Inflación Importada

Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL MOSTRADOR el día 10 de junio de 2022.

Los precios del trigo en el mercado internacional han aumentado desde un nivel de 309 dólares por tonelada, a principios enero del 2022, a 484 dólares por tonelada en la primera semana de junio de este año. Un incremento de 56 % en el breve plazo de cinco meses.

El aceite de maravilla, a su vez, pasó en el mismo período de 1.370 dólares por tonelada a 2.075 dólares por tonelada. En este caso, el incremento del precio fue de 51%.

La leche en polvo entera, para no ser menos, pasó de 4.675 dólares por tonelada en la primera semana de enero, a 5.450 en los primeros días de junio. Esto arroja un alza de 16%.

A lo anterior se suma el incremento en el precio de la cesta Opep de petróleo, que paso de 74.38 dólares por barril, en la primera semana de diciembre del 2021, a 117.17 dólares por barril el 01 de junio de este año. Un incremento de 57 %.

De todas esas mercancías, que se han tomado como ejemplos, Chile importa cantidades importantes e insustituibles, y sus nuevos valores internacionales elevan el precio interno de una amplia gama de otros productos.

Es discutible si estas alzas son el inicio de un proceso sostenido de incremento de precios internacionales, o si son solo un salto de un nivel a otro más alto, pero en el cual los precios se estabilizan una vez alcanzado ese nuevo punto. Puede que los precios se estabilicen en el nuevo nivel que han alcanzado, si es que el mercado internacional se estabiliza y se ordena rápidamente, lo cual es una hipótesis bastante poco probable. Si las convulsiones económicas continúan como consecuencia de la guerra entre Ucrania y Rusia, y de las movidas especulativas que siempre están presentes en estos escenarios, es dable suponer que el alza de precios se convierta efectivamente en una inflación, es decir, en un aumento sostenido de los precios.

Parece acertado suponer que esta alza de precios en los mercados internacionales se debe, fundamentalmente – aun cuando no exclusivamente – a las políticas fiscales expansivas que se llevaron adelante en muchos países desarrollados y en desarrollo durante el período más duro de la pandemia, en cuyo caso dicha inflación es claramente una inflación de demanda. Si eso es así, lo que para los países de origen de nuestras importaciones son alzas provocadas por un exceso de demanda, para los países importadores, como Chile, eso se presenta como un incremento puro y simple de costos, es decir, inflación importada, que no disminuirá ni un milímetro si nuestro país reduce su demanda interna, así sea ad infinitum.

Si la inflación importada es un dato de la causa, el Banco Central solo ´puede tratar de reducir el plus inflacionario que se presenta por encima de esa cantidad, que sería a la que se le puede atribuir causas internas. En términos cuantitativos, aun cuando aproximados, si la inflación importada se calcula que llegará a un 7% u 8% y la inflación total que presenta el país se visualiza que estará 3% o 4 % por encima de ella, es solo esta última la que puede combatirse por la vía de políticas contractivas de la demanda. Seguir asumiendo que la meta de inflación total para el país es de 3 % promedio anual para los primeros dos años, es una meta cuya mantención ocasionará al país altos costos en términos de recesión, sin éxitos en materia de inflación. Más correcto sería asumir que la tasa de inflación nacional se llevará hasta un nivel cercano a la tasa de inflación importada, es decir, 7% u 8 %, y no seguir teniendo como meta una inflación de 3 %, como si la inflación importada no existiera.

 

 

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