UNA DERECHA HUERFANA DE IDEAS

ARIEL ULLOA AZOCAR

El proceso de reformas iniciado por la Presidenta Michelle Bachelet ha generado fuerte intranquilidad y oposición en las derechas, tanto económica como política, también en políticos de la ex Concertación de talante francamente conservador. Estos últimos, al parecer, sienten que su presencia en la historia de la transición se encuentra amagada por la irrupción de problemas políticos y sociales que ellos no percibieron a tiempo o que sencillamente ignoraron. Se trata hoy de implementar cambios para corregir errores u omisiones del pasado y a los que, esos sectores, consideran que han sido “impuestos por la calle”.

Ciertamente que nadie puede restar valor al proceso de la transición desde la dictadura a la democracia ha tenido y tiene. Los conductores de tal proceso demostraron poseer las capacidades necesarias como para conducir el barco de Chile en medio de un océano proceloso. Fueron dignos capitanes, eso no se puede negar. El tributo republicano rendido por el país al ex Presidente Aylwin lo demuestra con claridad. Lograr que Chile avanzara sin grandes sobresaltos, tanto en el plano político como el económico, con senadores designados, binominal y el dictador ejerciendo por años como Comandante en Jefe de un ejército pinochetista, sin duda alguna que es más que meritorio y eso basta para que esa elite se haya ganado un merecido lugar en la historia.

Sin embargo, los procesos sociales de un país no se detienen aunque las elites lo deseen o incluso los traten de cancelar o manipular. La sociedad y el sistema político, si es democrático, están obligados a dar respuesta a las nuevas demandas y necesidades impuestas por la modernidad, a superar aspectos negativos del pasado, adecuar instituciones obsoletas, etc. Es lo que está sucediendo en nuestro país y quienes lo conducen están obligados a abrir espacios de discusión y elaborar respuestas que interpreten de la manera más genuina posible las demandas de sus ciudadanos.

En el caso de Chile, luego de largos años de transición, el modelo político, cultural, institucional y en particular el modelo económico ultraliberal que produjo crecimiento de la economía pero a costa de enormes desigualdades, ha hecho crisis y la mayoría de la sociedad exige cambios que necesariamente deberán ser estructurales.  Ya no resulta tolerable el “atraso salarial” detectado por la encuesta CASEN donde un 50,5% de los chilenos gana menos de $ 260 000 y  un 74,1% menos de $ 400 000. No resulta más aceptable que el 90,9% de las pensiones de vejez otorgadas por las AFP sean inferiores a $ 149 435 (fundación SOL , junio 2015) , es decir que un porcentaje alto de chilenos  al jubilar pase de un día para otro  a la condición de pobres. No es tolerable el grado de centralismo político y económico imperante que reduce a las regiones a simples tributarios coloniales de la Región Metropolitana.  La explosiones sociales en Calama, Aisén, Punta Arenas y en estos días en Chiloé, así lo muestran. Vendrán muchas otras.  No es más aceptable continuar aceptando  la colusión entre empresas de todos los tamaños que finalmente han dejado establecido que en Chile no existe una sana y libre competencia. Tampoco  es aceptable la integración vertical de las empresas que, como en el caso de las ISAPRES y sus Clínicas y Laboratorios, han transformado la libre elección en una mentira sino en una estafa pura y simple.  En fin, son muchísimas las cosas que en nuestro país ya no son más aceptables como para que permanezcamos impávidos y solo tascando nuestras críticas y descargando nuestra desconfianza, incluso nuestro odio, disparando a la bandada. Tenemos que reflexionar , discutir , sacar conclusiones respecto de las políticas que se han aplicado por años  y que han terminado por provocar el malestar generalizado de los chilenos. Es esta realidad amarga la que no  pueden seguir negando  los detentores del poder real y los conservadores. En Chile,  parafraseando a Tony Judt hace rato que ALGO VA MAL.

Ni  que hablar de la gran concentración de la riqueza que ha llamado la atención incluso de la OCDE, solo 10 grandes grupos económicos al año 2015 contaban con un patrimonio superior a los 80 000 millones de dólares y donde , según Boston Consulting Group, sólo el 0 22% de la familias chilenas concentraban al 2015 el 22% de la riqueza financiera del país, es decir solo 45 familias contaban con un patrimonio financiero- patrimonio líquido invertible con que cuentan las personas, incluyendo lo depositado en AFP, es decir plata contante y sonante- superior a los 100 millones de dólares por familia según publica El Mercurio el 16 de Junio de 2015. Podríamos continuar acumulando problemas, abusos, injusticias y  elementos de diagnóstico pero resultaría latoso e improductivo. Se trata de pensar y proponer soluciones. Es lo que, en la medida de sus posibilidades y realidades, ha hecho Michelle Bachelet. La obligación de la política manifestar sus acuerdos y desacuerdos de manera transparente de manera que el día de mañana sea la ciudadanía la sancione mediante su voto.

Ante las reformas propuestas por la Presidenta, la derecha en todas sus expresiones, lejos de contribuir con propuestas correctoras o contraponer sus puntos de vista ideológicos lo que habría implicado entrar en un debate de altura,  se ha limitado a poner en órbita ciertas expresiones como “izquierdización”, “retroexcavadora”, “refundación”, “chapucería”, “gobierno penca”, etc. Sin ir más lejos, se niega con razones pueriles a entrar en el debate constitucional aduciendo que este “carece de legitimidad”o calificando a los cabildos como “bolivarianos y espurios”.  Lamentable sin duda, pero esta es la realidad política y la orfandad ideológica de un sector social que solo sabe hacer una cosa bien: proteger sus intereses. Para eso no ha vacilado en impulsar frondas,  golpes de estado, guerras civiles y asonadas militares. Nuestra historia está jalonada de este tipo de hechos, desde Lircay en 1829, pasando por la guerra civil de 1891,  hasta el golpe sangriento de 1973. Chile y los chilenos merecen respeto y no es justo que los descendientes del antiguo “patriciado mercantil” pretendan imponer sus criterios por la simple razón de que ellos son los dueños del poder del dinero y que tal poder, en el seno de una sociedad de mercado como la nuestra en la que  todo tiene su precio, políticos incluídos.

Chile merece más. Las chirigotas,   los juicios  de valor y las frases asertivas que servirán de titulares a los diarios del duopolio ya no sirven. Sirven las ideas y son esas al parecer penan en los salones de los descendientes del “patriciado mercantil” santiaguino.

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