Después de la pandemia: tendencias globales probables

   Osvaldo Rosales

A fines de abril 2020, 3.000 millones de personas permanecían en países con fronteras cerradas a no residentes; un 93% de la población mundial en países que han establecido limitaciones a la entrada. En USA, los decesos acaecidos por covid-19 en el mes de abril (58.760) superaron a las muertes de norteamericanos en 15 años de la guerra de Vietnam (58.209 decesos entre 1960 y 1975) (W. Post, 2020). Las caídas en el PIB del primer trimestre de las principales economías del mundo han oscilado entre 4 y 7 puntos del PIB, en tanto el FMI proyecta caídas históricas en el PIB de estas economías y del mundo para el conjunto del año. La OMC proyecta una caía del comercio internacional entre 13 y 32%, dependiendo si la pandemia se controla o no en el segundo semestre. Dichas caídas en el PIB global y en el comercio internacional sólo se comparan con las acaecidas en la Gran Crisis de los años 30.

Desde enero han salido cerca de US$ 100 mil millones desde los países emergentes, suma que más que triplica la suma de capitales que huyeron desde estos países en la crisis subprime (US$ 28 mil millones). Este shock adverso en los flujos de capitales se suma a la caída en los precios de los commodities y a la caída brusca en los volúmenes del comercio internacional. Muchos países en desarrollo (más de 100) están acudiendo de emergencia al FMI, en tanto Argentina, Ecuador y El Líbano ya se encuentran en incumplimiento de pagos.

En ese escenario, y considerando que aún restan varios meses para poder asegurar un control efectivo de la pandemia, es legítimo interrogarse respeto de cuáles podrían ser los impactos más duraderos que nos dejara esta crisis sanitaria económica.

La crisis del covid-19 abre una oportunidad única: ¿para qué? ¿para lo mismo, para algo mejor o un poco peor?

Es efectivo que la epidemia mundial de 1918 ayudó a crear servicios nacionales de salud en muchos países europeos y que el shock combinado de la Gran Crisis de los años 30 y la 2GM ayudaron a construir el Estado de bienestar en Europa, si bien en este último caso la competencia estratégica de Occidente con la URSS y el gran peso de los partidos comunistas en Francia e Italia presionó por estas políticas. Pero la direccionalidad no es única. En efecto, los ataques terroristas del 11 de septiembre 2001 si bien inicialmente gestaron una ola universal de solidaridad con USA, finalmente condujeron a que USA diera inicio a un gradual abandono del multilateralismo que se había sido construido bajo su égida, llegando incluso a que USA optase por la guerra, invadiendo a Irak, pasando por encima de la decisión de la ONU. De paso, la escalada de Bush sembró los cimientos del deterioro en la institucionalidad democrática en USA que Trump ahondó.

Por otra parte, la crisis subprime dejó como herencia en USA particularmente – pero también y en menor medida en Europa – una mayor concentración del ingreso y de la riqueza; un deterioro salarial y en la calidad del empleo (empleos en la economía gig, sin protección social; sin ahorro previsional; sin seguro médico y sin derecho a vacaciones pagadas).

En los análisis que van surgiendo aparecen dos escenarios polares: uno optimista, donde se toma esta crisis como una oportunidad para reformar el contrato social, favoreciendo a los excluidos, incorporando más solidaridad en impuestos, educación, salud y regulaciones. La contraparte productiva de esta visión optimista supone que las decisiones adoptadas para enfrentar la crisis conducen a una ola de innovación y productividad que transforma las empresas hacia procesos más sostenibles. La visión extrema predice escenarios de menor crecimiento, con ampliación de las desigualdades y retorno a fronteras proteccionistas que limitan los intercambios comerciales.

Se trata, por cierto, de escenarios polares y, por tanto, lo más probable es que en unas décadas próximas se pueda apreciar un resultado mixto. Lo más relevante es que estos resultados no están escritos en ningún texto sagrado: dependen del accionar político de los próximos años.

Así, por ejemplo, la crisis subprime desató populismo, nacionalismos y autoritarismos en USA, Israel, Brasil, Rusia, Turquía y Hungría. El covid ya está aportando xenofobia, racismo y autocracia en Hungría (Viktor Orbán), negacionismo científico (Bolsonaro), rechazo agravado a inmigrantes (Trump). Israel y Hungría ya gobiernan por decreto, sin la interferencia de tribunales y legislatura. El vínculo entre democracia y seguridad pública también se puede debilitar. En USA y R Unido hay proyectos de ley que flexibilizan las condiciones para arrestar a personas sospechosas del covid o para encarcelarlas, sin debido proceso. La expansión de esta mentalidad sospechosa tiende a afectar proporcionalmente más a las minorías raciales y a los más pobres.(The Guardian, 2020)

El desenlace político de la pandemia se decidirá en la lucha por el relato, tanto en el diagnóstico (¿qué funcionó mal?) como en la propuesta (¿Quiénes lo hicieron mejor?). Este resultado no  necesariamente será “objetivo” pues depende mucho de la batalla comunicacional al respecto. Por tanto, la ventana de oportunidad que abre la post-pandemia puede abrirse en dos direcciones: transformando la sociedad en dirección a un futuro mejor, más inclusivo y sostenible o empeorando las condiciones existentes, acumulando combustible hasta la próxima gran crisis. No está escrito en qué dirección se abrirá esa ventana de futuro.   En síntesis, las crisis no tienen una salida única, por más graves y profundas que sean. En particular, las salidas políticas requieren conducción y liderazgo político. Si el liderazgo político progresista no está presente, la salida no será progresista.

14 tendencias probables

  1. Crecerán el peso y las funciones del estado

Al igual que en la crisis subprime, se comprueba que la única respuesta efectiva a la crisis sanitaria y económica es una mayor intervención del estado en la economía. Esto es un claro desafío a la herencia neoconservadora de Reagan y Thatcher que pregonó la “santísima trinidad”: reducir el tamaño y las funciones del gobierno; rebajar los impuestos y liberalizar (desregular) los mercados. Al cuestionar esta trinidad, en la práctica, se está cuestionando el modelo político dominante, construido en torno a dicha trilogía.

La crisis exige medidas drásticas y voluminosas de los gobiernos en acciones que invaden los espacios del mercado y que, en particular, violentan la lógica de mercado en salud y recepción de ingresos.  El sentido común en la crisis está virando hacia medidas no ortodoxas, ubicadas fuera de la caja de la ortodoxia neoliberal. Hoy dicho sentido común indica que, sin esa intervención masiva del estado, transitaremos hacia una crisis económica similar a la Gran Depresión de los años 30.

A mediados de abril, los gobiernos habían anunciado planes de estímulo por US$ 10.6 trillones- el equivalente a 8 veces el Plan Marshall (Mc Kinsey, 2020). El grueso de ese gigantesco gasto se dirigía a tres áreas: apoyar el ingreso de las familias para que atiendan sus necesidades básicas, preservar empleos o asegurar seguros de desempleo y apoyar a las empresas en dificultades. En Europa, más de 30 millones de trabajadores, un 20% de la fuerza de trabajo, está en esquemas especiales donde el Estado paga sus salarios. En el rescate de las empresas, algunos países podrán acudir a nacionalizaciones parciales o totales de activos privados, adquiriendo el estado parte de las acciones de tales empresas o proveyéndoles préstamos subsidiados. Si eventuales quiebres de empresas repercuten en el sistema financiero y se hace necesario un segundo rescate de bancos o entidades financieras ahora es probable que el marco regulatorio sea más estricto que el que emergió después de la crisis subprime.

La participación estatal en empresas líderes podría estar condicionada a nuevas directrices ambientales o tributarias. Por ahora, se ha conocido rescates acordados o en negociación para las aerolíneas Lufthansa y Air Berlin en Alemania, Air France-KLM, Alitalia, Norway Airlines y la empresa automotriz Renault. Alemania ha indicado que su rescate de grandes empresas, por ejemplo, Lufthansa, estará condicionada a la adopción de medidas que favorezcan un desarrollo más sostenible. Dinamarca, Austria, Polonia y Canadá han expresado que no recibirán apoyo estatal aquellas empresas que tengan su sede en paraísos fiscales. Angela Merkel ha insistido en que esta mayor participación estatal es una buena oportunidad para delinear senderos de inversión más sostenibles e inclusivas.

  1. Crecerán las demandas por mayor justicia social

La crisis ha dejado al descubierto el peor rostro de nuestras sociedades. Hogares de ancianos en condiciones precarias; altas tasas de mortalidad entre las minorías; difícil acceso a la atención médica en USA; dramático incremento del desempleo en USA y Europa. El elevado desempleo, concentrado en industrias intensivas en mano de obra, afecta más a quienes no tienen acceso a Internet o mal acceso; más a mujeres jefas de hogar que acumulan más roles. Han quedado en  evidencia las debilidades de las redes de seguridad social en USA respecto de Europa y, por cierto en América Latina y en nuestro país. También la precariedad de los mercados de trabajo, con bajos salarios, con elevada informalidad.

Es posible que las demandas populares post-pandemia radicalicen la política con mayor rapidez que en el caso de la crisis subprime. Esto no quiere decir que esta presión se concrete en efectivos cambios en las políticas, pero sí contribuirá a enrarecer el ambiente.

  1. Experimentaremos cambios en la estructura productiva y de consumo.

Las empresas o actividades que tengan más dificultades para adaptarse a las exigencias del covid – distancia física, negocios sin contacto físico, gestiones online-  no podrán recuperar su status competitivo previo. Esto también repercutirá en cambios en el patrón de consumo, al menos en un par de años y hasta que no se encuentre la vacuna al virus. Emergerá la trazabilidad sanitaria como un rasgo distintivo de la competitividad en rubros alimenticios. El transporte aéreo, el turismo y los sectores de hotelería y hospedajes deberán readecuarse de un modo significativo. Crecerá la economía-libre-de-contacto, minimizando el contacto físico, al menos mientras no esté operativa la vacuna para el virus. En ese escenario, la tele-medicina, la tele-educación y el e-commerce seguirán capturando cuotas crecientes del gasto agregado, arrastrando en esa dirección las ofertas ocupacionales y rezagando aquellas más ligadas a la economía del contacto físico.

  1. Aumentará la deuda pública…¿quien pagará la cuenta?

La deuda pública de USA podría llegar a 130-140% del PIB, superando el record histórico de 120% de la 2 a GM: la deuda pública europea que hoy ronda el 80% del PIB podría llegar a 130%. No hay economistas serios a estas alturas que nieguen que la deuda pública ascenderá vertiginosamente en Europa y USA. Incluso la actual Directora General del FMI ha llamado a gatillar un esfuerzo fiscal inédito para una coyuntura también inédita, preocupándose por el nivel de la deuda sólo una vez que la pandemia haya sido controlada. Por lo demás, un escenario de actividad económica disminuida asegura un bajo nivel de la tasa de interés por muchos años, lo que facilitará servir dicha deuda, sin exigir elevadas tasas de crecimiento del producto.  Pese a dicha holgura, el nivel de la deuda crecerá de tal forma que hará inviable ajustarse a ella sólo reduciendo gastos. Elevar los impuestos asomará como inevitable, siendo ésta la mejor fórmula para atender el servicio de una deuda elevada.  En efecto, no hay demasiadas formas para atender dicho servicio: i) una tasa de crecimiento del PIB muy superior a la tasa de interés, y por un lapso prolongado, lo que no se ve como demasiado factible; ii) reducir gastos públicos para asignar dichos recursos al servicio de la deuda, opción que tampoco aparece como poco realista; iii) esperar que una tasa elevada de inflación licúe el valor real de la deuda; iv) acudir al default y v) elevar los impuestos para incrementar los recursos públicos que permitan atender el servicio de esa deuda.

 La historia económica enseña que los países altamente endeudados han acudido a un mix variado de las opciones anteriores. Sin embargo, la cuantía del salto en el nivel de la deuda pública respeto del PIB hará que la opción de recaudar mayores impuestos sea probablemente la opción preferida, de modo de evitar crisis sociales adicionales o escenarios de elevada inflación. Por cierto, ello no prejuzga sobre cuáles serán esos impuestos nuevos o incrementados. Bien podrían ser impuestos más progresivos a la renta, otros a la riqueza, otros impuestos verdes que castiguen la contaminación o también podrían ser impuestos a las importaciones que frenen los intercambios comerciales o impuestos al consumo o la nómina salarial, siendo estos últimos los más regresivos.

  1. Salud pública ganará presencia. La insuficiencia de inversión pública en salud también quedó en evidencia en USA y en el R. Unido, exactamente las cunas del neoliberalismo y dos de los países más afectados por la expansión del covid-19. En estos países, y probablemente en el resto del mundo, será más difícil promover recortes en el presupuesto de la sanidad pública o negar recursos para el control de futuras pandemias.Si el ciclo de esta pandemia dura un par de años, los presupuestos en salud pública irán creciendo y la salud pública seguirá legitimándose, como hubo de experimentarlo el mismo Boris Johnson.
  1. Más proteccionismo y desglobalización en el corto y mediano plazo

Tanto en Europa como en USA hay señales poderosas que sugieren la posibilidad de proteccionismo en sectores estratégicos. Una “nueva política industrial” buscará la relocalización de actividades estratégicas en salud (maquinarias, instrumentos médicos, medicamentos específicos, reactivos para producirlos). Borrell agrega que “China produce el 80% de los antibióticos. Europa no produce un solo gramo de paracetamol”. Europa importa el 80% de los ingredientes activos desde China y la India, incluidas las moléculas para antibióticos, vacunas y medicamentos contra el cáncer. Este renacer de la política industrial ya partió con Trump con su pugna comercial y tecnológica con China y en su presión a sus aliados a buscar suministros alternativos a los provenientes de China.

Este nuevo proteccionismo en comercio e inversiones se irá reflejando en el acortamiento de las cadenas de valor y en diversificación de proveedores. Surge aquí un conflicto entre resiliencia versus eficiencia pues asegurar el suministro de insumos en las condiciones de la pandemia obligará diversificar proveedores, sacrificando costos en función de asegurar dicho suministro de insumos. En Europa ya se habla de “nearshoring”, esto es, acortar las cadenas de suministro ante las nuevas restricciones en aduanas, asignando mayor preferencia por lo local y por abastecimientos cercanos a los consumidores. La robótica además reduce los costos laborales y además los costos de la inversión inicial podrían ser favorecidos por subsidios. Por cierto, esto es una tendencia exactamente contraria a la lógica de las cadenas de valor donde la producción se deslocalizaba, es decir, se ubicaba en cualquier confín del mundo, en la medida que las condiciones de costo de mano de obra, infraestructura, logística y conectividad asegurasen el menor costo comparativo.

Surgen también argumentos de seguridad en lo referente a diversas áreas de la salud. El problema es donde se define la línea de demarcación entre “seguridad nacional” y medidas proteccionistas que buscan meramente buscan trabar el comercio, respondiendo a lobbies empresariales específicos.

  1. Aumentará la concentración económica

La crisis acarreará la desaparición de muchas empresas de tamaño medio y pequeñas y también la de algunas grandes empresas que no sean rescatadas por el estado. Las porciones de mercado que estas empresas cubrían serán absorbidas por las empresas sobrevivientes; las empresas que no puedan adecuarse a las exigencias de la nueva normalidad serán desplazadas por aquellas más flexibles y resilientes; aquellas que no puedan lidiar con las exigencias de la teleconectividad serán absorbidas por aquellas otras que sí lo consiguieron; aquellas que no puedan enfrentar su carga de deuda serán absorbidas por aquellas con mayor liquidez y solvencia. Si los análisis económicos sugieren una caída económica parecida a la de la Gran Crisis, ello necesariamente repercutirá en un nivel de concentración económica de magnitudes también históricas. Un tema de debate interesante será detectar como dialoga ese incremento en la concentración económica con un contexto de mayor desigualdad y de demandas sociales acrecentadas por el incremento en el desempleo, el subempleo y el incremento en la pobreza.

  1. Se agravará el conflicto entre multilateralismo y unilateralismo

La crisis del covid requiere niveles inusuales de cooperación global, inéditos en cerca de un siglo. Esto, en el mismo momento en que la cooperación internacional vive su peor momento desde el fin de la 2GM. Siendo la pandemia un fenómeno global, sólo el multilateralismo permitiría una mayor cooperación internacional, arguyen los internacionalistas. Los nacionalistas señalan que la globalización y las fronteras abiertas son las que crean las vulnerabilidades frente al virus y, por ende, buscan que cada país se asegure líneas de suministro y equipos para salvar vidas.

La seguridad entonces se ve de formas exactamente extremas: para unos, la cooperación internacional es el mejor escenario para enfrenar una amenaza común. Para los nativistas, lo más seguro sería mantenerse aislados y separados. Dado que lo más probable es que la economía global enfrente ritmos bajos de crecimiento en los años próximos (2021-2023), los gobiernos tenderán a privilegiar lo doméstico y será difícil asignar recursos importantes a la cooperación internacional y a la asistencia para el desarrollo.

Es bastante obvio que el sistema internacional construido en la postguerra (ONU, FMI, BM, GATT y luego OMC) no es capaz de abordar con eficiencia los desafíos contemporáneos. Sin embargo, lo peor sería enfrentar esta crisis sanitaria o la próxima sin un sistema de gobernanza global. Por ende, el verdadero desafío no es bypassear la actual institucionalidad sino preservarla, buscando actualizarla y adecuarla a los desafíos actuales.

  1. Los impactos sobre empleo y salarios serán significativos: más conectividad y tele-economía

Es muy probable que las empresas que se adapten al covid lo harán con menos empleo, sea por distanciamiento social, por mecanización, robotización o reducción de costos frente a la menor demanda. Los cambios en el mercado del trabajo reforzarán las tendencias en curso hacia la automatización, el teletrabajo y la flexibilidad laboral. Las expresiones nacionales de esta tendencia tendrán que ver con los niveles de acuerdo social existente y, por ende, de la posibilidad de que los sindicatos y las organizaciones laborales sean escuchadas en la reorganización de los procesos productivos y laborales. Existirán, por ende, modalidades de teletrabajo y flexibilidad laboral consensuadas y otras impuestas, en función del poder relativo de los actores empresariales y laborales.

  1. Disputa sobre redes 5G adquirirá mayor relevancia aún. (geopolítica, seguridad)

El uso de las redes 5G ha mostrado su gran aporte al control de la pandemia, particularmente en China y en Corea del Sur. Ello ha reavivado el conflicto entre USA y China por el liderazgo en el diseño y construcción de estas redes, tan cruciales para el despliegue de las llamadas “tecnologías disruptivas”. En efecto, la Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas, Big Data; robótica, ciudades inteligentes, máquinas que aprenden (learning machines), todas ellas son expresiones tecnológicas que dependen críticamente del acceso a las redes 5G. Por ende, las empresas o naciones que estén bien ubicadas en el despliegue de estas redes (I&D, infraestructura, componentes, recursos humanos) podrán utilizar dichas tecnologías en la renovación competitiva de sus manufacturas y servicios, en la modernización del estado y, por cierto, también en las tareas militares y de seguridad. Si a ello agregamos ahora el vínculo de las redes 5G con la resiliencia sanitaria, es claro que la disputa USA-China en este ámbito sólo irá creciendo. DE hecho, todo indica que Trump focalizará su campaña por la re-elección en el ataque a China. Esto no sólo anula las posibilidades de cooperación internacional para combatir la pandemia sino que además agrega incertidumbre y volatilidad adicionales a la economía global.

  1. La brecha tecnológica agravará las desigualdades entre países y al interior de ellos

La crisis del covid mostró en China, Singapur y Corea del Sur el potencial de la IA en diagnósticos médicos y el de las tecnologías móviles en recopilación de datos, rastreo de contactos, verificación de síntomas y predicción de brote. En estos países y luego en Europa las cámaras de televisión ligadas a computadores vigilan el cumplimiento del distanciamiento social en áreas públicas; cámaras termográficas basadas en IA escanean espacios públicos y detectan potenciales contagios; drones y robots entregan comida en zonas en cuarentena y también insumos médicos en centros sanitarios, además de llevarle la alimentación a las personas infectadas. La impresión 3D fabrica suministros médicos indispensables; los materiales avanzados y las nanotecnologías facilitan el diagnóstico rápido, terapéutica, monitoreo y vacunas (Brookings, 2020).

Por cierto, no todos los países están condiciones de acceder a dichas tecnologías y generar un buen uso de ellas. Aquellos países más rezagados en las nuevas tecnologías demorarán más en contener la pandemia y enfrentarán mayores costos en vidas y en la economía. Muy elevadas son las diferencias entre países para acceder a dichas tecnologías; diferencias en infraestructura física (el hardware), digital (el software) y en la masa crítica de recursos humanos necesaria para procesar con eficiencia tales tecnologías. Las diferencias intra-país no son menores. Frente a la pandemia hemos experimentado dramáticamente la evidencia palmaria de las desigualdades: porcentajes muy reducidos de la población están en condiciones de utilizar el tele-trabajo; porcentajes importantes de la población estudiantil no cuentan con facilidades tecnológicas para las teleclases; el hacinamiento en barrios populares reduce fatalmente la eficacia de la cuarentena; zonas sin acceso al agua potable no están en condiciones de realizar las defensas sanitarias mínimas para combatir el contagio.  La desigualdad de acceso y de oportunidades se refleja marcadamente en el acceso a las nuevas tecnologías y, por ende, si la post-pandemia indica un uso geométricamente acrecentado del uso de las nuevas tecnologías, dicho uso estará concentrado en quienes ya contaban con dicho acceso antes de la pandemia, ahondando aún más la brecha de desigualdad. La tarea de las políticas públicas para corregir esta asimetrías es impostergable.

  1. Derecho a la privacidad saldrá averiado de esta crisis. En la crisis ha aumentado la vigilancia sobre las personas (rastreo al movimiento de personas a través de celulares, mensajes de texto, cámaras de televisión). Esto no sólo se ha dado en China sino también en Corea del Sur, Alemania, Austria, Italia, Bélgica y en Israel. (The Guardian, 2020). Los debates en Europa sobre protección de datos apuntan al rol de Google en el escándalo de Cambridge Analytica en el plebiscito del Brexit y la participación de esta empresa (ligada a Steve Bannon, ex asesor clave de Trump), en las elecciones presidenciales que llevaron a Trump a la Casa Blanca. Surgirá un debate intenso sobre los límites que pueda imponer el derecho a la privacidad al manejo de los datos, sea por entidades privadas o por los estados.

  1. Ingreso básico universal entrará con fuerza al debate.

En un editorial histórico, Financial  Times (2020) ya lo puso en una agenda necesaria, junto al impuesto a la riqueza. La iniciativa pionera de Finlandia que lo puso experimentalmente en práctica en 2017 debe ser estudiada más a fondo, Es bien probable que esta propuesta vaya ganando espacios, a medida que demore la recuperación económica y que las desigualdades sigan profundizándose.

  1. Tendencias contradictorias en materia de cambio climático.

Con más de la mitad de la humanidad en confinamiento y con caídas en la producción mundial de 30 a 40% en un par de meses, la evidencia del impacto de ello sobre el medio ambiente fue abrumadora: niveles desconocidos de limpieza en aguas de mares y ríos, atmósfera limpia de contaminación, ciudades sin congestión ni ruidos contaminantes, animales que buscan recuperar superficies perdidas frente al avance del hombre. Ello daría pábulo para pensar que podría aumentar la conciencia ambientalista, abriendo espacio político a medidas más vigorosas de los gobiernos para combatir el cambio climático. A ello se agregan declaraciones de a A. Merkel quien ha sostenido que el auxilio del estado a las grandes empresas debiera ir acompañado de compromiso de éstas con el desarrollo sostenible. Sin embargo, al mismo tiempo, tanto China como USA han relajado su legislación ambiental para facilitar la recuperación de la inversión. La drástica caída en el precio del petróleo, a la vez, va a entrabar la rentabilidad de las inversiones en energías renovables. En síntesis, también en cambio climático, las opciones están abiertas y el camino mayoritariamente elegido va a depender de las narrativas políticas que se vayan imponiendo, en función de las batallas políticas y los liderazgos que puedan surgir tras la superación de la pandemia. Nada está escrito. Lo que viene puede ser una oportunidad para cambios progresistas o una profundización de tendencias retardatarias que ya están en curso.

Brookings (2020)                     Tech Stream, Landry Signé et al. “Using technology to fight                                                      Covid-19 around the world”, 28-abril-2020

Financial Times (2020)              “Virus lays the frailty of social contract”, Editorial, 3-abril.

Mc Kinsey &Company (2020)    The future is not what it used to be: Thoughts on the shape of the next normal, April 2020

The Economist (2020)              Life after lockdowns”, April 30th.

Washington Post (2020)             2 de mayo.

The Guardian (2020)                “We cannot return to normal. How will covid change the world?,                                                31- marzo, .

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