El progreso de Bolivia ante la reelección de Morales

Gabriel Henríquez, ballotage.cl

La reciente reelección de Morales en la presidencia de Bolivia, refleja el éxito de un estilo de gobierno ideológico pero a la vez pragmático, que ha sabido sentar una retórica de posicionamiento de un proyecto político socialista, y al mismo tiempo consciente de los negativos efectos del exceso de gasto y la estatización a rajatabla. En efecto, el país ha experimentado extraordinario progreso social, alabado tanto por el Banco Mundial como por el FMI. Bolivia ha crecido más rápido en los últimos ocho años que en los pasados 35 años. En 2013, el país creció un 6.5%, uno de los ritmos más acelerados de la región. El presupuesto se mantuvo en balance y el Banco Central acumuló cuantiosas reservas internacionales que dejan a La Paz en buen pie ante los efectos de la baja del precio de commodities que afecta a los países emergentes. (The Guardian, 14 de octubre)

Por años, Bolivia fue recipiente de políticas ortodoxas de libre mercado promovidas por organizaciones internacionales y el FMI. Debido a una mezcla de problemas económicos, incluyendo hiperinflación de un 24,000% en 1985, el gobierno redujo el gasto, eliminó subsidios a carburantes y privatizó parcialmente compañías estatales. Si bien las políticas controlaron la inflación, según la fijación económica del paradigma monetarista de aquellos años, la distribución del ingreso se volvió más desigual, desplazando trabajadores mineros y campesinos hacia el cultivo de la coca, lo que incrementó la producción de cocaína.

Cinco presidentes se sucedieron en cinco años antes de que Morales llegase a la presidencia el 2006: Hugo Banzer (quien debió renunciar por enfermedad), Jorge Quiroga, Sánchez de Lozada, Carlos Mesa y Eduardo Rodríguez. La ventana de oportunidad de Morales se debió a un clima de efervescencia social ligado a los masivos recursos gasíferos bolivianos. En efecto, bajo el gobierno de Meza, se planeó la exportación de gas a Estados Unidos y México mediante un puerto chileno. Además de lo polémico de la medida, existían dudas de que los beneficios del negocio llegarían a los bolivianos más pobres y se quedasen en la élite y en las corporaciones internacionales (Gardini y Lambert, 2001: 105), como ha sido la percepción histórica en el país.

La carrera de Morales, sin embargo, no fue para nada fácil, precisamente por su intención de alejarse del alero estadounidense que matizó los gobiernos precedentes al 2006. Similar al caso de Lula da Silva, desde Washington se expresó preocupación que un líder de izquierda amenazase los intereses norteamericanos e influencia en el Cono Sur.

En 2002, en la campaña que lo enfrentó con Sánchez de Lozada, Otto Reich, el entonces subsecretario de estado del Hemisferio Occidental de George W. Bush, exclamaba que “no creemos que podamos tener relaciones normales con alguien que apoya este tipo de políticas” (Gardini y Lambert, 2011) – respecto a la posición antagonista de Morales sobre la erradicación del cultivo de la coca. Ese mismo año, Manuel Rocha, el entonces embajador norteamericano en Bolivia, de manera más dura, amenazaba con cortar la ayuda oficial hacia Bolivia si Morales ganaba. Esta antipatía desde EE.UU. y el claro apoyo al candidato liberal Sánchez de Lozada, ayudaba a alimentar y fortalecer el anti-norteamericanismo de Morales.

Entre revolucionario y prudente

Al llegar al gobierno, el 2006, nacionalizó el sector petrolero y gasífero y expropió cerca de 20 empresas en varias industrias. Además lanzó una amplia reforma constitucional con el fin de fortalecer el rol del Estado en la economía y la aplicación de varios programas sociales. No obstante, a pesar de su auto-denominación revolucionaria, y aquella populista empleada por sus detractores, el FMI y el Banco Mundial lo tienden a calificar hoy como prudente en política macroeconómica. Fitch Ratings, una de las agencias de rating de crédito más relevantes globalmente, destaca su “prudente administración fiscal” (New York Times, 16 de febrero). Incluso la relación con el sector privado mejoró en estos últimos años. Así, Morales hábilmente se ganó el beneplácito del mercado.

En efecto, las exportaciones de minerales, en particular del codiciado litio, más los elevados suministros de gas a Argentina y Brasil han ayudado a sostener un 5% de crecimiento en sus años de gobierno. Esto en un contexto de altos precios de commodities y políticas macroeconómicas prudentes que han tenido como resultado reducciones significantes de la pobreza y la desigualdad. (Financial Times, 15 de octubre)

Debido al desempeño económico y acuerdos de alivio de deuda, la deuda pública disminuyó de un 94% del PIB en 2003 a menos de un 40% en 2013. Las reservas internacionales se incrementaron desde US$1 billón a sobre US$14 billones. El sistema financiero se ha fortalecido dado el incremento en depósitos y préstamos, que se han triplicado en siete años, mientras los bancos han fortalecido su solvencia y liquidez. (Banco Mundial, 2014)

Este contexto económico positivo ha significado una reducción de la pobreza moderada de un 63%, en 2002, a un 45% en 2012; mientras el Gini pasó de 0.60 a 0.46 en el mismo periodo. Esto refleja que justamente han sido los bolivianos viviendo en pobreza que se han beneficiado mayormente por la bonanza económica, gracias a una variedad de programas sociales. Así, según el Banco Mundial, entre 2002 y 2011, el ingreso promedio del 40% más pobre de la población creció tres veces más rápido que el ingreso promedio de toda la población.

Para el tercer mandato

Los planes de Morales son la industrialización (ligera) de Bolivia, incluyendo petroquímicos, plantas procesadoras de alimentos, producción farmacéutica y construcción de baterías de los depósitos de litio más grandes del mundo localizados en el Salar de Uyuni. Un tibio apoyo a la inversión externa en estos sectores se percibe luego de las nacionalizaciones efectuadas  en commodities y  servicios públicos, pues no hay “nada más que nacionalizar”. (Financial Times, 15 de octubre)

En Bolivia, el trabajo infantil sigue siendo muy relevante y debe ser eliminado. Ciertamente la polémica reducción del umbral del trabajo legal a 10 años, hace unos meses, se orientó más a proveer protección -disminuyendo el trabajo informal- que a incentivar la explotación infantil, aunque las organizaciones de derechos humanos occidentales no lo hayan entendido así.

Socialmente existe también la posibilidad de liberalizar el aborto para enfrentar las altas tasas de mortandad materna. Del mismo modo, el gobierno deberá seguir enfrentando el dilema de la inversión energética o productiva versus los compromisos medioambientales adquiridos con líderes indígenas.

Riesgos para el pequeño gigante del gas

Económicamente, si bien Morales se ha beneficiado del alto precio de commodities de los últimos diez años, las previsiones de una baja en los precios podrían afectar los márgenes de maniobra del gobierno y éxito económico. Hoy Bolivia envía cerca de 30 millones de metros cúbicos por día de gas natural a Brasil, a un precio de US$8.9 por millón de BTU y 16 millones de metros cúbicos por día a Argentina a un precio de US$10.2 por millón de BTU.

Debido a que los precios están fijados respecto a una canasta de combustibles fósiles (West Texas International), estos son sensibles a variaciones del mercado internacional. Expertos estiman que, naturalmente, una disminución de 20% del precio internacional se traduciría en 20% de reducción del precio de exportaciones. Si el precio baja de US$80 el barril (hoy a US$82) habría una disminución de los ingresos para el Estado (Blogs FT, 23 de octubre). Sin embargo, el país estaría preparado para absorber el golpe, al menos en el corto plazo.

Antes de que Morales nacionalizase la industria del gas la producción era 33 millones de metros cúbicos por día. El 2013 la producción se duplicó a 66 millones alcanzándose el peak del boom, al crecer en 14.8% la producción en relación al 2012. Si bien el país experimenta una falta de inversión en exploración de yacimientos por trabas regulatorias, para el 2014 Bolivia cuenta US$3 billones en inversiones en gasoductos para nuevas áreas de explotación. El capital vendría de compañías asociadas con YPFB (la compañía estatal de energía): YPF Argentina, Repsol España, Petrobras, Gazprom y BG (British Gas).

En los principales compradores de gas, Brasil y Argentina, episodios de inestabilidad política podrían afectar los actuales contratos a largo plazo. Más aún, niveles incrementales de inversión en exploración de yacimientos gasíferos son necesarios para mantener la producción a largo plazo.

En efecto, ahora que el boom de precio de los commodities está terminando, una baja importante del precio del gas podría golpear al gasto público que ha ayudado a disminuir la tasa de pobreza. En situación parecida se encuentran Venezuela y Argentina. Este mismo factor tiene hoy estancada a la economía brasileña. (Financial Times, 15 de octubre)

Con todo, el triunfo de Morales es un desafío al paradigma económico convencional en la era de la globalización: que políticas izquierdistas dañan el crecimiento económico, que candidatos de la clase trabajadora no pueden dirigir un país, y que la política no puede ser transformativa. Ciertamente Bolivia es un caso excepcional por sus características socio-económicas y políticas. El hecho de que sea uno de los países más pobres de América Latina y que los mercados de capital no miren con tanto interés los eventos en el país (en comparación a Brasil, Argentina, Colombia, Perú y Chile), sin ejercer fuertes castigos, es una relativa ventaja.

La estabilidad política y económica que ha brindado Morales prueba que no hay una única fórmula de conducir la política económica de desarrollo de un país, en particular un país de ingresos bajos.

Más importante aún, esto demuestra que hay grandes diferencias en el socialismo latinoamericano.

Referencias

  • Gardini, Gian Luca y Lambert, Peter, Eds. 2011. Latin American Foreign Policies: Between Ideology and Pragmatism. Palgrave Macmillan.

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