El regreso de las ideas

Ideas

Intentando  impedir que aflorara en mí un dejo de orgullo nacional por el ejemplar movimiento social que han logrado estructurar y conducir los estudiantes chilenos, pensaba que era más adecuado escribir sobre este tema en el marco global de las movilizaciones estudiantiles y juveniles que sacuden hoy a países de varias latitudes. Su carácter explícita o implícitamente crítico respecto del neoliberalismo y de la clase política que lo ha prohijado parecía, a primera vista, ser un común denominador que permitía un análisis comparado de las distintas experiencias con cierta objetividad, a pesar de las notorias diferencias de contexto existente entre tales movilizaciones.

Los ya casi tres meses de sostenidas y creativas movilizaciones estudiantiles y ciudadanas, su progresiva construcción y defensa de un elaborado discurso sociopolítico sin grietas ideológicas, su tenaz trabajo de difusión ,utilizando tanto las redes sociales y las nuevas tecnologías de la información como los espacios que se han ido ganando a pulso en los medios de comunicación tradicionales, nos permiten a estas alturas del desarrollo de los movimientos sociales juveniles globales sostener que es el chileno el que ha mostrado una real madurez ideológica y política. El temor de exhibir un cierto grado de nacionalismo al afirmar lo anterior quedó definitivamente descartado después de la maciza comparecencia colectiva de los dirigentes estudiantiles ante la Comisión de Educación del Senado, que acertó al recibirlos. Al parecer, al menos una parte de la clase política no ha perdido los reflejos.

El deber del Estado de asegurar a todos los habitantes del país el acceso a los bienes públicos, tales como la educación, la salud y el trabajo digno y bien remunerado; el rechazo a la aplicación de las leyes del mercado en la educación (lo que supone similar rechazo respecto de su papel en la salud y la previsión) y la necesidad de repensar el rol del Estado ante la inaceptable extensión y profundización de la desigualdad en el terreno social son apenas algunas de las cuestiones que los estudiantes chilenos han resituado en el centro del debate nacional. Las “ soluciones biográficas de las contradicciones sistémicas”, esa característica de los modelos neoliberales a las que, según Ulrich Bek, nos habíamos ya habituado, parece empezar a ceder ante el empuje del movimiento social estudiantil chileno, abriendo el camino a las soluciones colectivas de tales contradicciones. La reafirmación del rol de las ideas y de las ideologías que aspiran a la transformación social que hacen los dirigentes estudiantiles es sencillamente notable en un país en el que ambas se habían convertido en temas escabrosos y de mal gusto que muy pocos se atrevían a reivindicar.

La crisis de representación existente en Chile ha aparecido en toda su dimensión a raíz del movimiento estudiantil y de sus profundas implicaciones sociales. Todo parece indicar que éste será un catalizador de un verdadero despertar del movimiento social, lo que obligará a las fuerzas políticas de izquierda y de centro a la búsqueda de formas creativas de relación y de trabajo conjunto con las fuerzas sociales, al mismo tiempo que a la reestructuración de sus propias formas orgánicas. Y aún más importante que lo anterior, los obligará a salir del letargo ideológico en el que han vivido durante las últimas décadas para hacer frente al gran problema de la sociedad chilena del siglo XXI: encontrar una solución  política a la  desigualdad múltiple que nos caracteriza hoy como país que se presenta falazmente como un “modelo” para América Latina. Y en la recuperación del valor de las ideas de transformación social a la que nos referimos, así como en la indispensable refundación del sistema y de los partidos políticos, deberán jugar un rol principal los estudiantes de hoy, que están dando inicio a una nueva etapa de la historia sociopolítica de Chile.

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