La derrota del PSOE

Rodríguez Zapatero

Luis Maira, ex Ministro, miembro del Programa Internacional de Igualdad.

El desfavorable resultado obtenido por el Partido Socialista Obrero Español –tan amplio como predecían las últimas encuestas- exige, como todo proceso electoral, una explicación razonada.

El primer elemento que, en mi opinión, se debe establecer es que en los comicios españoles la variable “izquierdas/derechas” no ofrece una adecuada explicación.

La verdadera clave, para España y otros países europeos, tiene que ver con la voluntad de castigo de los ciudadanos a los gobiernos a los que les ha tocado administrar la crisis iniciada en septiembre del 2008.

Una mirada de conjunto a los países europeos muestra que casi en todas partes administraciones de izquierda o derecha se han debilitado y han acabado perdiendo el poder.

Así le ocurrió a los laboristas británicos, luego de una gestión inicialmente muy bien evaluada cuando se inició el mandato de Tony Blair para acabar en completo desplome en el tiempo final de Gordon Brown.

Lo propio le pasó a la izquierda portuguesa y no hace falta recordar el prolongado calvario del recién dimitido gobierno socialista de Grecia, encabezado por Yorgos Papandreu. Pero lo mismo sucedió  en el otro extremo del arco político. Acabamos de contemplar el desplome del Primer Ministro Silvio Berlusconi en Italia y el ascenso de una coalición de centro izquierda.

Todas las encuestas vaticinan una derrota del presidente Nicolás Sarkozy en las elecciones francesas del 2012 y la jefa del gobierno alemán Ángela Merkel ha estado perdiendo este año, una tras otra, las elecciones de los Landers alemanes, incluidos algunos bastiones emblemáticos de la CDU, el poderoso partido de derecha que se ha alternado con la socialdemocracia en la dirección de ese país.

Es en este contexto y no en otro en el que hay que situar la obtención de los 186 escaños del Partido Popular en el Congreso español frente a los solos 110 conseguidos por el PSOE.

Es cierto que la diferencia de más de tres millones y medio de votos entre el ganador y el segundo, más el amplio margen de la mayoría absoluta, parecieran ser la señal de una nueva era de prolongado dominio para los vencedores.

Sin embargo, la prolongada perspectiva que los mejores análisis auguran a la crisis europea puede tornar mucho más fugaces de lo que hoy parecen las perspectivas de gestión de quienes acaban de ganar.

El nuevo Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, manejó todo el proceso electoral sobre la base del bajo perfil en materias programáticas y decisiones específicas para afrontar la crisis. Solo recalcó, una y otra vez, los malos resultados de la gestión de Rodríguez Zapatero, especialmente el elevado grado de desempleo que en plena campaña sobrepasó los cinco millones de trabajadores parados, que en un contexto de prolongación de la recesión, vieron reducirse incluso los subsidios que se les otorgaba.

Ahora, inexorablemente, deberá hacerse cargo de las situaciones que en la campaña no definió en un ambiente de impaciencia bien sintetizada en la editorial del diario El País “Futuro sin demoras”.

Los españoles que aceptaron la interpretación de los populares de una mala gestión de la crisis del gobierno socialista tendrán que responder ahora con medidas efectivas y resultados a las señales de conocimiento y capacidad reiteradamente sugeridas en la etapa electoral.

Se trata de un período que se parece más al tiempo regresivo para una rendición de cuentas que al período de gracia que habitualmente acompaña en las sociedades democráticas a los partidos que vuelven al poder.

¿Cuál será la suerte del ex vicepresidente Alfredo Rubalcaba si luego del Congreso que enfrentará el PSOE mantiene el poder?

¿Cómo encarará la reconstrucción del partido en algunos de sus grandes bastiones históricos como Andalucía y Cataluña, donde ya se había experimentado un revés en las elecciones municipales?

¿Qué elementos incluirá la autocrítica de los errores cometidos en la explicación de estos resultados?

Se trata de puntos sustantivos de cuyo correcto enfrentamiento dependerán el ritmo y las perspectivas de un eventual retorno al poder de los socialistas.

De alguna manera que no resulta muy distinta a la de la situación chilena vivida por la Concertación, los socialistas le cambiaron el rostro a España a partir del primer gobierno de Felipe González en 1982. El país que aspiraba a integrarse a un continente como Europa, que muchos afirmaban se terminaba en Los Pirineos, llegó a ser una de las fuerzas dirigentes de la Unión Europea y en su ascenso económico alcanzó a ser la octava economía del mundo.

Un gigantesco ascenso productivo cambió la condición y el modo de vida de los españoles, que pasaron a ser uno de los motores de Europa e hicieron una transición que muchos consideraron ejemplar.

En el camino, sin embargo, los datos estructurales de España variaron de un modo que privó de sentido a los planteamientos históricos del PSOE.

El viejo partido socialista de Pablo Iglesias había nacido como un partido proletario y de los sectores rurales atrasados en los tiempos del primer impulso de la revolución industrial en la península ibérica, discurso y plataforma que mantuvo hasta la derrota de la República en la Guerra Civil.

Al concluir el franquismo, sin embargo, dicha plataforma fue exigiendo correcciones sutiles que acabaron dejando en el camino la retórica y las plataformas ortodoxas que por largo tiempo lo habían sustentado.

Los propios cambios y modernizaciones impulsados por los socialistas hicieron el resto hasta un punto en que se desvaneció la propuesta de una sociedad alternativa y el PSOE comenzó a verse a si mismo como el mejor agente de la continuidad de la modernización española.

Esta nueva perspectiva es la que ha quedado en tela de juicio para ellos cuando en el propio curso de la recesión se han visto obligados a tomar muchos de los componentes más duros de una política de ajustes.

Entonces, junto con ver desgarrada su identidad, han acabado por ceder buena parte de su caudal electoral a Izquierda Unida y a Unión Progreso y Democracia, el partido dirigido por la ex socialista Rosa Diez, que se han llevado más de dos millones setecientos mil votos, casi un 12% del electorado, una cifra que ha incrementado sus caudales electorales aunque tampoco habría permitido al PSOE ganar al PP.

De ahora en adelante España se convertirá en un importante laboratorio político para observar como un partido de derecha, que tiene todas las mayorías deseables pero muy pequeños márgenes de maniobra, se las arregla para levantar una economía maltrecha sin hacer más dura la carga que ya soportan los informales y los desempleados.

Pero también para ver si el viejo Partido Socialista es capaz de recuperar las banderas de la justicia y la solidaridad y ofrecer una alternativa para los desencantados que ayer le volvieron la espalda.

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  1. Se busca líder socialista no quemado
    El PSOE habrá perdido cerca de 5.000 cargos tras sus dos derrotas electorales en 2011
    Los expertos en élites políticas creen que ZP se ha comido el banquillo de jóvenes candidatos
    No hay unanimidad entre los expertos en élites políticas a la hora de aventurar si la doble derrota sufrida por el PSOE en el horrible año 2011 provocará una renovación de sus dirigentes. Tampoco concluyen si la enorme pérdida de efectivos experimentada (concejales, parlamentarios y altos cargos) limitará su capacidad de influencia y dejará lastimadas sus redes internas y externas. El PSOE se ha convertido en un caso digno de estudio. ¿Habrá catarsis tras la derrota o una bunkerización de los mandos? Lo que está claro es que el resultado ha sido tan severo que la oficina de colocación del PSOE amenaza cierre.

    El coste medido en bajas es muy elevado y algunos expertos lo sitúan en una cifra que puede acercarse a las 5.000 personas. Es decir, serán 5.000 militantes/simpatizantes que habrán tenido que abandonar la tarea que han estado desempeñando a lo largo de los últimos años, unos para volver a su tarea de funcionario, otros para recuperar el puesto de trabajo que dejaron y, un tercer grupo, para incorporarse a las listas del paro. La cifra resulta de sumar 2.262 concejales menos, 55 escaños autonómicos perdidos, varias decenas de diputados provinciales, cientos de altos cargos en entidades locales y autonómicas, a los que hay que añadir 99 parlamentarios (entre diputados y senadores), al menos 600 altos cargos en la Administración central y asesores y personal de confianza en las numerosas entidades públicas de la Administración del Estado. ¿Qué consecuencias puede traer semejante sangría? Montserrat Baras, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha estudiado los cuadros medios de los partidos: “La pregunta que hay que hacerse es la siguiente: ¿Pueden vivir de otra cosa? Las investigaciones nos muestran que los partidos de izquierda tienen más porcentaje de gente sin una profesión propia”.

    Carles Ramió suele ser considerado entre sus colegas como un experto no exento de polémica. Profesor de Ciencia Política en la Universidad Pompeu Fabra, sus opiniones nunca dejan a nadie indiferente. Es experto en gestión pública. Ramió considera que una debacle como la sufrida por el PSOE puede provocar “un ambiente de desmoralización, desmotivación y de crispación interna, pero también propiciar un clima idóneo para una renovación rápida, siempre y cuando no aparezcan los viejos problemas y los agravios”.

    A pesar de la derrota, el PSOE sigue manteniendo sus redes de poder, según Ramió: “Hay una parte importante de las élites de funcionarios del país que son simpatizantes socialistas. Y luego está la capacidad de gestión que siguen manteniendo las propias élites del partido”.

    Ramió no tenía duda de que el desastre electoral estaba anunciado hace dos años y que fue en ese momento cuando el partido debió obligar a Zapatero a marcharse. Pone como ejemplo lo que hicieron los conservadores británicos con Margaret Thatcher, “cuando provocaron su dimisión para dar entrada a John Major. Eso habría sido inaudito en España. Si el PSOE hubiera cambiado a Zapatero por un Gobierno dirigido por Javier Solana y con Almunia en sus filas, la prima de riesgo no se habría movido”.

    Si el PSOE hubiera cambiado a Zapatero por un Gobierno dirigido por Solana, la prima de riesgo no se habría movido”
    Ramió sostiene que los partidos españoles son muy conservadores en sus estructuras internas. Les cuesta mucho renovarse. Hay un aparato de lealtades, de fidelidades, que impiden el cambio generacional. “El problema en el PSOE es que nadie tuvo tanto poder como Zapatero, que generó un discurso único y eso ha afectado a jóvenes cuadros. Un caso claro es el de Chacón, que está totalmente quemada por Zapatero. La renovación no puede pasar por un debate Rubalcaba-Chacón”.

    Y esa percepción la tiene también Miquel Salvador, de la Pompeu Fabra: “El PSOE tiene consolidadas sus redes tanto internas como externas. Es un partido de grandes dimensiones orientado a estar en el poder. Tiene una base sólida, puede mantenerse en el desierto un largo tiempo. Ahora bien, tengo mis dudas de que entre en un periodo de renovación. Es lo que yo llamo la dependencia del sendero: alguien ha iniciado un camino y cuesta mucho modificarlo. A las élites les cuesta moverse”.

    Históricamente, este no es el primer descalabro electoral del PSOE. Ya lo sufrió en 2000 con Joaquín Almunia. Y de aquel golpe surgió un joven líder, Zapatero, que devolvió al PSOE al poder en cuatro años. ¿Por qué los expertos son escépticos respecto a la reedición de un nuevo liderazgo?

    Guillermo Márquez, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela, utiliza el término “jóvenes quemados”, en referencia a Chacón y otros, como víctimas de la gran violencia que ha tenido el derrumbe socialista: “El sistema ha amplificado la derrota, que significa un desplome total de una base de poder. Desde luego, sería un momento idóneo para una catarsis, pero se ha quemado mucha gente, entre ellos la posible alternativa”. Entre los daños, Márquez destaca cómo partidos como UPyD “le han quitado la P de progresista a los socialistas”. Montserrat Baras abunda en consideraciones parecidas: “Estas elecciones han supuesto justo la derrota del grupo joven que lideraba ZP y que había desalojado del poder a los senior de la época de Felipe González”.

    Enrique Varela, profesor de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Vigo es de los que piensan que el PSOE ha perdido influencia sobre el territorio, sobre todo por la derrota en las elecciones locales y autonómicas, “porque en esos ámbitos se produce una información privilegiada, hay todavía mucho clientelismo, y hay una capacidad para generar red”. Varela cree que el PSOE ha llegado a un suelo y podría darse una reacción positiva si ha aprendido de sus errores: “Tiene estructura y élites, pero puede tener un problema si las élites se bunquerizan. Los signos no parecen alentar en ese sentido. De hecho, parece que se vuelve al mismo debate de antes, Rubalcaba-Chacón”. Varela recuerda que Zapatero ganó en un congreso muy abierto, por un margen de 11 votos, y como un descarte entre dos opciones (renovadores y guerristas). “Todo depende de si quienes gestionan la derrota son los derrotados”.

    Hay expertos en España que investigan estos días acerca de la supervivencia de los cerca de 5.000 políticos (parlamentarios) que ha tenido la democracia española entre 1980 y 2011, como es el caso de Xavier Coller, catedrático de sociología de la Universidad Pablo de Olavide, y sus colegas Andrés Santana (Universidad Mayor de San Andrés) y Antonio M. Jaime (Universidad de Málaga). Buscan respuesta a la pregunta de por qué los políticos duran más o menos en sus cargos, y van llegando a interesantes conclusiones. Una de ellas es que las mujeres duran menos. Otra, que los parlamentarios de mayor edad duran poco, un síntoma que apunta hacia un rechazo de la experiencia. Según Coller, hemos vivido unas elecciones con dos candidatos veteranos. Sin renovación. “Por eso el gran problema del PSOE, que es el que ha perdido, es que Zapatero se ha comido mucho. Ha quemado mucho banquillo. El problema es dónde encontrar un líder y un personal no quemado”.

    ¿Quiénes no se han quemado en estas elecciones? Carles Ramí apunta al portavoz Eduardo Madina: “Aunque quizás sea demasiado joven”. “Posiblemente sea un suicidio encontrar un nuevo candidato fuera del Parlamento”, apunta Baras, “lo que queda es buscar la lista de diputados y mirar dónde puede haber un líder”.

  2. Cómo superó el SPD la catástrofe
    El 27 de septiembre de 2009 fue un día aciago para el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Tras 11 años de Gobierno ininterrumpido en dos coaliciones diferentes, la centenaria formación encajó sus peores resultados desde la II Guerra Mundial. Solo obtuvieron 10 millones de votos, la mitad de los que logró Gerhard Schröder para formar su Gobierno con Los Verdes (1998-2005). El inusitado 23% de hace dos años parecía certificar la baja definitiva del SPD como segundo partido popular (volkspartei) alemán. Sin embargo, los socialdemócratas alemanes están recuperándose de aquel descalabro. Según una encuesta publicada el viernes por la televisión pública, el SPD se estabiliza por encima del 30% de intención de voto. Aún están varios puntos por debajo de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel, pero tendrían suficiente fuerza para reemplazarla junto a Los Verdes.

    La recuperación del SPD ha salido adelante sin grandes golpes de efecto. Poco después de perder las elecciones y verse expulsados de la Gran Coalición (2005-2009) con Angela Merkel, el SPD eligió a Sigmar Gabriel como nuevo presidente. Actuó con precaución: se entendió con el fracasado candidato Frank-Walter Steinmeier y lo conservó como jefe del grupo parlamentario en el Bundestag. Gabriel y Steinmeier se complementan bien: el primero es un retórico hábil, un buen repartidor de pullas de aspecto y actitud populares. Steinmeier, por su parte, está sacudiéndose con éxito su imagen de segundón burócrata sin perder su halo de seriedad y de competencia. El dúo se ha convertido en trío en estos últimos meses, desde que se les ha sumado Peer Steinbrück como posible candidato a liderar las listas del SPD en las generales de 2013. Juntos protagonizan, en asombrosa armonía, la salida del SPD de su agujero.

    En modo alguno ha sido una revolución, ni siquiera una auténtica renovación. El triunvirato está casi tan entrado en años como en carnes. Bien fogueados, todos fueron ministros federales en la Gran Coalición de Merkel (2005-2009). Steinmeier (55) llevó la cartera de Exteriores y la Vicecancillería. Steinbrück (64) ocupó el crucial sillón de Hacienda, y Gabriel (52), el de Medio Ambiente. Aún hoy no se sabe cuál de los tres será candidato a la Cancillería dentro de dos años.

    En los primeros meses se debatió en el SPD la conveniencia de distanciarse de las políticas seguidas durante los 11 años de gobierno. Primero, de los recortes sociales de la llamada Agenda 2010 y la participación en la guerra de Afganistán, decididas por Schröder. Después, del retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años y de las demás reformas pactadas con Merkel. Ulrich Deupmann, que era asesor de Steinmeier cuando dirigía la diplomacia alemana y dirige la consultora política Ideas.ag, considera que la clave fue que “se revisaron las políticas pasadas, pero no se renegó de ellas”. Las continuidades en el directorio del SPD se vieron así refrendadas por la congruencia programática: “La línea del partido no se perdió y eso nos permitió recuperar la credibilidad”. Sí se revocaron algunas decisiones menores, como las relativas a la regulación de los trabajos temporales y los salarios mínimos.

    La clave, según un exasesor de Steinmer, fue que “se revisaron las políticas pasadas, pero no se renegó de ellas”
    Estos son los cambios que el politólogo berlinés Peter Lösche considera perentorios para la reparación del SPD. Lösche, militante socialdemócrata como lo fueron sus padres y sus abuelos en el siglo XIX, considera que la Agenda 2010 “está quedándose atrás en el recuerdo”, pero cree que aún irrita al electorado clásico del SPD. Sindicalistas e izquierdistas del SPD “tienen problemas con aquellas medidas”. Gabriel y Steinmeier están consiguiendo separarse de su imagen como artífices de los recortes, aunque Steinmeier fuera de hecho el verdadero padre de la Agenda 2010. Así que Steinbrück se queda con el ala liberal del SPD y es, “hoy por hoy, el más indicado para tender puentes al centro, algo imprescindible para ganar unas elecciones”.

    La imagen de Steinbrück prometiendo junto a Merkel que las cuentas corrientes estaban a salvo de la crisis financiera de 2008 ha quedado grabada en la retina millones de alemanes. El que fuera ministro de Hacienda protagoniza ahora una agresiva campaña para presentarse como futuro rival socialdemócrata de su antigua jefa. El influyente Der Spiegel le dedicó hace un mes una portada encomiástica, apadrinada por el excanciller Helmut Schmidt. El envite es claro, pero los otros dos líderes se han mantenido delicadamente al margen. El SPD no designará a su candidato hasta entrado 2012, de modo que el audaz avance de Steinbrück podría salirle por la culata debido al desgaste. Hasta entonces, el trío evita cualquier roce en público. Atrás quedan las trifulcas internas entre 2005 y 2009.

    El SPD ha sabido evitar el caos en el que podrían haber caído tras un desastre como el de 2009. Pese a las tentaciones de pasarse a la oposición frontal, ha mantenido sus posturas europeístas apoyando en 2011 la impopular participación alemana en el segundo rescate griego y en el multimillonario fondo europeo de estabilidad. Esta política sufrió un patinazo notable en 2010, cuando se abstuvieron de dos votaciones en el primer rescate. En 2011, en cambio, el SPD ha criticado la falta de compromiso del Gobierno con la idea europea.

    El SPD ha pasado estos dos años esforzándose en ofrecer una imagen centrada, de responsabilidad de Estado. Las elecciones regionales celebradas desde entonces les han dado resultados satisfactorios. La recuperación de Renania de Norte-Westfalia en 2010 o la mayoría absoluta en Hamburgo este año han apuntalado el crecimiento del SPD como segundo partido federal. El desastre nuclear de Fukushima en marzo dio alas a Los Verdes, que llegaron a superar al SPD en algunas encuestas e incluso quedaron por delante en las estratégicas elecciones de Baden-Württemberg, donde ahora gobiernan con el SPD. Sin embargo, la burbuja Verde ha pinchado en las recientes elecciones de Berlín. Del 28% de hace unos meses han vuelto ahora a los alrededores del 15% en las encuestas. También el partido la Izquierda (Die Linke), afectado por tensiones internas, ha frenado su auge de hace un par de años.

    El propio Gabriel reconoce que buena parte del mérito de su recuperación está en el Gobierno. La CDU y sus socios liberales del FDP empezaron su coalición con pésimo pie. El FDP, habituado a la oposición, parecía más una plataforma ciudadana que un partido de gobierno. Se presentaron a las elecciones asegurando que bajarían los impuestos y obtuvieron así el 15% de los votos, su mejor resultado histórico. No han cumplido su promesa, por la crisis, y los sondeos de intención de voto los sitúan ahora por debajo del 5% necesario para entrar en el Bundestag. Un socialdemócrata pedía no dar su nombre al explicar, con bastante schadenfreude (regodeo en el mal ajeno), que “esa tropa de aficionados se creía sus propias monsergas, porque no tenía ni idea de que gobernar no es aplicar un programa, sino elegir entre una mierda y otra mierda más grande”.

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