Fredy Cancino B.
El ser humano –la lingüística enseña– siente el impulso de dar un nombre a lo que desconoce, a lo que percibe por primera vez. Eludiremos esta vez la semiología, pero es conveniente tener presente la idea de la historia conceptual de la humanidad, la historia de los conceptos sociales que han moldeado la realidad social tal como la conocemos hoy.
En el s. XVIII no existía el socialismo, nadie había escuchado la palabra, y si la hubiese oído no habría sabido a qué cosa se refería, pues las palabras tienen siempre un contexto histórico. Fue un fraile benedictino italiano quien por primera vez escribió el término. Tuvo el mérito de dar un nombre a una doctrina política que aún no existía, aunque inventó la palabra para atacar, y no de manera gentil precisamente, a quienes él juzgaba como socialistas. El sacerdote nacido en Forlí se llamaba Ferdinando Facchinei (1725-1814). En 1864 cae en sus manos un libro publicado en julio de ese mismo año: Dei delitti e delle pene, prohibido por la Inquisición, escrito por el marqués milanés Cesare Beccaria con la colaboración de Alessandro Verri.
Beccaria es situado como precursor del moderno derecho penal, instalando un conjunto de valores humanistas en esa materia, sentando las bases del moderno derecho penal humanista basado en las garantías jurídicas de la persona humana. Es un planteamiento que en Beccaria va más allá de los derechos jurídicos del individuo frente a la justicia penal, es un discurso sobre la sociedad a propósito de un orden más justo. En otras palabras, es un proyecto político que formula garantías civiles frente al poder y, derivado de ellas, la idea de igualdad ciudadana.
Sería arbitrario y apresurado etiquetar a Beccariacomo socialista. Si se reclamase un rótulo para él, me inclino por el de un liberal adelantado, previsible producto del Iluminismo.
Facchinei, el vehemente benedictino, no podía tolerar que las ideas de Beccaria se difundiesen sin ninguna oposición. El monje avizoraba grandes peligros en sus ideas, argumentando que las propuestas de Beccariaatacaban la estructura portante de la sociedad. En su escrito de 191 páginas, lleno de rabies theologica,pintó las ideas de Beccaria como una indeseable desviación de la moral (religiosa) y de la tradición. En su alegato, Facchinei lo vinculó sin dudar a las ideas roussonianas que ya impactaban en el s. XVIII, acusándolo de procurar ser “el Rousseau de los italianos”.
El nombre socialista aparece por primera vez en la página nueve del libro del benedictino, para refutar la afirmación de Beccaria acerca del necesario consenso de los hombres libres para conformar una sociedad civil:
“En cuanto a lo primero, él (Beccaria) es de la más absoluta certeza de que nunca ha existido en nuestro Globo una Sociedad perfecta que haya sido formada originalmente por el consenso expreso y determinado de hombres Libres, conforme se lo imagina N.A. (Nuestro Autor) y desafío a todos los Socialistas, y a cualquier otro, que me encuentren un solo ejemplo en todas las Historias, y en todos los Anales del Mundo, de Sociedades formadas de esa manera”.
Repite el término al mencionar la pretensión de Beccaria de desaprobar las leyes pasadas, las que no deberían ser aceptadas “por los espíritus fuertes”:
“Es aquí adonde conducen precipitadamente los razonamientos y los sistemas de los cuales todos los modernos Publicistas de ciertas Sectas, y principalmente de aquellas de los Socialistas”.
¿Cuál fue la fuente de Facchinei para emplear el novedoso término socialista para referirse (negativamente) a Beccaria y a otros pensadores?Una de ellas fue la influencia de otro monje, el jurista e historiador alemán Anselm Desing (1699-1772), quien formaba parte de la reacción católica a la corriente iusnaturalista en el derecho, y que particularmente había contestado las ideas que circulaban en torno a la sociabilidad como fundamento de la ley natural que regía la especie humana
Así, Facchinei –tomando el término latín socialitas(sociabilidad) de Desing– realizó libremente la versión al italiano, aplicada a quienes elevaban la sociabilidad como base del derecho natural: el resultado fue socialisti, que traducido a otras lenguas neolatinas, entre las cuales el español, mantuvo el sufijo –ista. El vocablo pasó también a las demás ramas indoeuropeas y a otros grupos lingüísticos. El uso de socialismo por Facchinei no solo bautizó una idea, sino que también fue el germen de una realidad histórica. A medida que la palabra se extendía, dio lugar a movimientos, revoluciones y experimentos políticos que llevaron la noción de justicia social al centro de la política mundial, convirtiendo la palabra socialismo en el emblema de un ideal que aún busca remodelar las estructuras fundamentales de la sociedad.
En el curso de más de dos siglos, las significados y matices –a menudo dramáticos– de socialismo se han modificado con nuevas lecturas, abarcando variadas y contrapuestas interpretaciones y tangibles. La palabra, que una vez nació de la tinta de un monje del siglo XVIII, ahora resuena en encendidos discursos políticos, movimientos populares, documentos legislativos y estudios académicos, dando forma a la realidad de generaciones enteras.
Desde que nacen hasta el devenir de la sociedad contemporánea, las palabras seguirán siendo los arquitectos incorpóreos de las realidades sociales –y consecuentemente individuales– que van definiendo la trayectoria humana que nos prolonga en el tiempo.