“Nuestro movimiento hizo visible que el acceso a una buena educación lo determina la
capacidad económica de los padres”
Con motivo de la elección de Karina Delfino como nueva Vicepresidenta de la Mujer del PS, reeditamos un extracto de la entrevista que se le hiciera a la dirigenta socialista, en agosto del año 2016, a propósito de los 10 años de la conmemoración de la “revolución pinguina”. En esta conversación, la socióloga y ex dirigenta del movimiento estudiantil, analiza la trascendencia de la rebelión histórica de los secundarios.
¿Qué importancia le atribuye al movimiento secundario del año 2006?
Fue uno de los movimientos más importantes desde el retorno a la Democracia. Lo fundamental de nuestra movilización fue que pusimos en el debate público la problemática educacional. Hasta el año 2006, la sociedad chilena nunca se había puesto a pensar y hablar en serio sobre educación. La fuerza que tuvimos hizo que este tema fuese agenda de gobierno. Por tanto, lo que nosotros hicimos como generación fue relevar el valor que tenía discutir sobre el sistema de educación.
Se cuestiona que un movimiento con tanta fuerza no haya logrado terminar con el lucro y la discriminación en los liceos. ¿Qué opinión tiene al respecto?
Existen demandas pendientes. Sin embargo, hubo avances tanto en el corto como en largo plazo. Por un lado, se dio respuesta a reivindicaciones concretas y cotidianas que tienen los estudiantes, como el pase escolar gratuito sin restricción, el no pago de la PSU para un gran número de jóvenes con dificultades económicas y una mejoría importante en las becas de alimentación.
En el largo plazo, instalamos la necesidad de poner término a la municipalización de la educación y, como un movimiento profundamente de clase, visibilizamos en la opinión pública una realidad: lo que determina tener acceso a una buena educación es la capacidad económica de los padres.
¿Cómo recibe las críticas que apuntan al debilitamiento “pactado” del movimiento?
Es injusto que se nos critique. Estuvimos tres meses movilizados con una fuerza sin precedentes desde el retorno a la Democracia. Evidentemente, hubo un desgaste que nos fue afectando. Muchos alumnos querían volver a clases, estaban cansados.
Lo que sucedió, finalmente, fue que no encontramos voluntad política para hacer los cambios. Creo que nos faltó ejercer una presión mayor en el Parlamento. Nos falto haber comprometido a senadores y diputados que nos ofrecieron su apoyo. Ellos avalaron las causas del movimiento estudiantil y después las desconocieron.
¿Qué relación ve entre “la revolución pingüina” y las movilizaciones que comienzan el año 2011 lideradas por los estudiantes universitarios?
Las movilizaciones del año 2011 no hubiesen sido posibles sin el año 2006, porque había una ciudadanía sensibilizada con el problema educacional que enfrenta Chile. Porque a partir de ese año se confió en los jóvenes como actores sociales. En la década de 1990, se consideraba a la juventud chilena como un grupo etario apático, caracterizado por la frase «no estoy ni ahí. La revolución de los secundarios cambió este escenario, convirtiéndose en uno de los movimientos populares más trascendentes de los últimos años.
En la actualidad, varias federaciones universitarias están conducidas por grupos de izquierda más radicalizados. ¿Qué opinión tiene usted de estos hechos?
Me parece que este tipo de acciones, como son las tomas, no corresponden y empañan al movimiento estudiantil. Se pierde el vínculo con la ciudadanía y, por cierto, también se pierde el foco del problema, que es mejorar la educación pública.