se disputan el control de la economía mundial y que están dispuestos a modificar el mapa territorial del mundo mediante la guerra para lo cual disponen de una lucrativa industria militar que se desarrolla a la par con la industria de las tecnologías de última generación.
La globalización fue la respuesta y la opción dominante para el desarrollo económico con una plataforma capitalista que ha mantenido vigente el modelo neoliberal, donde la industria manufacturera se sitúa en los países de mayor productividad y el resto principalmente como proveedores de materias primas y mano de obra barata.
Hoy, se han acumulado muchos problemas originados por un desarrollo económico desigual y excluyente que abren mayores brechas entre países ricos y países pobres y dentro de ellos diferencias entre sus habitantes que alejan a los más ricos del resto de la sociedad en el acceso a un mejor bienestar y los más pobres van quedando sin esperanza de mejorar sus condiciones de vida.
El descontento popular y la irrupción de levantamientos sociales resultante del tipo de desarrollo descrito han permeado una estrategia que comienza a mirar hacia adentro de los países más que a repetir las experiencias que ha dejado la globalización. Muy probablemente lo anterior ha ido derivando en fenómenos que se encaminan a generar nacionalismos, populismo, desmembramiento del orden mundial, inoperancia de la ONU, guerra comercial entre los países más industrializados, proteccionismo, uso de estricciones y castigo económico contra países alineados con unos u otros.
Para EE.UU. una amenaza que menoscaba su liderazgo es el avance de China en el comercio internacional y de ahí su dilema fundamental, proteccionismo o libre comercio en un modelo globalizado. Por otro lado, los programas transformadores de naturaleza estructural no han podido derribar muros por la vía democrática. La democracia no ha podido contra la acumulación de la riqueza y contra el poder de facto que ejerce en la sociedad la clase oligárquica.
El peligro para la democracia
Si en democracia los países no han logrado justicia, igualdad, paz social y la libertad no es igualmente válida para todos sus habitantes. Y, si en democracia no funcionan instituciones que se han creado para garantizar esos principios, entonces, la democracia pierde credibilidad y vigencia, generándose un vacío valórico, ideológico e institucional que da paso a cualquier aventura liderada por cualquier líder mediático.
Pareciera que la democracia debe renacer, refundarse, ponerse de una vez al lado de los ciudadanos que no solo habitan en un territorio o país, sino también son parte integrante del ecosistema del mundo entero y de un planeta que está dando muestras de un término apocalíptico en un plazo acotado si no actuamos a tiempo.
Cómo vestimos al gato para que parezca perro, es un poco lo que sucede en esta crisis social y política al tratarvestir la democracia y también el socialismo. No es posible disfrazar la realidad, es preciso enfrentarla, conocerla, involucrase para comprender y mejorar lo que nos empequeñece como seres humanos. En ello la información, el conocimiento científico, la reafirmación de los derechos humanos y de la naturaleza en un proyecto común de futuro compartido es el principal desafío en este punto de extremo conflicto, anomia y entropíasistémicas.
Uno de los peores enemigos del pueblo es la ignorancia, especialmente, cuando la educación no está orientada a la transformación para mejorar la calidad de vida en la sociedad. La segmentación de la educación conduce a una educación privada, cara y supuestamente de alta calidad para una élite que con más certeza ocupará los niveles directivos de la sociedad y una educación pública que en muchos países cada día dispone de menos recursos y que no logra preparar ciudadanos ni trabajadores calificados para enfrentar el mundo del futuro. La brecha que implica esta segmentación tiende a mantener el sistema social y a consolidarlo.
Un mecanismo perverso
La movilidad social en países con el predominio del poder de las oligarquías se transforma en un lento y penoso proceso que al no conseguir una mayor equidad y justicia social está acabando con revueltas o estallidos sociales que no siempre logran el propósito de conseguir los cambios requeridos ni satisfacer las demandas sociales.
Este proceso de freno a los cambios se ha transformado en un mecanismo perverso al asociar la violencia a la protesta y a las movilizaciones sociales. No se hacen cambios porque – se convence a la gente de que – conducen a la división y a la violencia. Contrariamente, sin embargo, al no llevar a cabo esos cambios se estimula la movilización y la revuelta social.
El desarrollo de las fuerzas productivas y el poder concentrador de riqueza y destrucción que ha llegado a generar el capitalismo en su actual arquitectura ha predominado y ha sobrepasado lo que ha sido y aportado el desarrollo de las organizaciones sociales y las instituciones creadas para proteger los DDHH, la paz y la igualdad social. La democracia tal como ha funcionado hasta ahora, no ha logrado revertir esta contradicción, peor aún, en nombre de esa democracia se sepulta la paz para permitir que la fuerza resuelva los conflictos.
Despejar la complejidad del modelo político que conduzca a cambios significativos sin violencia es el desafío del progresismo. Lo que parece dramático es que no se acepte el diálogo y el consenso para avanzar y construir un mejor país, siendo igualmente válido que, sin respaldo social, sin la participación ciudadana no será posible conseguirlo. La educación política y ética es lo quepermitiría dar el primer paso y es tarea de los partidos políticos llevarla a cabo para entregar a la gente información y conocimiento validados, como también la convicción y la manera de lograr la transformación de la sociedad construyendo una democracia que no quede expuesta ni vulnerable a ser degradada por el poder de las oligarquías.