Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL CLARIN (Chile) el día 25 de septiembre de 2020.
Si se entiende la recuperación económica como un proceso casi milagroso en que las cosas van a volver a ser como eran antes, y vamos a lamentar lo duro que fue la pandemia, pero vamos a retomar la vida económica del país, y de cada uno de nosotros, en el mismo punto en que la habíamos dejado, entonces podemos decir, sin lugar a dudas, que eso es un sueño y que no habrá recuperación alguna de esa naturaleza en el país.
Las cosas no volverán a ser como antes. No todas las empresas que existían en el año 2019 van a seguir existiendo en el año 2021 o 2022. Muchas, sobre todo las chicas, habrán quebrado. Otras habrán cambiado de giro. Algunas, las más grandes, se habrán expandido al calor de la crisis. Muchos ricos serán más ricos y muchos pobres serán más pobres. Los procesos tecnológicos habrán sufrido modificaciones importantes. Ya no se harán las mismas cosas que antes con la misma cantidad de trabajadores. Los procesos organizativos habrán dado lugar a actividades en que se puede prescindir de una cierta cantidad de mano de obra. Los millones de trabajadores que perdieron sus empleos al calor de la crisis no volverán a trabajar en las mismas empresas ni en las mismas actividades que antes. Trabajarán en lo que puedan. El Gobierno no podrá hacerse el leso con respecto a las demandas en el campo de la salud, la educación y la previsión, sino que tendrá que implementar cambios de alguna naturaleza en los ingresos y los gastos fiscales. El gasto público tendrá que aumentar. Los ingresos también, para financiar los mayores gastos. Tendrán que haber nuevos tributos y nuevos procesos de endeudamiento. La crisis dejará huellas profundas en la estructura económica del país. Nada volverá a ser como antes. No habrá una recuperación pura y simple de lo anterior.
Si en vez de recuperar, se habla de reactivar, entendiendo por tal volver a poner en movimiento lo que estaba quieto o inactivo, entonces sí que podemos decir que habrá reactivación. La economía volverá ponerse en movimiento. Mas tarde o más temprano, saldremos de la crisis. La gran mayoría de las maquinas, las fábricas, las tierras y los hombres volverán a estar activos. Pero volver a movernos o a activarnos no implica que volveremos a movernos o a caminar en la misma dirección ni a la misma velocidad. Primero, porque volver al pasado ya hemos postulado que no es posible. Pero, además, porque no es deseable. El estallido social, la pandemia, la crisis económica y social y la demanda de una nueva constitución, son muchas cosas juntas para un solo país, en menos de un año. Todos esos sucesos no pueden ser un mero paréntesis en la historia de Chile, sino que implicarán necesariamente un viraje, aun cuando hay sectores poderosos que se jugarán porque nada cambie. Pero en el país hay grandes demandas de cambios, y muchos de esas demandas no podrán ser desoídas.
Chile va, por lo tanto, a cambiar. Pero el carácter y la profundidad de los cambios no están escritos en ninguna parte. Eso dependerá de muchas variables. Entre otras, de la fuerza que logren acumular los partidos, personas e instituciones que propician el cambio, de la unidad de las mismas, de la seriedad de sus planteamientos, y, obviamente, de la fuerza que logren oponer los que defenderán a capa espada cada línea de la actual constitución. No cabe duda que nos ha tocado vivir tiempos apasionantes.
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