Por Cristóbal Vega Cientista Político y Ramiro Martínez Docente y Magíster en Política Educativa
La pandemia que azota hace varios meses al mundo entero, ha provocado que en Chile “el país modelo del sistema económico neoliberal” queden al descubierto las evidentes falencias de implementar un modelo de evaluación de políticas públicas centrado en lo que se conoce como “gestión por resultados”. En materia educativa la discusión no es distinta, siendo el Simce y el proceso de Evaluación Docente, dos ejes claves en dicha temática.
Hace un par de meses, en el Congreso Nacional se ha avanzado en la tramitación de un Proyecto de ley que busca suspender la aplicación de la prueba Simce, la Evaluación Docente y la promoción automática de los estudiantes. El primer proyecto, sirvió de presión para que el Minsiterio desestimará aplicar el Simce este año, pero los otros dos mecanismos aún se mantienen en discusión, dando cuenta de la actuación errática del Ministerio de Educación. Dichas controversias, son una muestra inequívoca, que da cuenta, de lo relevante de re-pensar la estructura del modelo educativo que se viene implementando en Chile desde hace décadas.
Consecuentemente y para comprender la discusión estructural, nos centraremos en el Simce, ya que este dispositivo, en cuanto test estándarizado se encarga de medir una “performance educativa”, todo aquello en el marco de un modelo de gestión basada en competencias, forzando a las diversas comunidades educativas a actuar ante la amenaza de sufrir sanciones institucionales u ocultar “ante el temor” aquellas realidades estudiantiles que podrían afectar los resultados de las unidades educativas en pos de maximizar las posibilidades de ganar estatus en sus comunidades al ser catalogados como “escuelas de excelencia”.
La medición de resultados en las políticas educativas, es sin duda un factor clave en favor de mejorar. Aunque si se consideran los elementos anteriormente reseñados, el escenario chileno “solo ve lo que quiere ver”, reflejando rendimientos artificiales, que llevan a las comunidades a marginar realidades educativas desventajosas las que en el escenario actual quedan explícitamente al descubierto. ¿Alguien cree que una niña o niño que cuenta con un clima adecuado de aprendizaje se puede comparar con otros que estudian en la cocina de sus casas o ni siquiera tienen el equipamiento mínimo ni conexión a internet? La respuesta es obvia, está vez no se puede enviar a casa al estudiante de bajo rendimiento. El sistema debe afrontar lo que se ha negado a ver, la realidad de un día común en el aula en la que los y las docentes aparte de su labor educativa, deben encargarse de ser sostén socio-emocional de sus estudiantes, a veces tapar goteras, reparar vidrios, entre otras actividades que no son medibles. Sin embargo, la preocupación institucional se basa en medir la realidad en un aula estándar, debilitando la labor docente, direccionando a la comunidad educativa a concentrar sus actividades en lograr buenos “resultados Simce”, para mostrar un panorama artificial, que no mejora en nada los procesos educativos privilegiando los rendimientos, en algunas asignaturas y ejes de aprendizaje, dejando de lado una amplia gama de elementos que son fundamentales para el desarrollo integral de los estudiantes.
El representante del Centro de Investigación Educación Inclusiva Vicente Sisto, el lunes 13 de julio presentó en la comisión de Educación y Cultura del Senado algunos indicadores preliminares construidos por el CIAE de la Universidad de Chile, en los que se demuestran algunas perspectivas del profesorado chileno en el contexto de pandemia. En ellos, se describe que el 97% de los docentes sigue haciendo clases de manera creativa y ajustándose a las realidades de sus alumnos; el 62% conforme con la respuestas de sus respectivos establecimientos y el 46.5% se siente total o parcialmente estresado. Aquellos datos, son una muestra de la estructura dominante y bajamente considerados en el Simce, aun cuando hace mucho tiempo están allí.
A modo de cierre, consideramos que producto de la coyuntura que estamos viviendo debido a la pandemia, además del proceso constituyente que se encuentra en marcha, resulta central realizar un proceso de revisión profunda del modelo evaluativo estandarizado implementado en nuestro país, en conjunto con una serie de estructuras que son la base del modelo neoliberal instalado en Chile. No todos los aspectos en las políticas públicas son cuantificables ni auditables, más aún, si se pretende mejorar y avanzar en nuestro sistema educativo.