¡Bourdieu tenía razón! Capitales, elites y el veraneo en #Cachagua

  Cristóbal Vega C.,   Cientista político. 

Hace algunos años es bien sabido que en el campo educativo chileno resulta trascendental en la trayectoria, señalización y posterior ubicación en posiciones de poder la institución de la cual se egresó a nivel escolar. Todo aquello, responde fielmente a la teorización sociológica que P. Bourdieu  desarrolló a lo largo de sus estudios de campos y tipos de capitales, en función de conocer dinámicas y comportamientos de las elites. En la práctica, acaba de tener un lamentable impacto mediático las celebraciones  de estudiantes pertenecientes a colegios de elite en pleno contexto de pandemia e incubación de una nueva cepa del Covid-19, cuestión que invita a reflexionar en torno al impacto de las dinámicas estructurales de poder, segregación, justicia, impunidad, desigualdad ante las instituciones del Estado e impenetrabilidad de información en grupos sociales acomodados en el país. 

La acumulación de capitales (económicos, simbólicos, políticos, entre otros), en un país profundamente neoliberal como es el nuestro, más aun, en un contexto de emergencia sanitaria y económica, se ha transformado de un elemento simbólico a una herramienta explicita y material de desigualdad social, institucional y de resentimiento. Tanto es así, que desde una perspectiva estructural hemos sido testigos de capítulos escandalosos tales como; vuelos en helicóptero con el objetivo de solventar un antojo culinario, nuestro mandatario evadiendo estándares de higiene (propuestos por su propia administración) y ahora ultimo el “inicio del veraneo” de los hijos de la clase acomodada chilena. Consecuentemente, el trato diferenciado por parte de los más importantes medios de comunicación al abordar aquellas situaciones de irresponsabilidad con una actitud marcadamente clasista por parte de su línea editorial, mostrando reiteradamente patrullajes en las “zonas rojas” de la capital y cómo las y los “irresponsables” eran sorprendidos comprando artículos sin permiso en el “quiosco del barrio”.      

Las situaciones que sistemáticamente nos ha explicitado el contexto de pandemia, pese a ser escandalosas -en lo inmediato-, nos hace una invitación a reflexionar en torno a la fatiga estructural de nuestras instituciones, el Estado como agente en el que depositamos nuestra libertad en pos de justicia y buen vivir, la conciencia de clase y más aún en la oportunidad que se avecina para mitigar (aunque sea en parte) las  injusticias estructurales de nuestro país un debate para cambiar nuestras reglas del juego. 

A no olvidar que las y los jóvenes que hoy se jactan de sus privilegios e instituciones educativas de elite, se relacionan estrechamente con las personas que solventan sus necesidades básicas (asesoras del hogar, jardineros, conserjes, choferes, entre otros), los que deben viajar y vivir en condiciones de hacinamiento, tanto para realizar el trayecto a sus trabajos como para intentar sobrevivir junto  a sus familias en medio de esta pandemia. Muy probablemente en un futuro, no muy lejano, aquellos estudiantes  tendrán mayores posiciones de poder en los distintos campos sociales y darán catedra de responsabilidad colectiva.    

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