Artículo de Sergio Arancibia publicado en la edición digital de EL CIUDADANO el día 13 de septiembre de 2020.
El Ministro de Hacienda Hernán Briones declaró recientemente que de cada 100 pesos que se recaudan por parte del fisco nacional, se gastan 150. Eso, indudablemente, es una extraña y sorprendente declaración de un Ministro de Hacienda, en particular cuando esa afirmación no va seguida de proposiciones concretas respecto a cómo solucionar la situación planteada.
¿Qué pasaría en la casa de cualquiera de nosotros, los chilenos de a pie, si nuestros ingresos fueran de 100 y nuestros gastos fueran de 150? Durante algún tiempo se podría echar mano a los ahorros, si es que existen. También se podría conseguir algún préstamo, de un banco, de una casa comercial o de un usurero. Pero a largo plazo ninguna de esas soluciones se puede sostener. No se puede vivir eternamente de los ahorros, pues terminan por acabarse, ni se puede vivir eternamente del crédito, pues al poco tiempo hay que pagarlo, lo cual se convierte en un nuevo gasto que agrava más aun la situación inicial.
¿Qué hacer entonces? Hay, en principio, dos soluciones posibles: o se reducen los gastos, o se incrementan los ingresos. Si se vive en la holgura y el despilfarro, quizás sea posible disminuir los gastos. Pero si se vive en una situación modesta y precaria, incluso cercana a la pobreza, la reducción del gasto no es una solución viable. La única solución es tratar de incrementar los ingresos.
Algo muy parecido pasa con la economía nacional. Si los ingresos no alcanzan para cubrir los gastos, hay que incrementar los ingresos. También se puede recurrir a los ahorros y/o a los créditos, pero eso tiene las patitas cortas, y no se puede llegar muy lejos por esa vía. Sería una inmensa irresponsabilidad seguir por largo tiempo financiando los gastos por la vía del crédito o de los ahorros, pues eso implica que el problema no se soluciona, sino que meramente se posterga y se corre para más adelante. Incluso, se podría decir, el problema se mete debajo de la alfombra para que lo enfrenten los que viene de atrás. Lo responsable y serio en una situación fiscal como esa es hacer los cambios tributarios que sean necesarios de modo de que los ingresos se incrementen no en forma transitoria, sino en forma permanente, de modo de enfrentar los gastos permanentes que enfrenta el país.
¿Es posible incrementar los ingresos fiscales? Si, es enteramente posible. Esa solución se llama reforma tributaria, y tiene varios posibles elementos componentes. Primero, hay que elevar los impuestos a las rentas y las ganancias que pagan tanto las empresas como los dueños de las mismas, por la vía de elevar las tasas marginales correspondientes, de modo que paguen más los que más ingresos perciben. Segundo, se puede imponer impuestos patrimoniales a las grandes fortunas, lo cual es un mecanismo enteramente posible, y sobre el cual hay experiencias en muchos otros países. Tanto en un impuesto como en el otro, Chile está por debajo de lo que cobran otros países de similar grado de desarrollo económico. Si aquí se les cobra poco no es por alguna razón propiamente económica, sino por una sencilla razón política: esos eventuales contribuyentes tienen y han tenido suficiente peso político como para bloquear cualquier reforma tributaria profunda que los ponga a tributar como en los países serios en esta materia.
Hay también que reestudiar las múltiples exenciones que caracterizan al sistema tributario chileno.
El royalty a las grandes empresas mineras es otra cuestión que debe reestudiarse y elevarse, de modo que los chilenos participen en mayor medida que lo que sucede hoy en día de las riquezas del subsuelo nacional.
También hay impuestos específicos que se pueden estudiar, tales como el impuesto a las bebidas azucaradas, que de paso podría contribuir a reducir los elevados índices de obesidad que exhiben nuestros niños.
Lo único que no se puede hacer, es seguir manejando la cartera fiscal sin hacer los cambios urgentes que ésta necesita. El Ministro de Hacienda lo sabe, pero sabe también que todo cambio tiene dolientes y genera resistencias. Allí está la madre del cordero.